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sábado, 4 de diciembre de 2021

San Juan Damasceno (o de Damasco), monje y Doctor de la Iglesia

(icono ortodoxo griego de San Juan Damasceno con un himno mariánico)

San Juan Damasceno (675-749), (Ἰωάννης ὁ Δαμασκηνός) o Chrysorrhoas (Χρυσορρόας), “bañado en oro” o “el altavoz de oro”, o en árabe como Yuḥannā Al Demashqi, es uno de los escritores cristianos más importantes de los primeros siglos, siendo bien conocido por sus trabajos en defensa del culto a los iconos y en la himnografía eclesiástica. En Oriente se le considera como el último Padre de la Iglesia.
San Juan nació en una familia aristocrática de Siria, pero no está claro si sus padres eran árabes o griegos. No se sabe si hablaba con fluidez los dos idiomas. Su abuelo, Mansour, era una persona importante en Damasco, siendo responsable de los impuestos de la región bajo el emperador Heraclio. También tuvo la difícil misión de negociar la capitulación de Damasco con los árabes el 4 de septiembre del 635. Hay diferentes posiciones de los contemporáneos sobre su actitud respecto a la conquista islámica. No es seguro que después de este momento, Mansour mantuviera su importante posición, siendo uno de los consejeros de los califas Muawyya y Abd-el Maliq. Su posición de asesoramiento en la corte árabe fue muy importante para la defensa de los cristianos en Siria. Esta posición fue heredada por Sergio (en árabe, Sarjun Ibn Mansur), el padre de San Juan e hijo de Mansour, como atestiguan las crónicas.
Después de una campaña en Sicilia, los árabes regresaron con algunas personas capturadas, entre las que también estaba un erudito llamado Cosme. Sergio lo redimió y lo convirtió en el maestro de su hijo, Juan. En los años siguientes, Juan destacaría en la música, la astronomía, la aritmética y la geometría, como también en la teología. Seguramente Cosme, en calidad de refugiado de Italia, trajo consigo también las tradiciones académicas de la cristiandad occidental, con las que San Juan es tan familiar, como puede verse en su obra dogmática "Exposición exacta de la fe ortodoxa". En esta ocasión Juan estudió junto con un hermano adoptivo, también llamado Cosme, quien más tarde se convirtió en obispo de Maiouma, una ciudad en Siria (743).
No está claro si San Juan heredó más tarde la posición de su padre. Las biografías dicen que lo hacía aunque posteriormente, con el califa Omar II (717-720) se inició una dura campaña contra los cristianos, por lo que Juan decidió renunciar a su cargo. En consecuencia vendió su fortuna, la dio a los pobres y se retiró a San Sabas (Mar Saba), un monasterio en el Valle del Jordán, no lejos de Jerusalén. El retiro de Juan a esta posición debería haber dejado algunas huellas en los documentos oficiales, lo cual no es el caso. Sólo se menciona que su padre Sergio dejó la administración en torno al año 706, cuando al-Walid I aumentó la islamización de la administración del califato, pero no se menciona a Juan en absoluto. Sus propios escritos nunca se refieren a ninguna experiencia en una corte islámica, por lo que es posible que Juan nunca tuviera esa posición.
Como monje de la Lavra de San Sabas, Juan se convirtió en poco tiempo en famoso, ordenándolo de sacerdote el patriarca Juan V de Jerusalén en el año 735, dándole la misión de predicar en la Iglesia de la Anástasis en la Ciudad Santa. Durante este tiempo el emperador bizantino León III inició una fuerte campaña en contra de la pública veneración de los iconos (726), que se conoce como el período iconoclasta. San Juan, lejos de la amenaza de los funcionarios bizantinos publicó manifiestos y libros contra el emperador y sus políticas. Los primeros trabajos sobre este tema son los "Tratados apologéticos contra los que denuncian a las Sagradas Imágenes", que le dieron una reputación especial entre los defensores de los iconos. Por primera vez, distingue entre "culto" (latreia), que es propio sólo de Dios, y "reverencia" o "veneración" (douleia), rendido a las cosas creadas, incluyendo los santos, los iconos y las sagradas reliquias.
Él atacó en esta obra al emperador, adoptando un estilo simplificado de escritura que permitía a la gente común seguir la controversia. Una leyenda dice que el emperador bizantino planeó una venganza, dando crédito a una carta falsa que "accidentalmente" estaba en las manos de los gobernantes islámicos. Esta indicaba que San Juan trabajaba junto con la resistencia, la planificación de una reconquista bizantina de Siria. Por este asunto San Juan habría sido sancionado cortándole la mano derecha. Según la leyenda, Juan le pidió a los gobernantes le dieran la mano cortada y milagrosamente, al segundo día, después de dirigir sus oraciones a la Madre de Dios, se presentó públicamente con la mano sana. Como agradecimiento especial, agregó una mano de plata (la tercera) a un icono de la Virgen en una iglesia; desde entonces este icono se llama Theotokos Trigheirousa (con tres manos). Esta leyenda piadosa puede ser interpretada como una razón por la que San Juan estaba tan dedicado al culto de los iconos.
Su posición en lo referente a la veneración de los iconos y de las reliquias sagradas fue criticada más tarde en el sínodo iconoclasta celebrado en Hiereia, cerca de Constantinopla (754), donde fue junto con Germanos Patriarca de Constantinopla y Jorge de Chipre anatematizados. El emperador iconoclasta Constantino V lo llamó Ioannis Mánzeros ("bastardo", en hebreo), un juego de palabras ya que el nombre de su abuelo era Mansur.
De todos modos el posterior Sínodo, celebrada en Nicea en el 787, también conocido como el séptimo concilio ecuménico, utilizó en gran medida su argumentación. El concilio rehabilitó a todos los luchadores por los iconos y, por supuesto entre ellos, a San Juan aumentando su popularidad y probablemente, su reconocimiento como santo de la Iglesia.
San Juan escribió muchas obras teológicas en las que defendió la ortodoxia contra la herejía iconoclasta y también contra algunas herejías anteriores como la monofisita, el nestorianismo, el jacobismo (existentes entre los sirios), el maniqueísmo e incluso contra el libro sagrado de los musulmanes. Sus obras son dogmáticas, polémicas, moral-ascéticas, exegéticas, oratorias y poéticas. Además de éstas, San Juan compuso muchos himnos teológicos, perfeccionando el "canon", que es una oda estructurada en 9 himnos, que aun hoy en día se utiliza en los servicios de la Iglesia Ortodoxa de Oriente. Entre los cánones excepcionales, hay que mencionar los de las Fiestas de Navidad, Epifanía, Pascua, Ascensión, Pentecostés, la Transfiguración y la Dormición de la Virgen (en la práctica, la fiesta más importante del calendario). Él es también el autor de los Octoechos (libro de la Iglesia de servicio de los ocho tonos) uno de los más importantes libros litúrgicos utilizado en el coro durante todos los servicios litúrgicos en las iglesias bizantinas.
En defensa del culto de los iconos escribió "Tres Tratados apologéticos contra los que niegan las Imágenes Sagradas". Otra obra importante es la dogmática "Fuente de Sabiduría", dividida en tres partes: 1. "Los capítulos filosóficos", que en su mayoría se ocupan de la lógica, 2. "Con respecto a la herejía" (que se refiere en sus últimos capítulos a la "herejía de los ismaelitas"), y 3. "Exposición exacta de la fe ortodoxa" o simplemente "El Libro dogmático" (más conocido en Occidente como "De fide Orthodoxa"), que es un breve resumen de los escritos dogmáticos de los Padres de la Iglesia. Este último fue la primera obra de la escolástica escrita en el cristianismo oriental y tuvo una importante influencia en posteriores trabajos escolásticos.
Es bien conocida la homilía de la Anunciación, pues llama a la Santísima Virgen como Madre de la virtud teologal de la esperanza (spes, en latín), la esperanza del desesperado, una fórmula tomada en la iglesia católica en la oración de María, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, la esperanza del desesperado, pero a veces esta fórmula es atribuida a San Efrén, otro Padre de la Iglesia Siria. Otra obra, que tiene una paternidad polémica, es "La vida de los santos Barlaam y Josafat de la India", ya que puede ser una cristianización de la biografía de Buda.
Según la información de su biógrafo, Stephanos Taumaturgos ("The Healer"), San Juan falleció el 4 de diciembre de 749, siendo enterrado en el monasterio de San Sabas, cerca de la capilla de las reliquias del fundador de este antiguo convento. Su tumba y su celda se convirtieron en poco tiempo en lugares de peregrinación.
Algunos peregrinos como el monje ruso Daniel (1104-1006) y el bizantino Juan Focas (1185) escribieron sobre la tumba de San Juan en el monasterio de San Sabas. Las reliquias podrían haber sido trasladadas a Constantinopla durante el reinado del emperador Andrónico II Paleólogo (1282-1328). La ausencia de las reliquias del monasterio de San Sabas lo dice otro peregrino ruso, el archimandrita Agrephenij, que visitó, aproximadamente en 1360/1370, el monasterio e informa sólo sobre la celda de San Juan, sin decir nada acerca de sus reliquias. Un tercer peregrino ruso, Zosimas, diácono en el monasterio de la Santísima Troinsky Sergeyeva indica que en 1419/1421, existía una parte de las reliquias en el monasterio de la Santísima Virgen Keharitomeni. Algunas porciones de las reliquias de San Juan se encuentran hoy en el Monasterio de San Jorge Alamanos (cerca de la aldea Pendakomo, Chipre), en el monasterio de San Juan el Teólogo en Patmos (Grecia) y en la iglesia de San Jorge de los Griegos (Venecia).
San Juan de Damasco es especialmente venerado en la Iglesia de Oriente, veneración que es antiquísima, quizás inmediatamente después del séptimo concilio ecuménico en el año 787. Es venerado en el día de su muerte, el 4 de diciembre (o el 17 de diciembre según el calendario juliano). El Papa León XIII, declaró a San Juan Damasceno “doctor de la Iglesia” en el año 1890 e insertó su nombre en el Calendario General Romano, el día 27 de marzo. Esta fecha fue movida en el 1969 al día de la muerte del santo, por lo que ahora se celebra el mismo día, tanto en Oriente como en Occidente.

San Francisco Javier, misionero jesuita

(óleo de Bartolomé Esteban Murillo - 1670)
Francisco de Jasso y Azpilicueta nació en el Castillo de Javier, en Navarra, el día 7 de abril del año 1506 y era el sexto hijo de Juan de Jasso y María de Azpilicueta. Su padre realizaba sus actividades políticas en Pamplona y diplomáticas en Castilla y Francia.
Ante una gran imagen de Cristo existente en la capilla del Castillo, desde niño, Javier acostumbró a rezar así como a cantar diariamente la Salve ante una imagen de Nuestra Señora de Javier, cosas que le inculcó su madre ya que su padre casi siempre estaba ausente. Su hermana Magdalena marchó al convento de las clarisas de Gandia.
En el año 1516, teniendo el niño diez años de edad, Navarra se sublevó contra Castilla por lo que los hermanos Miguel y Juan tuvieron que marchar a la guerra apoyando a los reyes navarros. Como vencieron los castellanos, el cardenal Cisneros ordenó derribar todos los castillos navarros, incluido el de Javier, usurpándoles además todas sus tierras Su padre murió cuando Javier tenía nueve años de edad.
El había estudiado gramática y latín con el capellán del Castillo, aunque después siguió sus estudios en Sangüesa y Pamplona. Era un joven jovial, alegre y afable que tenía ganas de ir a estudiar a la universidad y por eso, con diecinueve años, atraviesa los Pirineos y marcha a la Universidad de la Sorbona, en París. En la capital francesa vivió en el colegio de Santa Bárbara. Allí, se levantaba a las cuatro de la mañana y la primera clase la tenían a las cinco, sentados en el suelo y bajo la luz de un candil. Posteriormente, misa y desayuno y de ocho a diez de la mañana, la clase principal y una hora de ejercicios físicos. Comían a las once disfrutando posteriormente de un breve recreo y de tres a cinco de la tarde, vuelta a clases. Cena a las seis de la tarde y a las nueve de la noche, silencio y a dormir. Era un horario espartano.
Como los martes y jueves les daban como una especie de vacaciones, se dedicaba a hacer deportes. Se escapaba de noche buscando aventuras, aunque de mayor confesó que nunca había pecado. Compartía habitación con San Pedro Fabro, que le aconsejó y llevó por el buen camino y en París conoció a San Ignacio de Loyola, que siempre iba montado en un borrico, cargado de libros y que cojeaba un poco. Ignacio ya había escrito en Manresa el libro de los ejercicios espirituales y vivía en un hospital, de limosnas. Posteriormente entró en la universidad para estudiar filosofía y se alojó en la habitación de Javier y de Fabro (tres santos juntos).
Javier, en principio rechazó a Ignacio porque había combatido contra sus hermanos, pero como estos no le enviaban dinero a Javier, Ignacio compartía con él sus limosnas. De esa manera, se atrajo a Javier.
Javier obtuvo una cátedra e Ignacio se dedicó a buscarle muchos y buenos alumnos, pensando: “Si gano a Javier, gano a medio mundo para Cristo” Acostumbraba a decir: ¿Qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? Y Javier le escuchaba con disgusto aunque le preguntó: ¿Qué hago? “Haz los ejercicios espirituales”, fue la respuesta de Ignacio. Durante cuarenta días, Javier los hizo bajo la dirección de Ignacio y se convirtió. En París estuvo once años.
El 11 de agosto de 1534, Ignacio, Javier, Laínez, Salmerón, Bobadilla, Simón Rodríguez y Pedro Fabro, fueron a la capilla de Montmatre. Allí, Pedro Fabro celebró la Santa Misa y todos al unísono hicieron votos de castidad, pobreza e ir a Tierra Santa. Había nacido la Compañía de Jesús.
Deciden ir a Italia y primero paran en Venecia en el año 1537. Vestían sotana, llevaban un rosario al cuello y un morral con el breviario y la Biblia. Servían a los enfermos en un hospital llegando él a decir:”hacíamos las camas, barríamos los suelos, fregábamos los utensilios, atendíamos día y noche a los enfermos y enterrábamos a los muertos”.
Ese mismo año, Ignacio los envíó a Roma con la intención de recibir la bendición del Papa y marchar luego a Tierra Santa. Pasaron por Ancona donde tuvieron que empeñar el breviario para poder comer, visitaron el Santuario de Loreto y vieron al papa Paulo III. El papa les propuso una disputa teológica y quedó entusiasmado con ellos, les dio sesenta ducados para el viaje a Tierra Santa, les concedió ser ordenados sacerdotes y así, con treinta y un años de edad recibió el Sacramento del Orden en Venecia el día 24 de junio de 1537. Se cuenta de él que estando celebrando Misa un día en Bologna, entró en éxtasis, por lo que el monaguillo tuvo que tirarle de la sotana.
Entre los años 1538 a 1540 estuvo de nuevo en Roma acompañando a Ignacio. Allí, el embajador de Portugal Don Pedro Mascareñas les pidió en nombre del rey Juan III de Portugal que enviasen a seis misioneros a la India. Ignacio envió a Javier y a Simón Rodríguez, los cuales pidieron su bendición al Papa y se marcharon con el embajador hacia Lisboa. Allí llegaron agotados invitándoles el rey a palacio, pero ellos decidieron marchar a un hospital y comer de limosnas; predicaban, confesaban y así hasta el día 7 de abril del año 1541, en el que se embarcó y zarpó hacia la India acompañado de Mansillas y Camerino.
Marcharon bordeando el continente africano y como se corrompió el agua que llevaban en el barco, enfermó la tripulación y ellos se dedicaron a atender a los enfermos y a confesar a los moribundos. Estuvieron parados cuarenta días en el golfo de Guinea a causa de una calma chicha, declarándose la peste en el barco y aunque se contagió, siguió cuidando a los enfermos. Cuando volvió a soplar el viento, rodearon el cabo de Buena Esperanza y desembarcaron en Mozambique, donde se curó y se embarcó de nuevo llegando a Melinde y a la Isla Socotora. Allí se dedicó a predicar pues los sacerdotes que estaban eran analfabetos, a bautizar y llegó incluso a querer quedarse allí, en África, pero volvió a embarcar y marchar hacia la India, llegando a Goa (gobernada por los portugueses) la noche del 6 de mayo del año 1542. El dice: “Era de noche cuando la nave enfiló la bahía de Goa”. El viaje había durado trece meses.
Goa era como Babilonia, un mundo pagano y sensual donde los portugueses estaban amancebados con las nativas. Visitó al obispo de Goa, Don Juan de Alburquerque y le mostró las Bulas del Papa que le nombraba su Delegado. Con humildad, se sometió al obispo y se hicieron amigos. Allí, atendía a los leprosos, dormía en el hospital, visitaba diariamente la cárcel y catequizaba en todo momento. Cinco meses estuvo en Goa y lo cambió: abrió escuelas, se instauró la práctica de los sacramentos y fue rector del seminario para el clero indígena.
Finalmente, partió de Goa camino del Japón; pasó por Cochin, llegó a Tuticorin y estuvo en la Pesquería evangelizando en zonas pantanosas, curando enfermos, evangelizando a los pescadores de perlas, atrayéndose a los niños a los que bautizaba, se ganó a los gurús y a los bramanes, atendía especialmente a los parias (como después hiciera la Madre Teresa) e hizo numerosos milagros contrastados. Un ejemplo: En Mután murió un niño y lo llevaban a enterrar acompañándolo su madre llorando. Ordenó parar el cortejo y le dijo al niño que se levantase. El niño resucitó y se lo entregó a su madre. Otro ejemplo: Ordenó abrir la sepultura de un muerto y este salió vivo del sepulcro.
Estuvo en Ceilán, en Santo Tomé y en Malaca. Se cuenta una anécdota, al menos curiosa. Navegando de un sitio a otro, se levantó una tormenta y él echó al mar un crucifijo atado con una cuerda. La cuerda se rompió, el crucifijo desapareció y el mar se calmó. Cuando llegaron a la orilla un enorme cangrejo le traía el crucifijo.
Vuelve a Goa en 1548 y de nuevo se pone en marcha hacia Japón. Navegaba en un barco muy pequeño. Se levanta una gran tempestad por lo que tienen que dirigirse a un puerto de China. Desde otro barco les avisan de que aquello estaba lleno de piratas, vuelven atrás y un fuerte viento los lleva al Japón. “Ni el demonio ni sus ministros pudieron impedir nuestra venida”.
Todos sabemos que Japón es un archipiélago volcánico y que sus principales religiones son y eran el shintoismo y el budismo. El 15 de agosto de 1549 llegó a Kangoshima, en la isla de Kyusin y se hospedó en casa de Pablo de Santa Fe; se dedicó a predicar y se corrió la voz de que había llegado un bonzo extranjero. Marchó a Yamaguchi, de allí a Meaco, en Kyoto y de nuevo vuelve a Yamaguchi, siempre predicando, dando clases y enseñando a leer y escribir, curando enfermos y asentando a las comunidades cristianas.
En Yamaguchi lo recibió el rey local (el mandamás) y le regaló un clavicordio, un reloj, un arcabuz, dos pares de gafas, jarros de cristal y finas telas; el lo rechazó todo y solo pidió permiso para predicar. Dice:”mientras en la India pescaba almas con una red, en Japón las pesco con anzuelo”. Se convertían muy pocos y el vuelve a decir:”El japonés se convertirá si el misionero practica lo que predica”,
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Decide marcharse de nuevo a la India (1551) para hacer nuevos proyectos. Llega a Sanchón y se embarca hacia Malaca y a finales de enero del 1552 llega a Goa, arregla unos asuntos y vuelve a Malaca. Llega nuevamente a Sanchón (1552) ¡ya estaba a diez kilómetros del continente chino!, cerca de Cantón. Construyó una casa de adobe y paja para predicar y decir misa, pero cogió una pulmonía y enfermó gravemente.
Antonio el chino, compañero suyo, escribe:”Se desmayó, le vinieron grandes delirios, rezaba a la Virgen y en cuanto ví esto me pareció que Nuestro Señor se lo quería llevar presto. Yo me preparé para velarle aquella noche del viernes al sábado. Y estando él con los ojos puestos en el crucifijo, al romper el alba, vile hacer un movimiento extraño y poniéndole una candela en la mano, estando yo solo con él, se durmió en el Señor”. Era el 3 de diciembre de 1552, en Sanchón (China) solo a diez kilómetros del continente. Tenía cuarenta y seis años de edad.
Los portugueses lo metieron en un ataúd con cal para que se pudriera y al pasar tres meses lo desenterraron: estaba fresco, como dormido. Lo metieron en otra caja y lo llevaron a Malaca y de allí a Goa y desde el año 1554 su cuerpo incorrupto, casi integro, está sepultado en la Iglesia del Bon Jesús.
Pero algunas reliquias se repartieron por todo el mundo. Un brazo incorrupto está en la Iglesia del Gesù en Roma (Italia) y reliquias menores las hay en el Castillo de Javier (Navarra), Isola della Scala, Verona (Italia), Macao, Jaro (Filipinas), Imola, Bologna (Italia) y otros lugares.
El Papa Pablo V lo beatificó el día 25 de octubre de 1619 y fue canonizado por el Papa Gregorio XV el día 12 de marzo de 1622 junto con San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Isidro Labrador y San Felipe Neri.
Benedicto XIV, en el año 1748 lo declaró patrono de Oriente, San Pío X, en el año 1904 lo nombró patrono de la Obra de la Propagación de la Fe y en 1927, el Papa Pío XI lo nombró patrono universal de las misiones.
Lo escrito por San Francisco de Javier se ciñe en la correspondencia que mantuvo con sus compañeros y responsables de evangelización, aunque también existen algunos pequeños escritos de catequesis, como “El pequeño catecismo”, “El gran catecismo” y “Las instrucciones para los catequistas de la Compañía de Jesús”.
Como apóstol de Las Indias lo han inmortalizado los más importantes pintores y escultores: Murillo, Goya, Luca Giordano, Rubens, etc.
San Francisco Javier perteneció al grupo fundador de la Compañía de Jesús, fue colaborador de San Ignacio de Loyola, ejemplo de absoluta entrega misionera, un modelo de sinceridad, decidido a predicar la fe de Cristo en Europa, África y Asia, constante en el trabajo, optimista, amable y cariñoso con los humildes pero enérgico con los engreídos, fidelísimo a su vocación, jovial, amable, humilde, tranquilo y piadoso, obediente a sus superiores, extremadamente pobre y tenía absoluta y plena confianza en Dios.