1883 - Testimonios de Nicolás Avellaneda.
Había llegado el momento, y el Padre Esquiú se presentó ante su superior vestido de una jerga más cenicienta, con el pie desnudo sobre la sandalia y con el bastón de viaje. Abrazaba una regla más estricta dentro de la misma Orden, y emprendía la vida del Misionero que pasa circuida de peligros entre los salvajes y en medio de los bosques. A dónde iba? Iba a la antigua ciudad de Tarija, que podíamos comprender con justo título dentro del dominio argentino, que se halla situada al pie de la montaña altísima de la que descienden las primeras corrientes del Bermejo, y en los confines de la vasta y pavorosa región que se mostró inaccesible a la conquista del Chaco... buscando para adoctrinarlos a los feroces Chiriguanos...
El misionero de Tarija pasa cada año cuatro meses en las reducciones del bosque, y viene enseguida al Convento a reposarse de sus fatigas...”. “El padre Esquiú fue arrancado del Convento de Tarija por una orden del Sr. Puch, Arzobispo de la Plata”.
“El padre Esquiú acaba de morir a los cincuenta y un años ejerciendo su apostolado”...
Nicolás Avellaneda
Buenos Aires, enero 16 de 1883
Conclusiones de Pedro Goyena...
Pedro Goyena, después de escuchar el Sermón Patrio pronunciado en la Catedral de Buenos Aires, en 1880, con motivo de la capitalización de Buenos Aires, “no los pinta:
Vimos subir al púlpito a un fraile franciscano, de elevada estatura y ancha espalda, el cabello castaño, la tez morena, la cabeza hermosa, las líneas de la fisonomía puras y correctas, los ojos rasgados y pardos, reflejando la dulzura aliada a la energía y la prudencia. Nada había tímido ni jactancioso en el porte...
Habló y supimos que la voz del Padre Esquiú es plena y varonil, aunque no habituada a esas rápidas inflexiones en que algunos oradores hallan a menudo recursos para influir sobre el auditorio”.
1883: el padre Jordán y su oración fúnebre...
El padre Camilo José Jordán, en su oración fúnebre del 01 de febrero de 1883, reconoció haberlo visto así:
“...Sacerdote novel, vestido con el sayal franciscano. Su mirada dulce y bondadosa, su frente ancha y serena, sus formas puras, hermosas, viriles, cautivaban al inmenso auditorio aun antes que sonara su voz. Al oírla la fascinación era completa. Robusta y sonora, flexible y rígida tal vez, la convicción a la inteligencia más obcecada, llevaba la persecución al corazón más endurecido...”
1926:otra semblanza...
En 1926, el Académico Dr. Guillermo Correa, -citado por el Dr. Leoncio Gianello-, en “Semblanzas de Esquiú”, profundiza la visión y exalta sus excelsas cualidades:
“Paréceme que dos aspectos forman la síntesis de esta heroica personalidad, el de su humildad y el de su elocuencia, fundamentos graníticos de su gloria”, una virtud que como ratificara el Dr. Correa, “se cinceló hora por hora, día por día a golpe de martillo taladrando duramente su vida”.
Algunas valoraciones sobre su obra...
“Tanta era su habilidad, finura y destreza para tratar los asuntos más difíciles de actualidad, que constatando los principios y condenando los errores dejaba a su auditorio en la pacífica de la verdad”...
“En sus discursos patrios, con especialidad en el de la Jura de la Constitución, ¿se despojó de los esplendores de la literatura? No; con el entusiasmo de la juventud vistió su discurso con el vistoso ropaje de la belleza y encantos del arte, y con una piadosa ostentación vienen a demostrar a sus compatricios las virtudes cívicas y religiosas de que estaba adornado su juvenil corazón. ¿Cómo así? Estudiando con una sorprendente apreciación los males de nuestra historia, señalando al mismo sus eficaces remedios. Como periodista se coloca en sus artículos en las altas regiones de la serenidad y reflexión; sus argumentaciones son sólidas y sin réplica; y si alguna vez hace uso de la sátira, no es para herir a su contendor, sino únicamente para confundirlo y deslumbrarlo con los esplendores de la verdad. ¡Hasta en las fatigosas luchas de los principios estaba retemplado de la fecundante virtud de la caridad!. Así lo demuestra en sus cartas dirigidas a sus adversarios”.
Fray Juan B. González
Córdoba, noviembre 11 de 1883
Autobiografía primera...
“El año de 1826, a 11 de Mayo, a las 11 horas de la noche, nació como tantos un hombre, bajo un techo pajizo. Se le administró inmediatamente el bautismo. Se crió con el dolor en el corazón y el llanto en el rostro como todos los humanos; su piadosa madre le vistió a los cinco años una habitito de San Francisco -a los 6 sabía leer y escribir, vivía sin vivir como todos los muchachos; a los 9 entró a estudiar latinidad con su hábito siempre- a los 10 perdió a su madre, en ese mismo tiempo lo recibieron de limosna en un Convento -a los 16 profesó esa religión-, a los 17 concluyó Teología, a los 19 fue lector de Filosofía -en un Colegio-. El saber le ha gustado, tenía afición a la lectura; pero le faltó toda su vida un mentor en este sentido -es por esto que leía sin plan, sin un objeto a la vista- tuvo un corazón bueno, supo amar con energía y sencillez, pero en el silencio – ahora tiene de edad este nada singular personaje 27 años”.
(“Breves apuntes” escritos por Fray Mamerto Esquiú, incluidos al comienzo de su libro titulado “Historia de mi entendimiento”).
Sus primeros años...
El 14 de octubre de 1855, Esquiú amplió esos testimonios; “...Mi mamita, doña Francisca Medina” -la tía que lo crió-: “madre señora doña Paula Medina y Medina” -su abuela materna- y sus “cinco hermanos, Rosa, Odorico, Marcelina, Justa y Josefa”.
En la carta al Obispo Achával en 1873, le expresó: “Vuestra Señoría Ilustrísima conoce la humilde condición de mi familia, de mis pobres padres; pero sabe también que su honra no está mancillada, que la ambición y la avaricia no la han rebajado jamás a una acción villana; que su pobreza y humilde condición han tenido siempre dignidad hasta el grado de un heroico orgullo; yo recuerdo con admiración y ternura, que alguna vez no teníamos qué comer y mi padre nos hacía rezar, pero no se acordaba de pedir prestado un medio real; enfermo por largo tiempo, nadie vino a cobrar, después de su muerte, un solo maravedí que él debiera a nadie”.
Más datos para su biografía...
“Nació el Reverendo Padre Lector Fray Mamerto Esquiú el 11 de mayo del año del Señor 1826 en la Callesita (anexo del Curato de Piedra Blanca) tres leguas distante al Nordeste de la ciudad de Catamarca. Sus padres fueron D. Santiago Esquiú, natural de Cataluña y Da. María Nieves Medina natural de Catamarca; aunque escasos bienes de fortuna pasaron una vida ejemplarmente honrada y cristiana. Llevados de la especial devoción a San Francisco de Asís, vistieron del grosero sayal franciscano al joven Fray Mamerto, cuando tenía cinco años aún no cumplidos”...
“El 14 de julio del año 1852, emitió los solemnes votos de religioso menor previos los requisitos del derecho”...
Fr. Wenceslao Achával – Fr. Eulogio Pesado
13 de julio de 1854
(A solicitud del “Exmo. Gobierno de la Provincia de Catamarca, a solicitud del Supremo Gobierno de la Confederación Argentina”).
“Diversas fases de su existencia...”
El Pbro. Alberto Molas Terán, en junio de 1926 entregó una recopilación de datos referidos al virtuoso Mamerto Esquiú. Una mirada sobre esas páginas, permiten reconstruir esta cronología histórica:
1826: Nacimiento en la Callecita, Dto. Piedra Blanca, Pcia. de Catamarca.
Hijo del catalán, Santiago Esquiú, exprisionero del ejercito español en el Alto Perú, soldado del regimiento Fijo, y de María de las Nieves Medina, unidos en matrimonio el 05 de setiembre de 1822.
Nació enfermo y recibió inmediatamente el bautismo, del sacerdote P. Francisco Cortés, franciscano.
1828: (13-12) El fusilamiento de Dorrego ocurrido ese día, constituyó un hito y marcó un tiempo de desencuentros, de revanchas, de muerte. Dos frentes combatían sin tregua: los unitarios y los federales. En ese tiempo comenzó la infancia de Mamerto Asunción...
1831: A los cinco años su madre lo vistió con el hábito de San Francisco de Asís, cumpliendo con una promesa. En el museo de San Francisco en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, se conserva como reliquia un trozo el paño del hábito sacerdotal de Fray Mamerto. Catamarca, en esa época era gobernada por Manuel Antonio Gutiérrez, atravesando “jornadas de violencia” por “antiguos rencores”, al decir del Dr. Leoncio Gianello.
Las lecturas de Mamerto Esquiú...
De acuerdo con el testimonio de su único hermano: Odorico, “leía mucho y correctamente en nuestra casa, unas veces para sí y otras para la familia, los pocos pero buenos libros que poseía mi padre, que eran Ejercicio Cotidiano, Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, Verdades Eternas, Epístolas de San Pablo y la Sagrada Biblia”.
1835: Junto a su hermano Odorico, asistió a la Escuela Cristiana de San Francisco, alojado en casa del sastre Elías Núñez -también su maestro-, nueve cuadras distante del Convento. De acuerdo a testimonios de su hermano, Mamerto, no necesitaba dedicar demasiado tiempo al estudio para dar buenas lecciones.
1836: (20-05) Murió su madre, “ángel tutelar del hogar doméstico”, “aplicada a la rueca y al telar y a preparar con sus propias manos el alimento de su esposo y de sus hijos”...
(30-05) Ingresó en el Colegio de San Francisco en calidad de novicio.
Estudiante destacado...
1837: Obtuvo las mejores calificaciones en las clases de Latinidad.
1838: Cursó Filosofía hasta 1840, con el Padre José Wenceslao Achával, luego Obispo de San Juan de Cuyo, quien fue su profesor de gramática latina; y con Fray Bernardo Pajón de la Zarza. Estudió Jurisprudencia con el Dr. Tadeo Acuña, actividad que abandonó por indicación del Padre Ramón de la Quintana -quien había figurado entre los Recoletos de Buenos Aires y que traía de España su alta reputación como latinista.
Esa decisión no impidió que siguiera leyendo los correspondientes libros, completando su autoperfeccionamiento. Se dedicó a la Matemáticas, Historia, Ciencias Naturales e Idiomas extranjeros (francés e italiano).
1841: Estudió Teología hasta 1843, completando el noviciado. De inmediato comenzó a enseñar en la escuela la primaria del convento, mejorando al sistema educativo. En ese tiempo, en Catamarca “había inestabilidad gubernativa”, “hasta que logra clima de paz el gobernador Navarro, que ocupaba el sillón gubernativo cuando Fray Mamerto fue ordenado sacerdote”, como lo afirmó Gianello en su recordación.
Profesión religiosa...
1842: (14-07) Hizo su Profesión religiosa.
1845: Fue designado Lector en Filosofía. Hasta 1848 dictó las cátedras de Filosofía y Teología -nutriéndose con los ejemplos de San Agustín y de San Buenaventura. Interrumpió esa labor docente, para viajar a San Juan y recibir el Orden Sagrado.
1848: (18-10) Dejó sus actividades y a lomo de mula, se trasladó hasta San Juan. Con 22 años y dispensa por la edad, recibió la Orden sacerdotal de San Francisco, en ceremonia a cargo del Obispo de Cuyo Dr. Manuel Eufrasio Quiroga y Sarmiento. Volvió a sus trabajos y a sus servicios.
1849: (15-05) En Catamarca, rezó su primera Misa.
1850: Fundó en Catamarca el Colegio de la Merced o Seminario Conciliar, dirigido por sacerdotes seculares. Redactó el Reglamento Interno del Colegio. Hasta 1860 dictó Ciencias Sagradas y fue el bibliotecario del Convento.
1851: Comenzó su Oratoria en la Catedral de Catamarca, con el “Panegírico de San Francisco de Asís”-Poverello, desposado con la Señora Pobreza...-
1853: (20-04) La Confederación estaba en pie de guerra. Reunidos los Constituyentes en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, el discurso de Juan Fco. Seguí -del círculo; circulero...-, fue una oposición al de montonero Facundo Zuviría, perteneciente a la resistencia católica que incluía a los sacerdotes Pérez y Centeno -de Catamarca”.
Zuviría dejó la Presidencia y pidió la lectura de su discurso -pese a que estaba prohibido hacerlo-, oponiéndose a la Constitución. Dijo el historiador José Ma. Rosa: “El Padre Centeno se fue a poco, porque no le pagaban el sueldo, dejando una simple nota de que se volvía a Catamarca por “el motivo de llegar a ser muy escasos los medios de subsistencia en esta ciudad”.
La lectura del acta permite comprobar que: “a pedido de Seguí el proyecto fue aprobado por aclamación. Unánime aclamación por mayoría. ...”y resultó unánimemente aprobado y aclamado por una mayoría de catorce votos contra cuatro”. Los cuatro votos debieron ser de los cuatro montoneros en condiciones de votar: Zuviría, Fray Pérez, P. Centeno y Colodredo”.
(01-05) Expresó el historiador José Ma. Rosa: “Urquiza tenía predilección por los aniversarios. Los constituyentes firmaron a los 10 de la mañana del 1º de mayo, fecha del Pronunciamiento, el códice de cantos dorados donde Campillo, con meritoria caligrafía, había transcripto en una labor de diez horas el texto votado en diez noches”. “Urquiza la promulgó solemnemente en Flores el 25 de mayo y ordenó se la jurase en toda la Confederación el 9 de julio. No hubo inconvenientes pese a algunas resistencias católicas en Catamarca... Tal vez movidas por Centeno. Para detenerlas, se encomendó a Fray Mamerto Esquiú, que ya descollaba como elocuente orador sagrado, un sermón patriótico sobre las ventanas del constitucionalismo. El santo varón cumplió”, afirmó José M. Rosa.
En la interpretación del Dr. Juan Rafael Llerena Amadeo, “la Constitución Nacional trata acerca de Dios desde dos puntos de vista. Uno de ellos es el de Su existencia y atributos. Otro es el del culto con que se honra a Dios.” En consecuencia es aceptable que la Constitución es liberal, pero es innegable que sostiene una Fe, aunque tolera la libertad de cultos.
1853 (09-07) Recordó Esquiú que “el veintitantos de junio se presentó el amigo don Francisco Acuña, interponiendo la necesidad de las circunstancias de jurarse la Constitución, y nuestra amistad para que me encargará de la Oración Religiosa de Nueve Julio. Como quiera que sea yo un poco cobarde, a vista de tan poderosos motivos deferí a la solicitud, -obligándome a hacer todo lo que pueda, sin que por esto asegurará predicar”.
Narra después sus sucesivos borradores, las lecturas de sacerdotes y amigos, para juzgarlo; y todos los aprobaban. Hasta que llegado el momento, “en medio de una numerosa concurrencia exhala el sermón mi pecho nutrido previamente de una cantidad abundante de chocolate con tres cucharadas de manteca- Estuvo vigorosa mi voz... ”rememoró el fraile catamarqueño el 19 de julio cuando con humor recordó cómo había sido destruido el sermón de Ntra. Sra. del Valle, y cómo encargaba él, en ese momento, a Doña Ascindina, que conservara su cuaderno con sus sermones...
Fray Mamerto Esquiú celebró el acontecimiento, con la Palabra del Libro I de los Macabeos:
“Laetamur de gloria vestra – Nos congregamos con su gloria...
En ese momento dijo:
“El carácter prominente del Universo es revelar su Autor y sus perfecciones. A la primera ojeada se siente la presencia de dios, cuyos inefables atributos vienen revelándose con más claridad a medida que subimos desde lo bajo hasta lo alto de la escala de los seres, hasta esa sustancia que con el pensamiento y l libertad resume admirablemente el Universo entero, sus fenómenos y sus leyes. Pero el reflejo Divino se presenta con una solemnidad que sorprende, cuando consideramos la sociedad, la grande y sublime humanidad, que arrancando su existencia de abismos impenetrables, hinchiendo continentes, e islas, y depositarlas de la vida, de las tradiciones y de las ciencias, camina con todos, los siglos a ese porvenir tan fecundo en misterios y esperanzas! Aunque unas Naciones aparezcan y se destruyan, éstas se conserven, otras rejuvenezcan, aquellas bamboleen, y crúcense de un polo a otro polo, unas se lancen como la noche, como la tempestad, otras como la aurora, como la fecunda lluvia, la luz ilumine las tinieblas, las tinieblas ahoguen la luz; sin embargo, el conjunto es admirable: siéntese una mano que contiene el principio y el fin, que encierra el uno y el otro abismo: por un modo admirable en ella la inmensidad de Dios, su Provincia, su Justicia, si Soberanía infinita! Dios se mece sobre los hombres, como el sol centellea sobre los planetas! Por esto es grande! Por eso se exalta, palpita nuestro corazón cuando sentimos la vida de las naciones! Por esto la Religión y la Patria tienen idénticos intereses, nacen de un mismo principio, caminan cada una por vías peculiares a un mismo fin, y la una y la otra con sus pies en la tierra, y asidas de sus manos con eterno amor, campean sus cabezas en el horizonte de lo infinito.
Veis un Pueblo, Señores? Está encadenado a lo infinito; ha nacido y se conserva bajo de esa condición: un individuo rompe a su placer ese lazo sublime; pero los pueblos no, los pueblos no son ateos, ni racionalistas, ni indiferentes; estos sistemas son abismos donde súbitamente desaparecieran entre el estrépito del hierro y la conflagración; el individuo formula atrevidamente un pensamiento sobre las ruinas de la verdad que puede él devastar, y se conservará, merced a la brevedad de su existencia, y a lo diminuto de ser; pero la vasta combinación de un Pueblo se desorganizaría en el momento de suplantar un error a la verdad, un sistema a la tradición: en él todo es grande: verdades grandes, intereses grandes, actividad inmensa.
ARGENTINOS! es por esto que al encontrarnos en la solemne situación de un Pueblo que se incorpora, que se pone de pie, para entrar dignamente en el gran cuadro de las Naciones, la Religión os felicita, y como Ministro suyo os vengo a saludar en el día más grande y célebre con el doble grandor de lo pasado y de lo presente, en el día en que se reúne la majestad del tiempo con el halago de las esperanzas.
Con sus felicitaciones, os traigo también sus verdades. Cuando cesáis de ser vaporosos y fugitivos, todo es grave y solemne: cuando entráis en un camino de verdad, todas las realidades deben concurrir y desaparecer utopías y vanas peroratas. Más feliz y mejor avisado que los que siempre os quieren hallar en 1810, me cabe la suerte de admiraros en el NUEVE DE JULIO DE MIL OCHOCIENTOS DIEZ Y SEIS, Y MIL OCHOCIENTOS CINCUENTA Y TRES. Yo no haré más que reflectar sobre vosotros, los rayos de la gloria y principalmente las verdades que arroja este día sublime y magnífico.
Rey de los siglos! Tipo eterno y soberano de los Pueblos! Antes que me prosterne a los hombres, me humillo ante vos! Antes que bendiga vuestras obras e imagen, bendigo y adoro vuestro ser infinito e inmutable. Os invoca sobre la Nación Argentina, y sobre mi corazón y mi lengua para que sean fieles a vuestra verdad. Recibid mis votos y mis plegarias por medio de María Santísima a quien saludamos.
AVE MARÍA”
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Sumisión a la ley...
“Que la Patria reclame sus propiedades usurpadas, que levante del polvo su sien augusta, que posea su Gobierno, sus leyes, su nacionalidad! Esto es santo, esto es sublime: y la independencia y la libertad de un conquistador que oprimiera estos eternos e incuestionables derechos, son justas; la Religión las ha proclamado, las ha ungido con el óleo sagrado de su palabra, y ha entonado himnos después de los triunfos de la Patria.
Que el individuo, el ciudadano no sea absorbido por la sociedad, que ante ella se presente vestido de su dignidad y derechos personales; que estos queden libres de la sumisión a cualquier autoridad! esto es igualmente equitativo y el carácter prominente de los pueblos civilizados antigua, y que nos trajo la Religión con su doctrina, y el ejemplo de los fieles, que inmóviles resistían el impulso tiránico de los Gobiernos, de las leyes, de las preocupaciones del mundo entero.
He aquí, Señores, en esta doble independencia, la única verdadera libertad, la que es el fundamento de las naciones y elemento de que viven: la preciosa libertad, que apenas conoce nuestro Patria, y cuya existencia está insinuada teóricamente en dos actos, el de su sanción el año de 1816, y el de su fórmula en 1853”...
“La acción de la carta Constitucional es vastísima y se halla en oposición casi a toda la actualidad de la República; es una savia que tiene que penetrar enmarañadas y multiplicadas fibras, que necesita mucho tiempo para vivificar totalmente el sistema: ella es una inmensa máquina, cuyos últimos resultados presuponen innumerables combinaciones; y grande y pesada como es, y compuesta en vez de ruedas, de voluntades, necesita cooperación universal, simultánea y armónica...”
“República Argentina! Noble patria! Cuarenta y tres años has gemido en el destierro! medio siglo te ha dominado tu eterno enemigo en sus dos faces de anarquía y despotismo! qué de ruinas, qué de escombros ocupan tu sagrado suelo! Todos tus hijos te consagramos nuestros sudores, y nuestras manos no descansarán, hasta que te veamos en posesión de tus derechos, rebozando orden, vida y prosperidad! Regaremos, cultivaremos el árbol sagrado, hasta entero desarrollo; y entonces sentados a tu sombra, comeremos sus frutos. Los hombres, las cosas, el tiempo, todo es de la Patria”...
“Obedeced, Señores, sin sumisión no hay ley; sin leyes no hay patria, no hay verdadera libertad: existen solo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra y males de que Dios libre eternamente a la República Argentina: y concediéndose vivir en paz, y en orden sobre la tierra, nos des a todos gozar en el Cielo de la Bienaventuranza en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, por quien y para quien viven todas las cosas. AMÉN”
Reconocimiento y prédica constante...
1853 - (11-12) El P.E de Catamarca le otorgó una subvención desde el 1º de enero de 1858 próximo, por cuatro años, para que completara su “educación en París”.
1854: (28-03) Pronunció un Sermón con motivo de la instalación de las autoridades federales de la Nación Argentina. Su palabra en ese momento, aún hoy invita a la reflexión, sobre flagelo de la guerra.
Dijo: “¿Quién jamás ha abarcado, ha podido valuar la grandeza y el número de los males que trae una guerra?...
1854: (02-05) Desde Paraná, el Vicepresidente de la Confederación Argentina, Salvador María del Carril, firmó el Decreto de Honores por el Sermón de la Constitución. Refrendaba el acto, José Benjamín Gorostiaga. Mediante una ley, se había dispuesto asumir los gastos de un viaje que realizaría a París, para completar “estudios literarios”. No aceptó.
(25-05) Con motivo de la instalación del primer gobierno constitucional en su provincia natal, pronunció un Sermón Patrio y destacó los valores que jerarquizan a la persona humana.
Acerca de las luchas fratricidas...
Con pesar por los estragos de las luchas fratricidas, el ilustre Fraile franciscano expresó:
“Del hombre individuo todos confesaréis que su bien y felicidad están modelados en los principios de virtud y de justicia, que por más que abunde la sabiduría, la riqueza, los dones de la naturaleza, si faltan aquellos otros, si la rectitud de conciencia, si la pureza de vida, no son el alma que vivifique y ordene cuanto allegare al hombre, todo ello no es más que amontonar ruinas sobre ruinas, arenas que se derrumban en el abismo de la nada.”
El delirio de sus placeres...
“¿Qué hombre no ha confesado hasta en el delirio de sus placeres, que el justo cubierto de harapos es más feliz, más venturoso que él? ¿Quién ha visto que el justo sea siempre desamparado? ¿Y quién no ha presenciado la depresión, el aniquilamiento de esos impíos arrogantes?...
“La fuerza bruta sobre el orden”...
“El mayor enemigo de la justicia y de la felicidad pública es la revolución. Si tuviéramos un entendimiento claro y vigoroso que sondeara las profundas entrañas de la humanidad, que abarcase todo lo presente y que siguiera esa prolongada cadena de causas que han obrado desde el principio con una infatigable acción en el oculto laboratorio de la vida de los pueblos, veríamos sin dudas que el agente furibundo de todas las calamidades públicas, de todos los males en política y por tanto en el orden social, es la revolución, es decir: el triunfo de la fuerza bruta sobre el orden y la ley, o a la menos, sobre algunos restos de esos amados objetos: veríamos toda la ruta de la humanidad poseída de esa furia que siempre destruye, que todo lo asola, así como la vida se nos presentaría retoñando de las buenas y fecundas venas de la virtud, ahora esté oprimidas y cautiva, ahora triunfe y reine en los destinos visibles de la sociedad”.
Reconoció después: “A la verdad, toda revolución es un traidor, un Caín fratricida; sus factores invocan principios, prometen largamente, y en pos de las promesas viene la violencia en lugar del Gobierno, y una copa inagotable de males aplicada a los labios del pueblo iluso: en cuanto a los principios que declaman, yo preguntaría a esos hombres de muerte y desolación: - ¡Con qué autoridad, con qué vislumbre de justicia venís a trastornar el orden público? ¿De dónde has sacado ese derecho supremo de imponer a la Patria, tú, individuo, sin más atribuciones que las de un simple ciudadano? Su respuesta será como siempre, que ha oído el gemido de sus hermanos, y que viene a ponerlos en libertad, defendiendo los principios y los derechos del pueblo, ¡pero vive la Patria! Que el hipócrita miente; si hubiera en esos hombres un patriotismo tan decidido, ¿cómo en lo demás no se les ve ese amor, esa abnegación individual? ¿Por qué no trabajáis con toda la fuerza de vuestra alma en generalizar la ilustración, la moralidad, en difundir el espíritu de unión en los ciudadanos para que el pueblo, tomando su imponente y solemne lugar, destierre solo con su presencia los tiranos y hasta el despotismo de sus instituciones?...
La voz del pueblo...
En un análisis acerca del principio constitucional que reconoce que la “la soberanía reside en el Pueblo”.
Fray Esquiú advirtió que “el pueblo no es chusma, no vive de caprichos, ni es agitado de las inconstancias del demagogo: el pueblo ha dicho una vez, y su palabra es tan soberana como su vida. En nuestro pasado una de las cosas sagradas que más de han profanado ha sido el nombre y la voz del pueblo; no ha habido revolución, partido, ni acto inicuo sobre quien no se invoque ese nombre venerando; lo han tirado al suelo, lo han hollado, se han cometido tantas iniquidades y tropelías bajo esa égida, hasta dejar en las masas una honda prevención a las invocaciones de Patria o Pueblo”.
Cátedra de educación cívica: la justicia...
Acerca de los pueblos... advirtió:
“Esta verdad que veis en el hombre-individuo, porque es un objeto más proporcionado a nuestra vista miope, aplicadla por igual razón a la vida de un pueblo: éste no es más que un hombre en grandes proporciones, con inteligencia más vasta, voluntad más fuerte y acción más poderosa de vida en un período de vida más dilatado que los breves días del individuo; pero como éste, así también en aquél perfecciona sus facultades y posee la felicidad en el círculo de leyes invariables y eternas. Los pueblos, como los individuos, nacen, crecen, decaen y mueren, y para unos y otros la fuente de una vida venturosa, de verdadero vivir, es únicamente la virtud, la justicia que tiene en sí, por todos los bienes, y además los engendra de su seno, perfectos y acabados como los productos de la naturaleza.
A todos los hombres, individuos y pueblos ha enviado Dios esta embajada:
“Decid al justo que bien, porque comerá el fruto de sus designios”.
La división de poderes...
Refiriéndose a la división de poderes, Fray Mamerto Esquiú dijo:
“El poder público representado se distribuye por la Constitución en tres grandes agentes: uno para la Administración de Justicia, otro para hacer las leyes, y el último para ejecutarlas. La base de esta distribución es que sus respectivas funciones sean incomunicables, la Legislatura no administra la Justicia, ni el Poder Ejecutivo puede hacer las leyes ni desempeñar el oficio de Juez, así como la Sala y los Tribunales no pueden ser ejecutores de aquellas, garantizándose la libertad del ciudadano en esta incomunicable distribución contra el exceso de poder, y acodándose la forma particular de sus agentes a los oficios propios de cada unos de estos poderes públicos”.
“Ejecutivo que demanda prontitud y desembarazo, reside en uno en la cuasi totalidad de sus actos, la Administración de Justicia que pide más integridad y luces que prontitud, se desempeña por una Cámara; y la formación de las leyes en que presidir la universalidad de intereses, las miras previsoras, la calma de la razón y el equilibrio de lo justo con los hechos...”
“La segunda base del ejercicio del Gobierno es la responsabilidad de sus empleados, como una consecuencia de la forma republicana, en que la ley está por encima de las personas, que el que manda en su nombre está también sujeto a ella con la misma fuerza que el mandado”.
Las legislaturas...
“Sobre las legislaturas nombradas por el pueblo gira toda esa máquina de Gobierno; ellas deben ser el contrapeso de las tendencias al absolutismo del Poder Ejecutivo, ellas deben ser el santuario de la ley, el amparo del oprimido, en ellas se cifra principalmente toda la libertad, garantías y ventajas del gobierno republicano, pero ¿es verdad que esta importantísima institución llena esos grandiosos destinos? ¿Obra independiente de los Gobernadores, tiene esa noble libertad de las personalidades para sólo atender a los intereses del pueblo, hace el trono del espíritu republicano y de la ley o forma la baja peana de un individuo? Permitidme que os revele mi amarga convicción: Si en los cuarenta años que han transcurrido no hubiera habido Legislaturas a manos de la política, la corrupción no sería tan honda y los Gobiernos no habrían tiranizado tan descaradamente a los pueblos”.
Reflexionó luego. “Estas tristes observaciones de las cosas humanas deben seleccionarnos para no fiares de solas las creaciones políticas; para que busquemos en otra cosa más fundamental que ellas, la estabilidad de nuestros Gobiernos y la felicidad común”.
Esa fuerza sustentadora ha de ser seguramente, el espíritu responsable y solidario del pueblo, dispuesto a convivir en la tolerancia con el íntimo convencimiento de que “no habrá persona que pueda realizarse, en una comunidad que no se realice...”
1855 -Convención Constituyente en Catamarca
1855: Vicepresidente 2º de la Convención Constituyente de Catamarca; elevó el informe de la Comisión que redactó el proyecto de Constitución. Hasta 1862, ocupó una banca en la Legislatura catamarqueña, cargo al que “consagro todas sus energías al progreso moral y material de su provincia; cooperó eficazmente con su voto, con sus luces y con su autoridad a la creación de la renta pública, al fomento de la industria minera, al establecimiento de numerosas escuelas, a la instalación del alumbrado, a la imprenta, a la mejor representación de la provincia ante el Senado Nacional, a la construcción del Cabildo y del Palacio de Gobierno.
Su actuación en la Cámara es una de las páginas más meritorias de su laboriosa existencia...” Ejerció el periodismo en “El Ambato” de Catamarca; en diarios de otras provincias, entre ellas Córdoba y Buenos Aires, y en el exterior (“El Cruzado” de Bolivia, entre otros). Sus notas en “El Ambato” las firmaba como: “El caballero de la triste figura”... ¡el Quijote!
Los Templos...
1856: (20-02) Con motivo de la erección del templo en la Iglesia Matriz de San Miguel de Tucumán, Fray Mamerto Esquiú dijo: “La erección de un Templo es un hecho que reúne todo lo grande y misterioso que se obra en la tierra, es la confluencia universal de Dios y de las criaturas; allí ha traído la Religión sus misterios de gracia y de verdad, y lleva también allí el hombre con la riqueza de su entendimiento y de su corazón, la grandeza y dignidad de Pueblo: el tiempo ofrece sus tradiciones augustas e insondables, las artes los primores del genio, la tierra ha dado sus canteras preciosas, entran los dones cuantiosos de la riqueza, y los votos humildes pero férvidos de la inteligencia; Dios, y el hombre, el tiempo, el espacio, toda la naturaleza, los espíritus y los cuerpos concurren y se personifican en un Templo!
Pero organizándose todo esto, no es para una vana ostentación de lo más granado de todas las cosas, sino para ser una nueva fuente de vida de aquello que lo compone: el hombre ha recibido de los Templos, que su corazón abunde en sentimientos elevados, que su inteligencia vuele en las esferas de lo infinito; las artes tienen allí la puerta de unos horizontes en que se descorren bellezas de un orden celestial; de las bóvedas de un templo caen torrentes de inspiración para el genio; la tradición rejuvenece en esos ámbitos sagrados; y el pueblo y orden social tienen allí el primer principio de su vida y conservación, el enemigo más poderoso del egoísmo; y el espíritu uno y simple de los hombres reunidos en sociedad.
El Templo, casa de oración...
Por esto es, Señores, que la humanidad ha tenido constantemente en todos sus círculos de vida el centro vivificador de los templos; allí está Dios fecundando los Pueblos...”
“El Templo es un primer lugar casa de oración. Dios lo ha querido que así, se llamaran a estos lugares misteriosos...; en ellos encontraremos todo lo que se busque, se conseguirá lo que pidamos, y se abrirán los tesoros de misericordia para todo aquel que llame a sus puertas...”
“El templo es la segunda escuela de verdad. Todo hombre conviene en que la verdad es nuestra primera necesidad, que es ella la que nos coloca sobre el nivel de los brutos, la que nos comunica la vida de lo infinito, y da a nuestras facciones rasgos de inmortalidad de verdad...; “es además el lugar de nuestras explicaciones...”; “es ara sacrosanta del sacrificio católico...”.
“Los ocios”...
1857: (18-12) Con motivo de la ejecución de un reo parricida y suicida, en la ciudad de Catamarca, su palabra invitó a la reflexión:
“El ocio blando, las divertidas orgías, los lances de fortuna en el juego, ¡qué cosas bellas para vosotros! Cuántas flores creéis pisar en los caminos” no podríais vivir sin esos pasatiempos como llamáis! –ah! Pasatiempos? Ellos son el semillero de todos los grandes crímenes, allí está la escuela de los mayores malvados: ellos son la cuesta rapidísima que termina en el abismo del patíbulo”. Censuró los “ocios insignificantes del muchacho sus leves rapiñas, sus ligeros caprichos, la desobediencia a sus padres, sus pequeños pleitos y camorras, el venial vacío de la virtud y del temor de Dios...”
Se refirió a la “lujuria”, identificándola como “la fiera de la voluptuosidad...” y clamó para que los hombres sintieran “odio al vicio y amor a la virtud”.
El Gobernador Octaviano Navarro le informó que disponía de la subvención anual para trasladarse a París, para estudiar en el Instituto de Propaganda de esa ciudad.
Fray Esquiú renunció a ese beneficio; prefirió seguir su prédica cristiana.
La Fe...
1858: En su prédica en la Iglesia Matriz de Catamarca, en agosto de 1858, Fray Mamerto Esquiú expresó:
“La fe, ha dicho el Apóstol San Pablo, es la base y fundamento de lo que hemos de esperar, el argumento firmísimo de las cosas que no aparecen, la fe está fundada en la palabra de Dios y por eso dice el mismo apóstol, que la fe ha criado los cielos y la tierra y ha justificado a todos...”
“La Fe justifica al impío, el justo vive de la Fe, sin Fe es imposible agradar a Dios, por la Fe todo los vencemos y podemos todo hasta llegar al Padre de nuestro Señor Jesucristo; por ella participamos de los méritos infinitos del hijo amado; somos miembros de su cuerpo, tenemos con él un padre común, y por último, la gloria de la eternidad velada para siempre al hombre, abre sus puertas y nos muestre anchos y fáciles caminos para llegar a ella por medio de la Fe en Dios y su hijo nuestro Reparador! La Fe, hermanos míos, es el don más grande que hemos recibido de la bondad divina, porque sólo la fe es el principio y la puerta de todo bien que esperamos en el orden de la gracia y de nuestra salud eterna”.
“La Fe que salva, hermanos míos, y que consigue las magníficas promesas que le están hechas, la Fe viva es aquella que está animada de buenas obras, y principalmente de obras de caridad, la religión, limpia e inmaculada, dice el Apóstol Santiago, delante de Dios Padre es favorecer los huérfanos y viudas en sus tribulaciones, y guardarse de no ser inficionado de este sigla –apartarse del mal y hacer el bien-...” La Fe, pues, la Esperanza y la Caridad todas juntas constituyen la fe viva que justifica al limpio y de que vive el hombre justo. Esta Fe la hemos de adquirir y conservar orando en el Espíritu Santo, esto es, orando con humildad, con constancia y sin dudar...”
1860: (25-12) Se eligió la Convención encargada de aceptar las Constitución de 1853 o de proponer las reformas.
1861: (06-01) Se reúne en Buenos Aires la Convención. Se logró introducir reformas que afirmaban las autonomías provinciales.
(27-10) Durante su Sermón en la Iglesia Matriz de Catamarca, con motivo de las preces por la unidad del pueblo argentino, Fray Mamerto Esquiú, se expresó acerca de la trágica realidad vivida, y exhortó a buscar y edificar la paz, fraternalmente.
Su mensaje, tiene vigencia.
Buscar y edificar la paz.
Dijo: “El orgullo, la crueldad, el odio, la voluptuosidad siguieron dominando nuestras ciudades y campañas; todas las lenguas rebosaban sensualidad, los tribunales injusticia, las prensas enviaban al oído de todos palabras de mentira e impiedad, las piedras del santuario yacían disipadas, los pequeñitos pedían pan, y no había quien se lo diese; cruel como el avestruz, la hija de mi pueblo dejar morir en la corrupción e ignorancia a todos sus hijos. ¡Ay de mí! El error, los sacrilegios, la injusticia, la más abyecta sensualidad siguieron dominando en nuestras costumbres, hasta que por fin ha llegado el día de la guerra, el azote de los réprobos, porque en la guerra medran todos los vicios y desaparecen todas las virtudes”...
“...Cuando llegan los días de este azote, solo consideramos nombres insignificantes respecto de la masa del pueblo, solo miramos la lucha como sostenida por los jefes de bandos, sin descender jamás al verdadero teatro y causa de la guerra que son nuestras costumbres e ideas dominantes. Sí; en la guerra se despedazan los cuerpos; pero lo estaban ya mucho antes los espíritus.
Y en verdad que si nuestra historia debía enseñarnos algo, y nosotros sacar alguna experiencia de un pasado sólo rico en desastres, ésta debía ser el conocimiento de la causa por que se vive en perpetua guerra en las antiguas colonias de España, desde Méjico hasta el Río de la Plata”.
“Que imagen más viva del infierno que la que presentan nuestros pueblos, respirando iras y rencores que no mueren, despedazándose como fieras entre sí mismo, y legando a sus hijos el espíritu infernal de una guerra interminable?...
1862: Se instaló en Tarija en el mes de mayo, permaneció hasta mayo de 1864; donde al decir de Nicolás Avellaneda:; “ Con la entrada de Esquiú en el convento hubo naturalmente un movimiento de curiosidad que se extendió a la ciudad misma, pero sus pesadas puertas volvieron a cerrarse sobre él como las de una tumba. Ningún murmullo. La orden es rigurosa, el silencio prescripto, y la desnudez completa. El misionero de Tarija pasa cada año cuatro meses en las reducciones del bosque y viene enseguida el convento a reposar de sus fatigas. Hay a veces reuniones en la sala común para comunicarse entre sí los vocablos de los dialectos indios, que están todos obligados a aprender”. Hasta el año 1870, continuó sus estudios bíblicos; dictó Teología en el seminario arquidiocesano. Falleció su bienhechor señor Elías Núñez; su maestro en la Escuela Cristiana de San Francisco, donde su padre dejó alojado a Mamerto. Este triste comentario, lo escribió en su diario el 8 de febrero siguiente, cuando recibió la noticia, en una carta del Padre Reynoso.
(28-12) Dejó escrito en su Diario: “¡Catamarca guarda conmigo un silencio de muerte!”, indudablemente, evocando la ausencia de sus padres y la lejanía de sus hermanos...
1863: (25-01) Amantísimo con su familia, aunque la distancia no le permitía demostrarlo, Fray Mamerto escribió en su diario: “Hermanos finos y muy amorosos, de corazón noble y tierno, merecían que yo hubiera sido digno de ellos; pero no lo he sido!
¡La divina misericordia los proteja siempre!.
Fray Mamerto, había elegido el camino de servir a Dios, y así a todos sus hermanos en Cristo.
(28-01) En su diario, Fray Mamerto recordó a su hermano Odorico. Escribió: es “el único en este mundo que comprende mi dolor y se compadece de mí, consolándose con sus cartas y encargando a su esposa que me escriba cuando él estaba ausente: es el hermano más tierno, el mejor amigo, el bienhechor más generoso”. Luego se reprocha su silencio, porque es poco lo que escribe a su familia.
Sucede, a veces... que el dolor es tan profundo, por todo lo que se ve y no se puede cambiar; por todo lo que se desearía dar y resulta inalcanzable o peor aún, es rechazado..., que sólo el silencio, el augusto silencio en la íntima oración, sirve a la trama de la fraternal comunicación universal.
(08-04) Enterado de la detención de su cuñado Iturre; estuvo “preso, incomunicado tres días, achacándole crímenes políticos” y que “conocido su inocencia, fue suelto”, no pudo evitar dejar esa referencia en su diario, donde consta: “este hecho de un gobernador y ministro que solían ser amigos míos, unido al que está en enigma por allí atrás, han de acabar, espero en Dios, con todas mis ilusiones por Catamarca”.
(1992/93... Ciento treinta años después, Catamarca -recientemente intervenida-, sigue soportando tormentas semejantes y quizás sólo un milagro de la Virgen del Valle, haga posible aquietar las pasiones desatadas por el egoísmo de los intereses creados...)
(03-05) Después de leer una carta de Marcelina, una de sus cuatro hermanas, escribió en su diario: “...Como quiera que ella se sienta triste, se trasluce la paz que pone la virtud en el fondo de las almas humildes. Dios la bendiga”.
Hacía justo un año que no se veía con sus hermanos y familiares.
1864: (28-06) En una carta escrita a su hermano Odorico, desde Sucre (Bolivia), expresó: “Desde el 21 me tienes en el convento de esta capital después de un viaje de cien leguas. He venido aquí porque me lo mandó el R. P. Comisario General a insinuación del Sr. Arzobispo. ¿Por cuánto tiempo?
Nada de esto sé; más barrunto que lo que hay es que S. S., me cree útil para alguna cosa, cuando sólo escucha susurros de “tal cual fama contemporánea”. Fue nombrado profesor de Teología y Consultor de la Arquidiócesis. Permaneció allí durante ocho años.
1867: (06-10) Felipe Varela -el Quijote de los Andes, por su figura...- y sus montoneros, bajó “de la cordillera frente a Salta con mil guerrilleros, esquiva a Navarro que corre a barrerle el paso y al galope se dirige a Salta donde espera proveerse de armas y alimentos”, de acuerdo con la Historia de José Ma. Rosa. Intentaba vencer a Mitre. Atacó la ciudad de Salta y obligó al gobernador y a sus seguidores a refugiarse en el Convento franciscano. En Salta vivía el hermano de Fray Mamerto Esquiú -Odorico-, con su familia. Cuando fue saqueada su casa, su esposa dio a luz y Odorico fue detenido al salir por el patio. Lo llevaron al Campo de la Cruz, próximo a Salta. Allí vio como ajusticiaban a los prisioneros y salvó su vida cuando Felipe Varela, montado a caballo lo interrogó y al saber que era hermano de Fray Mamerto, lo liberó para que pudiera ir a ver a su mujer y a su hijita.
(No serían tan crueles esos montoneros, si se conmovían ante el nombre de un patriota. Otra anécdota recuerda que en esas circunstancias, una hija de Güemes consiguió benevolencia de un soldado, sólo con nombrarlo al Gaucho General Güemes, entregando unas botas para las tropas.)
1868: (01-01) Felipe Varela: exiliado. Llegó a Potosí y publicó un Manifiesto a los pueblos americanos, refiriéndose a los acontecimientos del último bienio. En ese tiempo, escribió a Fray Mamerto Esquiú.
(18-03) Fray Mamerto, a lomo de mula, emprendió un viaje por dos meses, rumbo a Tarija. Lo acompañó Saturnino Díaz, su “fiel amigo más que criado”.
(01-04) En su Diario de Recuerdos, Fray Mamerto escribió:
“...Buscando a otra persona penetro en la casa donde se hospedaba el desventurado Varela”.
(Nada agregó sobre ese encuentro. Una prueba más de su caridad y de su misericordia.)
1870: Pío IX fue tomado prisionero en el Vaticano, entraron las fuerzas de Garibaldi ocuparon Roma (Italia). En Buenos Aires, el fallecimiento de Mons. Escalada dejó vacante la Arquidiócesis de Buenos Aires.
1872: (24-02) Fray Mamerto llegó a Guayaquil y en su diario dejó este testimonio: “Estoy bien, nadie me conoce. El señor me concede la más bella ocasión de trabajar contra la soberbia, mi más antiguo y cruel tirano”.
(22-08) En la Cámara de Senadores, fue evaluada la terna propuesta por el Poder Ejecutivo para cubrir la vacante en el Obispado de Buenos Aires. Resultó seleccionado Esquiú.
(28-08) El Ministro Nicolás Avellaneda, le informó que mediante un decreto firmado por el Presidente Domingo Faustino Sarmiento, había sido designado Arzobispo de Buenos Aires, en reemplazo del fallecido Monseñor Dr. Escalada.
(04-09) El Presidente Sarmiento le comunicó oficialmente que el H. Senado había aceptado la propuesta por mayoría. Fray Mamerto agradeció al gobierno la distinción y declinó el nombramiento; expresando que en un “acto de justicia” debían ser reconocidos “los méritos del señor Aneiros”.
1873: (31-08) Fray Mamerto, en Sucre, recibió la comunicación oficial de aceptación de su renuncia y el nombramiento de Monseñor Aneiros. De inmediato le hizo saber lo resuelto al Padre Guardián y otra vez tuvo que soportar la pesada carga de la fama.
Viajó por Perú -como Limosnero de la Orden-, y a Ecuador, desde agosto de ese año hasta abril de 1875.
1875: (01-05) Concluidos sus viajes, Fray Mamerto Esquiú abandona definitivamente el Convento de Tarija. Se entrevistó con su hermano Odorico. Decidió su viaje a Roma y a Jerusalén.
(24-10) Con motivo de la reforma de la Constitución Provincial, es ineludible evocar su Sermón, y compartir el pensamiento del ilustre franciscano, sobre “la vida”...
“La vida, ese hecho múltiple y variadísimo que nos rodea por todas partes y que se siente en cada uno de nosotros como si cada uno fuera el centro a que converge todo lo que vive sobre la tierra, ese hecho se ve, se toca, se siente, y sin embargo es inaccesible a la inteligencia y a las fuerzas humanas. La vida es un misterio que nos lleva como por la mano al reconocimiento y adoración del gran misterio, del Ser por excelencia, de Aquel que dijo en sus inefables comunicaciones con el hombre:
YO SOY QUIEN SOY...”
La tolerancia y la libertad de cultos
A partir de la Palabra: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, Fray Mamerto Esquiú recordó que en la Constitución Nacional, se ha proclamado la libertad de cultos para toda la República. Afirmó que los legisladores al reconocer esa libertad habían expresado una “tolerancia”, todo es, que profesando todo el país el culto católico se prescribía tolerar o sufrir la privada y pública profesión de los demás cultos, sin excepción ninguna”. Dejó para la historia el juicio definitivo sobre esa decisión, y recomendó: “No podrá darse ley alguna ni expedirse acto oficial contrarios a la autoridad de la Iglesia o a su Doctrina en materia de Fe y de costumbres”.
Su constante preocupación por la verdad:
Al responder al Redactor de “El Andino”, con motivo de su crítica al Sermón del 24 de octubre, Fray Mamerto Esquiú se refirió a la libertad de prensa.
“Triste derecho he llamado no a la libertad moderada y justa de la prensa, sino a la costumbre que hay de hablar en ella de personas determinadas, sea elogiándolas o vituperándolas, lo que para mí es cosa verdaderamente triste. Juzgo que la prensa debería mantenerse en su propia esfera de la publicidad sin descender a individualidades, y mucho menos medir su talla, volverlas y resolverlas, lo que equivale a hacer autopsia de un cuerpo vivo. A esa situación verdaderamente dura he llamado banco de las hablillas; y ojalá que llegue en día en que no deba darse ese nombre a la prensa de Catamarca.”
En torno a la libertad de prensa...
Inmediatamente dice: “Táctica de juglares he llamado al manejo muy usado por la prensa en materia de religión, de colocar en un terreno falso al espectador y explotar su razón o sus entendimientos en provecho de la impiedad...” ¡Cuánto podría declarar Fray Mamerto Esquiú, en estos tiempos de excesos que sólo aportan mayor confusión a través de una diversificación de la información y de una constante oposición en los juicios de valor!...
¡Cuánto predicaría en su amada Catamarca y en su amado país!...
Reclamó una toma de conciencia acerca de la abominable opresión, y advirtió que “no siempre el número es razón suficiente”, siendo en consecuencia, necesario reflexionar sobre el significado de oprimir, violentar a nombre de una simple mayoría numérica...
En una nota periodística, en “EL AMBATO”, Fray Mamerto Esquiú escribió: “noveles escritores! Vosotros me habéis causado esta comezón de hablar, que nunca sintiera; vosotros me habéis quitado la veneración religiosa que tenía a “la hija inmortal de Guttenberg”, para atreverse a llevar mi mano a la suya”...
“El Hablador”...
En una de esas publicaciones, describió a: “EL HABLADOR”...
“Entre esa porción de individuos que rolan en la parte corrompida y más degradada de la sociedad, ninguno es tan infame como el Hablador, o sea el que quita la fama de sus semejantes. Esta fama que en el concepto de todos, es más apreciable que la misma vida.
Casi todos los actos inmorales forman a este monstruo de la especie humano, como todas las virtudes formarían a un grande santo. El Hablador es pérfido, ambicioso, injusto, embustero, bajo, insocial, fariseo, hipócrita. Y con estas y otras cualidades tan indignas, reunidas a la vez en un solo sujeto, ¿habrá bestia más feroz y deforme, y que pueda causar mayores males en la sociedad, que tiene la desgracia de admitirlo en su seno?”
Casi milagro de José María Cullen...
1876: (14-04) En viaje hacia Tierra Santa, en Montevideo escribió en su diario: “desde Buenos Aires”, “hoy he recibido una carta”, “con el boleto de pasaje para mí y para Luis en primera clase, a expensas del gobierno argentino. Lo que parecía imposible, ha realizado la bondad de don José María Cullen”.
(28-04) Desde Guayaquil, continuaba viaje para honrar a S.S. Pío IX en Roma.
Capellán de la Gruta de la Agonía...
1877: (09-12) Ha recordado el Dr. Gianello: “Cumplió el gran voto de su corazón: peregrinar a los Santos Lugares, donde el Viernes Santo de 1877 pronunció el Sermón de la Agonía”. “El Superior, en atención a la piedad del P. Esquiú, le nombró Capellán de la Gruta de la Agonía, donde se granjeó la estimulación de católicos, judíos y turcos” –tal como lo mencionó el Rdo. Padre Camino Jordán S.J., en su Oración Fúnebre, del 1º de febrero en Buenos Aires. Tiempo después, Esquiú escribió: “Jerusalén! Yo deseé acabar mis días a la triste y solemne sombra de tus ruinas; pero el Señor, tu Rey, no lo quiso, y debí volver adonde era honrado sin ningún mérito. Sólo pido a Dios el inestimable bien de que me haga participar de su muerte, que es la muerte de todos los santos: ser nobles y desolados, como ere tú, amada Jerusalén!
Esquiú: pastor de almas...
1878: (04-10) En Catamarca, redactó la renuncia al cargo con que lo honrara el Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Bonifacio Lastra. Expresó: “que no se pierda un buen soldado para hacer un mal oficial”, con lo cual confirmaba su vocación de pastor de almas...
(22-12) Esquiú estaba en Roma, y después de contemplar el cadáver del Papa, escribió: “Su semblante, con indefinible majestad, parecía decir: Bonun certamen certavi. Le era muy propio el color rojo de los sagrados ornamentos. El semblante dejaba traslucir una firmeza de carácter que nada de este mundo será capaz de vencerla.” Antes de regresar a la Argentina, besó el pie de León XIII, el nuevo Papa y recibió órdenes de permanecer en Catamarca, descartando su soñado viaje a Tarija.
1879: (04-07) En su Catamarca natal, Fray Mamerto Esquiú fue nombrado Convencional para la Reforma de la Constitución Provincial, cargo que aceptó con el propósito de defender la relación entre el Estado y la Iglesia.
(27-12) Monseñor Di Pietro, Delegado Apostólico en Buenos Aires, le envió un telegrama solicitándole que viajara a esa Capital. A pesar de su bronquitis, Esquiú cumplió.
1880: (03-01) En la entrevista con Mons. Di Pietro, Fray Esquiú es informado: “El Santo Padre quiere que Ud. Sea obispo”. En su Diario, escribió: “Creí un deber rendirme a esa voluntad, en cuya expresión sentía yo la de Dios”.
Prédica sobre el Sagrado Corazón de Jesús...
(04-06) Desde la ciudad de Salta, Fray Mamerto Esquiú predicó sobre el Sagrado Corazón de Jesús.
“Visitadlo siempre que podáis, y ofrecedle vuestro amor, y las más humildes adoraciones, y sobre todo, exponedle vuestras necesidades y pedidle socorro. Ahí está para ser nuestra salud y el remedio de todos los males. Busca a quien hacer gracia y merced; pedidle, pues, pedid y orad por todos los hombres porque a todos quiere salvar. Pedidle con singular fervor en los presentes días que haga cesar el espantoso azote de la guerra que cuesta tanta sangre de hermanos y echa al infierno tantas almas que costaron la vida a Jesu Cristo. Pedid a Dios la paz, los hombres sólo saben hacer y con demasiada frecuencia la guerra; sólo Dios puede darnos la paz.
Venid pues a este Corazón de amor y misericordias infinitas, venid todos los que estáis oprimidos por el pecado y sus miserias”.
Sermón en la Catedral de Buenos Aires
(08-12) “Con motivo del establecimiento de la Capital Definitiva de la Nación Argentina”, pronunció un Sermón Patrio en la Catedral de Buenos Aires. Era el día de la Inmaculada concepción de María, dogma de Fe que el fraile franciscano reconoció “como el principio de los caminos de Dios y la obra maestra del Altísimo, después de la encarnación del Verbo. Por donde se ve que era para conocer debidamente el misterio de la Inmaculada Concepción de María, era necesario conocer todo el conjunto de los dogmas y misterios de nuestra religión”...
Porque es innegable que “El fin mediato de la Concepción Inmaculada de María ha sido Jesucristo”, “Hijo de Dios” y de esa “Madre singularísima; María”.
Con la presencia de autoridades nacionales de las provincias, diplomáticas y entre ellas el “Delegado de la Santa Sede”, Fray Mamerto Esquiú vinculó al orden político y al orden religioso, considerándolo con vínculos indisolubles. Afirmó en esa oportunidad:
“De la ley provincial, que se cierne sobre las sociedades civiles como el espíritu de Dios sobre las aguas de la primera creación cómica, y de la necesidad que hay de una mirada generalizadora de los hechos de un pueblo para conocer las leyes propias de su vida, se infiere que para hablaros del modo más conveniente, he debido considerar el hecho de la capital definitiva de la República, desde la alta región de la Divina Providencia, y separarme cuanto me es posible de intereses locales y partidos, y mutuas recriminaciones, mejor conocidas por vosotros, señores míos, que por un hombre oscuro como yo y extraño a sus propios hermanos”.
Tales eran la humildad y la prudencia con que se expresa el religioso, el fraile que jerarquizó con su prédica, la política de la organización nacional.
En esos momentos, la voluntad por lograr la estructuración de un sistema federal, requería una compatibilización con el incipiente centralismo capitalino, con la amenaza de convertir a la ciudad puerto en un pulpo que atrapará el potencial de las provincias. Consideró Esquiú en ese tiempo: “Buenos Aires, constituida Capital definitiva de la República, no sólo ciega un manantial de perpetuas guerras, sino que es como la señal y principio de una verdadera fusión de partidos por toda la República, con lo cual cesará esa rivalidad que convierte el seno de la patria en un campo de batalla, y a los hermanos en implacables enemigos”. Aludiendo a los partidos políticos, advirtió: “La fusión de partidos políticos... que no se haga diferencia de colores políticos, sino que solo se tenga en vista la idoneidad y el mérito para conferir los empleos, como igualmente el que no haya odiosas exclusiones en los beneficios comunes del Estado; esa fusión nobilísima se obrará por toda la República desde el momento en que con ánimo generoso aceptáis que Buenos Aires sea la Capital de la República, la ciudad común de todos los hijos de una misma Patria”.
Se afirmaba el proyecto centralista, porteño...
Fray Mamerto Esquiú: Obispo de la Diócesis de Córdoba...
1881: (10-01) Asumió el cargo de Obispo de la Diócesis de Córdoba, sometiéndose a la voluntad expresa de SS. León XIII.
“El primer año lo empleó preferentemente en zanjar no pequeñas dificultades con los poderes públicos nacionales y provinciales. Su mansedumbre y autoridad moral, hermanadas a una suave firmeza, vencieron las resistencias. Le cupo la satisfacción de ver reincorporadas a la Universidad secular los estudios eclesiásticos”.
(03-02) Envió una nota de agradecimiento al Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública. “El segundo año del episcopado fue de misión, de visitas a las parroquias y templos de las dos provincias a su cargo pastoral, Córdoba y La Rioja”.
(07-03) Día de Santo Tomás de Aquino.
Difundió su “1º Carta Pastoral al Clero de la Diócesis”-Al venerable Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Catedral, a los Señores Párrocos y a todo al Clero Secular y Regular”.
Misión del sacerdote...
Al referirse a la misión del sacerdote, y a sí mismo, recordó la sentencia que constituía su lema: “Todo cuando hacéis, hacedlo en la divina caridad”, porque sabido es que, “la caridad, procede de Dios”.
Reflexionó luego: “el deber de amar a todos los prójimos, de un modo semejante al que tenemos de amar a Dios, es común a todos los cristianos de cualquier estado y condición que sean”... Consideraba que la misión del sacerdote, era “amar hasta dar la vida por los prójimos”. Insistía: “he ahí, venerables Sacerdotes, la medida puesta por Dios a nuestra caridad con los prójimos”, porque desde su etimología se revela esa sublime convicción. Por ello, recordó: “el nombre mismo SACERDOTE, “suerte sagrada” sacer dos; o “me consagro” sacer do, proclama elocuentísima que los Sacerdotes somos víctimas consagradas al amor de Dios a los hombres; sacerdos es como ordena el amor que tiene a los hombres el Salvador del mundo, sino que mi vida entera, todo mi ser es una hostia de ese amor sacratísimo: sacerdos.
(25-05) Día de San Gregorio VII. Carta Pastoral al Clero y Pueblo Fiel la Diócesis. Habló de la caridad, y dijo que se dirigía “a todos sin excepción”, para recomendarles:
“¡Estad firmes en la Fe!”; porque “vale tanto la Fe y es tan espantosa su pérdida, que nada, absolutamente nada es comparable a los que ella importa”. Insistió en que “la Fe es un don gratuito de Dios, el primero y el más precioso de todos los dones que hemos recibido de su mano misericordiosísima; pero como por nuestra parte libremente se le recibe, así también puede perderse por nuestra culpa... La primera causa de la pérdida de la Fe son los pecados y vicios de los cristianos...”
(02-06) Desde Córdoba, Fray Mamerto Esquiú, exaltó el mensaje de SS. León XIII; dado en Roma el 12 de marzo de ese año.
“La iglesia militante de Jesucristo, ordenada principalmente para la salud y remedio del género humano, se halla hoy tan horriblemente combatida que cada día se levantan contra ella nuevas tempestades...”
(02-08) Fray Mamerto advirtió que desde el 5 de junio al 31 de diciembre, los fieles practicaran la Penitencia y el Ayuno; visitaron Iglesias y recibieran la Sagrada Comunión. Pidió una limosna para las personas necesitadas: “bastaría el mendrugo de pan que damos a nuestros hermanos pobres para cumplir este requisito”, aunque recomendó apoyar la obra de la iglesia, para que se pudiera seguir propagando la Fe y haciendo obras en beneficio de las comunidades.
Carta Pastoral – Jubileo Universal de 1881...
Fray Mamerto Esquiú dejó su práctica en diversos documentos, en sus pláticas recopiladas, en CARTA PASTORAL SOBRE EL JUBILEO UNIVERSAL DE 1881, de acuerdo con el Mensaje de SS. León XIII, el 12 de marzo de ese año.
El Fraile Franciscano, invitó a sus fieles a unirse en la celebración, durante siete meses dedicados a confesiones, ayunos, abstinencias, visitas a los templos, a las limosnas –que como dijera el Papa podían “ser de cualquier cosa, en dinero o en especie, y a cualquier persona necesitada u obra pía...”; hermanados en Cristo en un mismo sentir, y unidos en la misma caridad de Dios.
Finalizó ese documento con la Palabra de Dios: “Pedid y recibiréis. Donde quiera que se reúnan en nombre mío, ahí estoy en medio de ellos”.
FRAY MAMERTO ASUNCIÓN ESQUIÚ...
Veló por la grey cristiana,
fue ejemplo de tolerancia
y de humildad.
Así lo han recordado en el siglo XX:
1826-1926: Centenario de su natalicio...
El poder Ejecutivo Nacional, ejercido por el Dr. Marcelo T. de Alvear, mediante un decreto del 27 de mayo de 1926, refrendado por sus ministro José P. Tamborín, Ángel Gallardo, Víctor M. Molina, Agustín P. Justo, M. Domecq García y Roberto M. Ortiz, apoyó el homenaje al ilustre franciscano, en su Catamarca natal, realizado en la fecha conmemorativa de su célebre discurso de la Constitución: 9 de Julio.
Se había creado una Comisión Nacional de Homenaje que era presidida por el conservador Dr. Ramón S. Castillo y entre sus vocales figuraba el gobernador santafesino Dr. Juan F. Cafferata. (Período 1890-1893)
Con la autorización del entonces Vicario General de la Diócesis de Buenos Aires, Dr. Nicolás Fasolino, tiempo después Arzobispo de la Diócesis de Santa Fe, fue publicada una interesante recopilación con sus antecedentes biográficos y parte de su fecunda obra. Algunos de esos datos han sido la fuente fidedigna utilizada para al elaboración de esta breve cronología, que sólo pretende ser un merecido reconocimiento y un recurso, destinado al conocimiento de la trayectoria de este ejemplar patriota argentino.
* * * * * * * * * * * *
22 de junio de 1976: Sesquicentenario de su nacimiento...
La Academia Nacional de la Historia convocó a una Sesión Pública con palabras de apertura a cargo de su Presidente, Dr. Enrique Barba. Se refirió a la personalidad y a la obra del ilustre fraile, el Dr. Leoncio Gianello, Miembro de la Academia y residente en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz.
Gianello desde su prosa poética, inició un recorrido por la “tierra catamarqueña”, “que habría sido para algunos el límite sur del Imperio de los Incas: el legendario Tucumano...”
Luego, se refirió al hogar de Mamerto, a su educación y a su vocación, en aquellos tiempos de “días agitados por la pasión”...
Expresó el Dr. Gianello: “...Debió sin duda sufrir mucho y su Diario en varios pasajes no lo dice bien a las claras y ese sufrimiento era para él otra ofrenda que elevaba al Señor”.
Para terminar su homenaje, el historiador-poeta eligió un cuarteto de Rubén Darío:
“La virtud está en ser tranquilo y fuerte,
Con el fuego interior todo se abrasa,
Se triunfa del dolor y de la muerte
Y hacia Belén la caravana pasa...
Belén, la del milagro del Verbo Humanado, se ecumenizó en Iglesia; que en el cielo de la Iglesia brille como estrella guiadora este santo franciscano y oriente a esta Argentina suya y nuestra que tanto necesita del amor de sus hijos y de la alta bendición de Dios”.
(Cuando el Dr. Gianello pronunció esas palabras, hacía cuatro meses que los argentinos habían soportado un nuevo golpe de estado, que no fue autodenominado revolución sino proceso de reorganización nacional.
Ese proceso reveló la verdad sostenida por Esquiú, porque nada modificó para bien el pueblo argentino. Sólo incrementó los enconos y fomentó el odio, con crueles procedimientos que violaron los derechos humanos.
Sabía bien el Dr. Leoncio Gianello, por qué motivos esta amada “Argentina” necesitaba “la alta bendición de Dios”.
En esta aproximación a la historia de la Historia, es oportuno decir que ese proceso, en 1982, generó el “Conflicto armado contra el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte por la Recuperación de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur”.
La guerra -al decir de Fray Mamerto Esquiú-, “donde medran todos los vivios y desaparecen todas las virtudes”; dejó su secuela de horror y de muerte.
La turba milenaria se cubrió con la sangre y los cuerpos mutilados de los jóvenes argentinos... cuando la soberanía nacional sigue siendo una utopía... un no lugar... para el todavía vigente despotismo).
...Concluida esa acotación, se impone continuar con el Dr. Gianello y con su evocación:
“Fray Mamerto Esquiú... A cien años de su muerte”.
En el complemento cultural de “La Nación” -domingo 09 de enero de 1983-, Gianello volvió a recordar al distinguido Fraile y a “Rubén Darío, que vistió en un tiempo arrepentido, el hábito de la cartuja valldemosana”... quien “dijo de Fray Mamerto:
Un báculo que era como un tallo de lirios
una vida en cilicios de adorables martirios
un santo horror de Belcebú;
un salterio celeste de vírgenes y santos
un cáliz de virtudes y una copa de cantos
tal era Fray Mamerto Esquiú”
En esa misma página, se destaca el poema de Oscar Hermes Villordo:
Tránsito de Fray Mamerto
A la hora en que el Cristo se moría
-a las tres de la tarde-, fray Mamerto
entrega su alma a Dios. Es el desierto,
en Catamarca, en tierras de sequía.
La que cumple los términos, severa,
está allí. Con paciencia ha esperada
y el polvo del camino le ha anunciado
la llegada puntual de la galera.
Hasta el lugar inhóspito y perdido
los viajeros trajeron moribundo,
al santo obispo. A ese final del mundo
llego ella, y el plazo se ha cumplido.
Fray Mamerto, rodeado de su gente,
descansa en paz. La Muerte se da vuelta,
por la cuenca vacía el llanto suelta,
y llora, también ella, de repente.
Pero entonces sucede otro portento
(no invisible como éste) que se escucha
como el árbol de noche cuando lucha
y el sonido del viento no es el viento.
Las plantitas, las hierbas más pequeñas,
se incorporan y mueven con sus hojas
músicas inefables, no congojas,
que saludan la muerte y hacen señas.
San Francisco de Asís anima el coro,
la creación con él está cantando
por Fray Mamerto Esquiú que se va andando
a la gloria de Dios con luces de oro.
Fray Mamerto Esquiú: ¡Maestro!...
No sorprende hallar en su discurso pronunciado, durante el acto de colocación de la piedra fundamental de la Capilla de Nuestra Señora del Huerto, en la ciudad de Salta, estos precisos conceptos: “Un colegio... que prescinde de Dios, prescinde de la verdadera ciencia; y la mayor cultura que allí se diere a las inteligencias, las hará más monstruosamente mutiladas...”
Analizaba después: “...Cuando se trata de escuela o colegio, no se trata sólo de la cultura de los entendimientos y de las reglas de urbanidad, sino del arreglo y buena dirección de todo el hombre, se trata de la educación, cuya importancia es tal, que nadie puede desconocer la verdad de lo que decía el profundo pensador Leinitz: “Dadme una buena educación, y yo os doy reformado el mundo”. Y no se me diga que la educación nos viene de todos los hombres con quienes tratamos, de pequeños y grandes, de domésticos y extraños, de la sociedad entera con todo lo que es suyo, lengua, costumbres, ideas, religión, maneras y usos, hasta el tono de voz con que hablamos; todo lo que nos rodea es agente de nuestra educación, todo se imprime en nosotros, y nos hace como a imagen y semejanza de la sociedad en que vivimos. Y como ese contingente universal de bien y de mal, de perversos y virtuosos, no puede servir sino para extraviar al hombre del fin de una buena educación, he ahí porqué incumbe a los padres velar siempre y procurársela buen a sus hijos, y con aquellos a los que participan de su autoridad paternal, cuales son los maestros. Los padres y los maestros, aunque no lo quieran, siempre educan; entre ellos se desliza la niñez y una gran parte de la juventud del hombre. La única cuestión que sobre esto puede plantearse es la tremenda: si se pone todo lo que debe formar al hombre de bien, o se suprime algunos de los elementos de esa preciosísima vida. Cuando en la escuela, o colegio, señores, se prescinde a fuerza de servir sólo a la instrucción, de algún elemento de buena educación, como es la fe cristiana y buenas costumbre, ese colegio o escuela es un traidor al supremo interés social de la buena educación”.
* * * * * * * * * * * * *
ESQUIÚ: el santo orador de la Constitución
Por Susana Elena Dalle Mura / 1988
Hoy, desde los más recónditos rincones de nuestra patria, nuevamente se alzan voces reclamando la mutación de nuestra Carta Magna Nacional. Por ello, mirando retrospectivamente hacia nuestra historia -maestra de los pueblos- debemos recordar a un hombre que, además de ser un eminente eclesiástico, orado, teólogo, docente y periodista, acreditó poseer profundos conocimientos de derecho público y en especial de derecho constitucional. Sus notables sermones patrióticos, muchos de sus escritos, las constituciones provinciales en cuya redacción tuvo intervención, son ejemplos contundentes de su brillante intelecto, además de demostrar un completo dominio de la filosofía de la historia, de las Sagradas Escrituras, de la realidad social y política de la Nación, como así también un acendrado espíritu de patriotismo.
Este humilde franciscano catamarqueño, que fuera obispo de la docta ciudad de Córdoba, y que muriera durante el ejercicio de su ministro (en la Posta del Pozo del Suncho -hoy Estación Esquiú, Catamarca- un 10 de enero de 1883), tiene iniciado en Roma un proceso de beatificación. Su corazón se halla incorrupto en el templo de San Francisco de Catamarca, declarado monumento histórico por el Poder Ejecutivo Nacional, el 12 de agosto de 1941.
Quizás el aspecto más notorio de la obra de este ilustre argentino sea su arrebatadora elocuencia, incluso reconocida por el gobierno de la Confederación Argentina, cuando, sin precedente alguno, decretó la publicación del sermón patrio por él pronunciado el 9 de julio de 1853, en la Iglesia Matriz de Catamarca, con motivo de la jura de la Constitución Nacional. En él exhortó al pueblo de la República a la obediencia y acatamiento de la ley fundamental, pues ésta se constituía como el más adecuado instrumento para la organización definitiva de la patria.
El país había hallado su orador más excelso y Vélez Sarsfield, desde las columnas de “El Nacional”, escribía: “Cuando en un pueblo aparece un orador de la altura del padre Esquiú, cuando él es comprendido y se sabe valorar su mérito, ese pueblo es un pueblo civilizado, aunque sus casas no pasen de ser humildes chozas”. Y luego se interrogaba: “¿De dónde nos ha venido esa gran voz?”.
Esa voz había nacido en Piedra Blanca, un 11 de mayo de 1826, en un modesto hogar de los oscuros valles de la provincia de Catamarca; pero fue tal su claridad y persuasión que logró conmover el alma de la República. Seguramente es joven de veintisiete años, al ascender al púlpito aquel glorioso día, no tenía conciencia de la trascendencia que sus palabras iban a tener en los destinos del país.
El célebre sermón fue llamado “Laetamur de la gloria vestra”, y en él Fray Mamerto resumió todo su inspirado pensamiento, y lo finalizó, exaltando el valor de la Constitución: “Obedeced señores; sin sumisión no hay ley; sin leyes no hay patria, no hay verdadera libertad; existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra y males de que Dios libre eternamente a la República Argentina”.
Dieciséis años después de este maravilloso sermón, Esquiú redactó un proyecto de Constitución para su provincia. En él hay una rectificación de la Constitución Federal, por lo menos hasta donde era posible, pues como sabemos, de acuerdo con el artículo 31 de ésta, todas las leyes, incluyendo las constituciones provinciales, deben ajustarse a sus principios. No obstante, él le insufló el espíritu cristiano que a su entender le faltaba, ya que, como casi todos los cristianos del siglo XIX, pensaba que adolecía de un excesivo liberalismo. La libertad de cultos, por ejemplo, era vista como consecuencia de un racionalismo radical que rechazaba la religión como algo intrínseco del hombre, como conocimiento de la Verdad, y rechazo del error. Es así como en sus primeras líneas comienza con una invocación al nombre de Dios, Creador y Salvador de los hombres y adopta luego la Religión Católica, Apostólica, Romana, como religión de la provincia (Art. 2). Incluso llega a someter la Constitución y el gobierno de la provincia a las autoridades y leyes de la Santa Iglesia Católica. (Art.3) Cuando más adelante habla del “sufragio popular”, no ser refiere al comúnmente llamado “universal”, pues el poder no tiene origen en el pueblo, sino como él dice: “El pueblo y la constitución de Catamarca reconocen en las leyes y autoridades legítimas, no un poder convencional, sino el poder que viene de Dios, fuente única del deber y del derecho” (Art. 5).
Fray Mamerto defendió celosamente el municipio, como resultado de la agrupación de familias, pues él estaba compuesto por las sociedades domésticas y la parroquia.
También es interesante su pensamiento acerca de otorgar un voto calificado por familia, es decir que serían electores y elegibles todos y sólo los padres, jefes o representantes legítimos una familia (Art.124). Y algo irrisorio en nuestros días, el cargo de diputado era instaurado como gratuito (Art.57).
Este proyecto constitucional, que es el fruto del pensamiento de Esquiú en la materia, nunca tuvo sanción, mas cuando Catamarca decidió dictar una nueva ley fundamental (1966), con el fin de reformar íntegramente la de 1895, la puso bajo su advocación, y se firmó en la que fuera su casa natal.
Pero aún más allá de su amado terruño, se lo ha honrado: el Poder Ejecutivo Nacional, desde el año 1946, ha reiterado constantemente ante la Santa Sede su ferviente anhelo de que este santo varón, que fue a la vez apóstol y patricio, alcance los máximos honores de la beatificación, y el 8 de diciembre de 1965 decidió reverenciarlo con una emisión oficial de sellos postales argentinos.
Es de esperar que si se realiza la anunciaba reforma de la piedra basal de nuestro ordenamiento jurídico, ella sea puesta bajo la advocación de este santo orador, que, Dios mediante, puede llegar a ser el primer santo argentino y roguemos para que siempre haga repicar en los oídos de nuestro pueblo, las palabras que dijera aquel bienaventurado 9 de julio de 1853: “La vida y conservación del pueblo argentino dependen de que su Constitución sea fija; que no ceda al empuje de los hombres, que sea un ancla pesadísima a que esté asida esta nave, que ha tropezado en todos los escollos, que se ha estrellado en todas las costas y que todos los vientos y todas las corrientes la han lanzado”.
(Publicación en el Diario “El Litoral” de Santa Fe de la Vera Cruz. El 17 de febrero de 1988, con el título “Esquiú: el inflamado orador de la Constitución”. Si el diario no hubiera modificado el calificativo, estaría demostrada la coincidencia con otro santafesino
-por adopción-, el Dr. Leoncio Gianello, quien al evocarlo en 1976 dijo: “...que en el cielo de la Iglesia brille como estrella guiadora este santo franciscano”
QUE ASÍ SEA.
A cientos de años
de su tránsito a la inmortalidad
lo imagino en el ALTAR
de los santos sin estatuas.
Casi epílogo...
El ideal de Fray Mamerto Esquiú, no ha sido aún una realidad, por las influencias de los intereses sectoriales. El federalismo, en este final de siglo XX, en nuestra amada Patria, sigue siendo una intención, una declaración de propósitos, una constante exigencia, aún incomprendida y poco defendida.
Fray Mamerto Esquiú, desde el púlpito supo jerarquizar con su palabra y con su ejemplo, al ser político, que reside en la persona humana, cuando el hombre es capaz de descubrir su trascendente misión, apartándose el individualismo egoísta, para vivir y obrar por el bien común.
Su prédica ha perdurado. Hay que construir la civilización del amor, anunciada por San Francisco de Asís...
Honrarlos, implica vivir sin vanas ostentaciones.
¡La humanidad necesita avanzar fraternalmente unida, hacia el UNIVERSALISMO!
Gratitud...
Debo decir que la Prof. Arcelia Ayala, aplicaba en sus clases de Estenografía en la escuela Nacional de Comercio “Domingo Guzmán Silva de Santa Fe –aproximadamente hace 50 años...-, algunos textos referidos a Fray Mamerto Esquiú.
En este tiempo, quedó en el surco la simiente -que tardía...- ofreció este simplísimo fruto.
Nidia A. G. Orbea Álvarez de Fontanini. / 1993.
Bibliografía:
GIANELLO, Leoncio. Homenaje de la Academia Nacional de la Historia a Fray Mamerto Esquiú, Buenos Aires, 1976.
ESQUIÚ, Al Padre. Comisión Nacional de Homenaje, Buenos Aires, 1926
ESQUIÚ, El Padre. Obispo de Córdoba. Imprenta del Comercio Especial. T.1, Córdoba, 1883.
ESQUIÚ, Revista Dios en nuestra Constitución, por Juan Rafael Llerena Amadeo, 16-01-1983, p.14
NACIÓN, La Tránsito de fray Mamerto–poema- por Oscar Hermes Villordo, 09-01-1983, p.1.
Idem. Fray Mamerto Esquiú. A cien años de su muerte, por Leoncio Gianello.
ROSA, José María Historia Argentina, Buenos Aires, Oriente, t. 6, 1992.
Pronunciado en la Iglesia Matriz de Catamarca, el 9 de Julio de 1853, con motivo de la Jura de la Constitución Nacional
“El carácter prominente del Universo es revelar su Autor y sus perfecciones. A la primera ojeada se siente la presencia de Dios, cuyos inefables atributos vienen revelándose con mas claridad, a medida que subimos desde lo bajo hasta lo alto de la escala de los seres, hasta esa sustancia que con el pensamiento y la libertad resume admirablemente el Universo entero, sus fenómenos y sus leyes. Pero el reflejo Divino se presenta con una solemnidad que sorprende, cuando consideramos la sociedad, la grande y sublime humanidad, que arrancando su existencia de abismos impenetrables, hinchiendo continentes, é islas, y depositaria de la vida, de las tradiciones y de las ciencias, camina con todos los siglos á ese porvenir tan fecundo en misterios y en esperanzas! Aunque unas Naciones aparezcan y se destruyan, éstas se conserven, otras rejuvenezcan, aquellas bamboleen, y todas se mezclen, se separen, se choquen, se dominen, crúcense de un polo a otro polo, unas se lancen como la noche, como la tempestad, otras como la aurora, como la fecunda lluvia, la luz ilumine las tinieblas, las tinieblas ahoguen la luz; sin embargo, el conjunto admirable: siéntese una mano que contiene el principio y el fin, que encierra el uno y el otro abismo: por un modo admirable lucen en ella la inmensidad de Dios, su Providencia, su Justicia, su Soberanía infinita! Dios se mece sobre los hombres, como el sol centellea sobre los planetas! Por esto sublime la sociedad! Por eso es grande! Por eso se exalta, palpita nuestro corazón cuando sentimos la vida de las naciones! Por esto la Religión y la Patria tienen idénticos intereses, nacen de un mismo principio, caminan cada una por vías peculiares a un mismo fin, y la una y la otra con sus pies en la tierra, y asidas de sus manos con eterno amor, campean sus cabezas en el horizonte de lo infinito.
Veis un pueblo, Señores! Esta encadenado a lo infinito ha nacido y se conserva bajo de esa condición un individuo rompe a su placer ese lazo sublime, pero lo Pueblos no son ateos, ni racionalistas, ni indiferentes; éstos sistemas son abismos dónde súbitamente desaparecieran entre el estrépito del hierro y de la conflagración; el individuo formula atrevidamente un pensamiento sobre las ruinas de la verdad que puede el desbastar, y se conservará, merced a la brevedad de su existencia y a lo diminuto de su ser; pero la vasta combinación de un Pueblo se desorganizaría en el momento de suplantar un error a la verdad, un sistema a la tradición en él todo es grande verdades grandes, intereses grandes, actividad inmensa.
ARGENTINOS! Es por esto que al encontrarnos en la solemne situación de un Pueblo que se incorpora, que se pone de pie, para entrar dignamente en el gran cuadro de las Naciones, la Religión os felicita, y como Ministro suyo os vengo a saludar en el día más grande y célebre con el doble grandor de lo pasado y de lo presente, en el día en que se reúne la majestad del tiempo con el halago de las esperanzas.
Con sus felicitaciones os traigo también sus verdades. Cuando cesáis de ser vaporosos y fugitivos, todo es grave y solemne cuando entráis en un camino de verdad, todas las realidades deben concurrir y desaparecer utopías y vanas peroratas. Mas feliz y mejor avisado que lo que siempre os quieren hallar en 1810, me cabe la suerte de admiraros en el NUEVE DE JULIO DE MIL OCHOCIENTOS DIEZ Y SEIS, Y MIL OCHOCIENTOS CINCUENTA Y TRES. Yo no haré mas que reflectar sobre vosotros, los rayos de gloria y principalmente las verdades que arroja este día sublime y magnífico.
Rey de los siglos! Tipo eterno y soberano de los Pueblos! Antes que me prosterne a los hombres, me humillo ante vos! Antes que bendiga vuestras obras é imagen, bendigo y adoro vuestro ser infinito e inmutable. Os invoco sobre la Nación Argentina, y sobre mi corazón y mi lengua para que sean fieles a vuestra verdad. Recibid mis votos y mis plegarias por medio de María Santísima a quien saludamos. AVE MARÍA.”
“He dicho, Señores, que mi propósito es fundar las glorias de mi Patria en los acontecimientos que se abrazan en el 9 de Julio, y enunciar aquellas verdades que dicen relación al bien de ella ni sería lo que debo ser como sacerdote y como patriota, si solo me ocupará en perorar sobre la justicia de la independencia, sobre el heroísmo de sus defensores, en contemplar eternamente el sol de Mayo, y lanzarme fascinado en ese idealismo poético. Basta de palabras que no han salvado a la Patria, Aplauso, felicito, me postro ante los héroes de la independencia; cantaré vuestras glorias, tributo mi admiración a la nobleza de los Argentinos; pero también señalaré sus llagas, apartando los ricos envoltorios que encubren vuestra degradación. Se trata, Señores, de edificar la República Argentina, y la Religión os envía el don de sus verdades.
Al considerar esta República de mi eterno amor hallo que su principio, su carácter, su gloria, su felicidad, sus desgracias, sus bienes y sus males, todo se cifra, todo se concreta y se explica en la palabra independencia! Llamo vuestra atención sobre este objeto, que yo así como lo acepto con el más ardiente entusiasmo, lo califico como el origen de nuestros males, acaso de nuestra ruina final: la independencia de la antigua metrópoli, el sacudimiento de ese yugo que era por desgracia el cimiento el orden y el hierro de los tiranos, esa libertad, que ha resonado en los campos de batalla, y se ha mecido sobre las reuniones populares, que ha sido hasta aquí el terno y único emblema de nuestra vida social, es preciso reconocerla como el árbol del bien y del mal, como una aureola pero aureola de fuego que ha sacado, calcinado la cabeza que orlaba. ¿Por qué nosotros, que ahora cuarenta años teníamos la bondad y sencillez de un nido, con el valor de un adulto, hemos sido por casi medio siglo la presa de todas las pasiones políticas, el campo de todos los partidos, un teatro vasto de guerra y desolación. Por qué hemos mimado los tiranos que se señorearon de nosotros provincial y nacionalmente? Entrad con toda la luz de vuestra inteligencia en los laberintos de este problema, y no hallaréis mas causa que la independencia. Ella rompió, es verdad, el lazo que nos unía al usurpador, pero también engendro la desunión entre nosotros; y esa sola ruptura con su triste consecuencia fue nuestro estado normal, la ensalzamos sobre la Patria misma, sobre todo Gobierno y buenas costumbres, y nos lanzamos con el ardor de las fieras al combate del egoísmo individual: la libertad seca y descarnada como un esqueleto, ha sido nuestro ídolo, en sus aras hemos hecho hecatombes humanas! La paz, la riqueza, el progreso y casi toda esperanza la hemos llevado en don: el espectro lo pulverizó todo... Monstruo! en vano pretendo arrancarte de mi memoria! En vano quiero reemplazar tu horrible, tu horrible imagen con la aparición halagüeña y dulce de la esperanza! Oigo el gemido de tus víctimas! El humo de la sangre enrojece el horizonte! Veo los niños, los ancianos, las mujeres caer hacinados con los guerreros bajo tu hacha desoladora, bajo tu espantosa podadera! Desesperado y lleno de coraje pretendes conservar el último altar, que no cubre el augusto Templo de la Ley, de la noble dependencia! Maldición eterno sobre ti!
Que la Patria reclame sus propiedades usurpadas, que levante del polvo si sien augusta, que posea su Gobierno, sus leyes, su nacionalidad! Eso es santo, esto es sublime: y la independencia y la libertad de un conquistador que oprimiera estos eternos e incuestionables derechos, son justas; la Religión las ha proclamado, las ha ungido con el óleo sagrado de su palabra, y ha entonado himnos después de los triunfos de la Patria.
Que el individuo, el ciudadano no sea absorbido por la sociedad, que ante ella se presente vestido de su dignidad y derechos personales; que estos queden libres de la sumisión a cualquiera autoridad! esto es igualmente equitativo: y el carácter prominente de los pueblos civilizados es esta noble figura, que no ofrece el cuadro de la civilización antigua, y que nos trajo la Religión con su doctrina, y el ejemplo de los fieles, que inmóviles resistían el impulso tiránico de los Gobiernos, de las leyes, de las preocupaciones del mundo entero.
He aquí, Señores, en esta doble independencia, la única verdadera libertad, la que es el fundamento de las naciones y elementos de que viven: la preciosa libertad, que apenas conoce nuestra Patria y cuya existencia está insinuada teóricamente en dos actos, el de su sanción el año 1816, y el de su fórmula en 1853; nuestros Padres de pie, con la mano en el corazón y sus ojos en el Cielo, la juraron, y se convocaron para el día siguiente a cumplir su juramento. ¡Dios Santo! Treinta y siete años, como treinta y siete siglos han sido ese día?
Enjuguemos las lágrimas, y alejando nuestra vista de lo pasado, tendámosla por el provenir de la gloria nacional, que el 9 de Julio ha creado en su doble acontecimiento La libertad sola, la independencia pura no ofrecían mas que choque, disolución, nada, pero cuando los Pueblos, pasado el vértigo consiguiente a una transformación inmensa, sosegada la efervescencia de mil intereses encontrados y excitados por un hombre de la providencia, se aúnan y levantan sobre su cabeza el libro de la Ley, y vienen todos trayendo el don de sus fuerzas, e inmolando una parte de sus libertades individuales, entonces existe una creación una creación magnifica que reboza vida, fuerza, gloria y prosperidad: entonces la vista se espacia hasta las profundidades de un lejano porvenir.
Tal es el valor de la acta de nuestros Padres, reunidos en Tucumán, y de su complemento, la Constitución hoy promulgada y jurada. Descansen ellos rodeados de gloria! Gratitud eterna al amigo fiel de la Patria! Urquiza, ilustre Ciudadano! Tu nación te debe la vida!
La vida, Señores! Porque las Naciones no la tienen en la demarcación de un territorio, ni en un cierto número de individuos encerrados en ese espacio. Será todo esto los primeros elementos de que se forman, pero así como el filósofo antiguo no veía en su negro caos que contenía en horrible movimiento las moléculas eternas, nada del pasmoso Universo, nada de ese gran libro que encierra todas las ciencias; del mismo modo, Señores, por mas que tracéis una línea, que naciendo en el cabo del continente americano, corra sobre las nieves de los Andes, atraviese con el trópico, y baje con las aguas del Plata y del Océano hasta las escarchas del Polo; por mas que señaléis los puntos poblados de este suelo querido; aunque descorrías el tiempo y me mostréis la historia e un pueblo, que gimiendo trescientos años bajo las cadenas del conquistador, en un día solemne las sacudió tan reciamente que se pulverizan en mas de mil leguas, aunque mentéis los nombres venerados de San Marín, de Belgrano! todavía, Señoras, si este pueblo no ha correspondido a sus principios, si no ha tenido leyes, si sus formas de Gobierno son las de la revolución, si sus miembros eran arrebatadas por el huracán del capricho y de la arbitrariedad, si ese tiempo y ese espacio solo brotan guerras, sangre, desolación, ¿en qué queréis que vea una nación mi alma afligida? Dónde está su vida, si la muerte me encuentra por todas parte? Dónde ese suelo, si nuestro pie siempre se hunde? Dónde los Gobiernos, que son la expresión social, si el derecho público sancionó la revolución? Permitidme, Señores, que a este propósito consigne una anécdota de ese pueblo: en una provincia sucedió uno de tantos trastornos, que hacían las pasiones, y consultado el encargo de negocios nacionales sobre el particular, respondió: que se considere justa y legitima la revolución, siempre que la mayoría consintiera en ella. Qué penuria! Que desolación! Y los pueblos aplicaban sus labios ardientes a beber esos principios y ese era el remedio a nuestros males! Ah! Mi memoria me recuerda a una ciudad sombría, sobre cuyas ruinas emitía un Profeta sus trenos lúgubres.
Pero llega la Constitución suspirad tantos años de los hombres buenos; se encarna ese soplo sagrado en el cuerpo examine de la República Argentina! Nuestro pasado reflecta ya sobre nosotros todas sus glorias, y lo presente abre en el porvenir un camino anchuroso de prosperidad. A mis ojos se levanta la patria radiante de gloria y majestad.
Sin embargo, el inmenso don de la Constitución hecho a nosotros, no sería mas que el guante tirado a la arena si no hay en lo sucesivo inmovilidad y sumisión: por parte de nosotros.
A la palabra, inmovilidad, que tampoco tomo en un sentido absoluto, muchos de vosotros tal vez os alarméis: tan vaporosa, tan libre imagináis la República, que la quisierais siempre desfilando, que fuera siempre una aurora boreal, varia, inconstante, fugitiva; pero reflexionad, Señores, que no hay variedad sin inmovilidad, como no hay fenómeno sin sustancia. ¿Acaso la tierra se engalanaría de las bellezas de la primavera, de la vegetación del verano; surcarían su faz majestuosos ríos, y se ostentará tan grande en sus mares, continentes é islas, si toda esa magnificencia no basara sobre el inmóvil granito? Serías vosotros el placer de la variedad, y os pertenecería toda la riqueza de vuestro ser, si no hubiera algo estable y permanente que reúna en torno suyo el Universo entero y lo explote?
La vida y conservación del Pueblo Argentino depende de que su Constitución sea fija; que no ceda al empuje de los hombres; que sea una ancla pesadísima a que este asida esta nave, que ha tropezado en todos los escollos, que se ha estrellado en todas las costas, y que todos los vientos y todas las corrientes le ha lanzado. Renunciamos con justicia a nuestra primera metrópoli; descabezamos después la República, y todos los Pueblos se precipitan a apoderarse de la presa: conquistamos la Soberanía Nacional, después la Soberanía Provincial; y sino es la debilidad de nuestras campañas, habríanse erigido en nuestro suelo desierto cien estados soberanos: destruimos la monarquía, fuimos republicanos, ora unitarios, ora federales; reacción, anarquía, gobierna de un año, de dos años, triunviratos, dictaduras, oligarquías... Válgame Dios! Astro apagado que sale de su órbita y lo traspasa todo; tan pronto se lanza en abismos de oscuridad y de hielo, como cae en los incendios voraces de una estrella! Como los Pueblos, hemos ido los individuos reclamando soberana para nuestro yo, y ved aquí que cada uno se hace enemigo de todos! Sobre estas quimeras con melenas de león y fuerzas de un insecto se precipita una fiera y nos recoge a todos bajos sus garras...
Ahora bien, Señores, esto es nuestra historia, de donde nace acaso falta en nosotros algún elemento de orden y de vida social? Los individuos que integramos la República, o el suelo donde vivimos, tienen algún obstáculo para elevarse a nación completa y subsistente? Faltan ideas, principios, fuerza? Nada falta, Señores, sobra; y sus mismos choques y lo espantoso de sus trastornos lo demuestran. ¿Cómo nos agitaríamos horriblemente si no hubiera vida y pujante energía? ¿Cómo hubiera sido tan ardoroso el voto por la Constitución si no hubiese honor y principios? Luego para explotar todo esto socialmente, no necesitamos ninguna importación, sino contener y ordenar las fuerzas, trazar alrededor de los Pueblos como de los individuos una línea insalvable; si la ley cede un punto a nuestros embates, si no es un baluarte innoble, la sociedad pierde terreno, el interés individual adelanta, y ya sabéis que ensanchándose hasta cierto grado, entramos en nuestra primera liza, ya es nuestro campo de anarquía y de sangre.
Me diréis, nosotros queremos progreso, libertad, porvenir, y lo inmóvil es inerte, lo inmóvil no vive. Pero, Señores, los principios no progresan y la ley en el orden social es como el axioma en el orden científico, la ley es el resorte del progreso, y los medios no deben confundirse con los fines. Libertad! No hay más libertad que la que existe segunda ley; queréis libertad para el desorden? La buscáis para los vivos, para la anarquía maldigo esa libertad!
Somos soberanos, me replicaréis, esa ley no es mas que el capital de una compañía: nosotros socios disolveremos a placer nuestro los convenios, los pactos, fijaremos otra frase. Hubo en el siglo pasado la ocurrencia de construir radical y exclusivamente la soberanía en el Pueblo, lo proclamaron, lo dijeron a gritos, el pueblo lo entendió; venid, se dijo entonces, recuperaremos nuestros derechos usurpados ¿Con qué autoridad mandan los Gobiernos a sus soberanos? Y destruyeron toda autoridad. Subieron los verdugos al gobierno, vino el Pueblo y los llevó al cadalso! Y trono de la ley fue el patíbulo... la Francia se empapó en sangre: cayó palpitante moribunda... Fanáticos! he ahí el resultado de vuestras teorías. Yo no niego que el derecho público de la sociedad moderna fija en el Pueblo la soberanía pero la Religión me enseña, que es la soberanía de intereses, no la soberanía de intereses, no la soberanía de autoridad: por este o por aquel otro medio toda autoridad viene de Dios: Omnis potetus a Deo ordinata est: y si no es Dios la razón de nuestros no existen ningunos.
No rechazo modificaciones en las leyes por sus órganos competentes; los tiempos, las circunstancias, el interés común tal vez lo reclaman, pero si es para ensanchar la órbita de nuestra libertad, por contemporizar intereses particulares cualesquiera, fácil es prever la eterna dominación de dos monstruos en nuestro suelo anarquía y despotismo.
Aún mas necesaria es la vida de la República la sumisión a la ley, una sumisión pronta y universal, sumisión que abrace desde este momento nuestra vida.
Sumisión pronta. La acción de la carta Constitucional es vastísima y se halla en oposición casi a toda la actualidad de la República, es una savia que tiene que penetrar enmarañadas y multiplicadas fibras, que necesita mucho tiempo para vivificar totalmente el sistema: ella es una inmensa máquina, cuyos últimos resultados presuponen innumerables combinaciones y grande y pesada como es, y compuesta en vez de ruedas, de voluntades, necesita cooperación universal, simultánea y armónica un momento después de su promulgación importa su ruina, como un momento que no vivía el hombre, el instante siguiente es resurrección, milagro.
Este día me parece semejante al día memorable de los Israelitas, cuando después de setenta años de cautividad, saludaban por primera vez su patria desierta, cubierta de ruinas, y rodeada de enemigos postrados bañaron de lágrimas su querido suelo; y levantándose se apresuraron a edificar sus hogares, alzar el Templo, y defender con altas murallas el sagrado recinto de la ciudad: el sol nacía y se ponía sobre patriotas que con una mano trabajaban, y con la otra se defendían de sus enemigos.
República Argentina! Noble patria! Cuarenta y tres años has gemido en el desierto! Medio siglo te ha dominado tu eterno enemigo en sus dos fases de anarquía y despotismo! Qué ruinas qué de escombros, ocupan tu sagrado suelo! Todos tus hijos te consagramos nuestros sudores, y nuestras manos no descansarán, hasta que te veamos en posesión de tus derechos, rebozando orden, vida y prosperidad! Regaremos, cultivaremos el árbol sagrado, hasta su entero desarrollo; y entonces sentados a su sombra, comeremos sus frutos. Los hombres, las cosas, el tiempo, todo es de la patria.
Sumisión universal que abrace todos los puntos de la ley sin exceptuar ninguno. No hay un hombre, que no tenga que hacer el sacrificio de algún interés; y si cada uno adopta la Constitución, eliminando el artículo que esta en oposición a su fortuna, a su opinión, o a cualquiera otro interés, pensáis que quedaría uno solo? Quedaría fuerza ninguna si cada uno retira la suya? Quedaría en la carta constitucional la idea de soberanía que supone, si cada individuo, hombre, ó pueblo fuese árbitro sobre un punto cualquiera que sea?
Y la Religión me diréis; y la conciencia? Cómo entregaremos a lo temporal lo que es eterno? Cómo hemos de obedecer a los hombres primeramente que a Dios? Sosegaos, Católicos.
Yo confieso, Señores, que sería para nosotros, de indecible satisfacción, si la Religión, tal cual es en la Confederación Argentina, hubiera sido considerada con los respetos que merece. Si solo las doras bóvedas del catolicismo cubrían nuestro horizonte, y hacían el eco sonoro del culto; por qué se le nubla? ¿Por qué cuando resuena el canto de nuestros himnos ha de resonar a nuestras puertas el furibundo eco de la blasfemia? Por qué ha de presentarse al pueblo, que carece de discernimiento, como un problema nuestra augusta y eterna Religión? Cómo, Señores, se entregan nuestras masas a todo viento de doctrina? Por qué la generación presente no ha de tener exclusivamente el derecho de iniciar a la que viene, en sus principios, en sus creencias, en sus dogmas; enseñanza sublime que liga a lo pasado con lo venidero, y que concreta en un punto todos los siglos? Ah! Yo junté mi corazón con el vuestro para lanzar esos gemidos y con vosotros estrecho en mis brazos mi Religión, la Religión de caridad, de mansedumbre, de castidad, de todas las virtudes! La Religión que cortejan todos los siglos y las más evidentes demostraciones! Qué nos buscó en nuestro desiertos y nos trajo a la civilización! Y a nombre de esta Religión sublime y eterna, os digo, católicos; obedeced, someteos, dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. El poder civil proteja la Religión, impedía la enseñanza del error, alejada con su vibrante espada al incircunciso profanador... ¿Niega ahora su decidida protección deja al descubierto las avenidas del error, guarda su espada? Dejadle, someteos: Ommnia anima subdita sit sublimoribus potestatibus, non solum propter iram, sed etiem propter conscientiam. Roma era pagana, era cruel, mataba a los cristianos sin más delito que ser discípulos de Jesús!...y con todo eso el Apóstol San Pablo decía: ¿Civis Romanus sum ego! Y los cristianos eran los soldados más valientes, mas fieles al imperio! Los cristianos obedecían, respetaban y defendían las leyes de esa patria; y su corazón eternamente ligado las leyes de esa patria, y si corazón eternamente ligado con Dios, era un perpetuo juramento de cumplir esos deberes. La Religión quiere que obcecáis, jamás ha explotado a favor suyo ni la rebelión ni la anarquía, cuando en lóbregas cavernas, en las oscuras catacumbas; y allí era, mas sublime, que cuando los Reyes la cubren con su manto de púrpura.
Obedeced, Señores, sin sumisión no hay ley; sin leyes no hay patria, no hay verdadera libertad: existen solo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra y males de que Dios libre eternamente a la República Argentina: y concediéndonos vivir en paz, y en orden sobre la tierra, nos dé a todos gozar en el Ciclo de la Bienaventuranza en el Padre, en el Hijo y en Espíritu Santo, por quién y para quién viven todas las cosas. AMÉN.”
Pronunciado en le iglesia Matriz de Catamarca, el 23 de Marzo de 1854, con motivo de la instalación de las autoridades federales de la Nación Argentina.
“Señores:
Ni las grandes calamidades, ni los grandes bienes son jamás apreciados bastamente por la mirada tan reducida de nuestro entendimiento: solo es una base, cerrada por el tiempo y el espacio, la que descubrimos, quedando el fondo de la cosa, y sus efectos y su encadenamiento con los demás seres abismados en la profunda sima, que encierra los misterios de la naturaleza, y en que se preparan las realidades del porvenir. ¿Quién jamás ha abarcado, ha podido valuar la grandeza y el número de los males que trae una guerra? ¿Quién conocerá los desastres que produce en todo sentido y tendrá bastante fuerza para seguir los horribles y prolongadísimos canales por donde vierte hasta un dilatado y remotísimo porvenir sus horrores y sus calamidades, y esa su fuerza de destrucción y de muerte? Por esa misma ley de impotencia es, Señores, que no podemos tampoco apreciar debidamente la grandeza de ciertos beneficios, que concorde a los hombres la Providencia conservadora y reparadora del humano orden: a mas de los bienes que en semejantes casos se derraman en los individuos de la muchedumbre, y que se transmiten a los de la posteridad, debían tenerse en cuenta los males de que ellos, y los presentes se libren; los males, Señores, en que es tan horriblemente fecundo el género humano! Yo creo no engañarme al pensar que estamos en posesión de uno de esos beneficios incalculables en su profundidad y en su extensión: sí, nosotros que hemos pasado por las más grandes angustias, que hemos vivido uncidos al carro de los tiranos, que no hemos sentido mas que alegrías frenéticas, ni más placer que los placeres feroces de la venganza y de la ira, nosotros estamos bajo la influencia de uno de esos acontecimientos de grandor inmenso, de inapreciable beneficencia. Mi vista recorre los tres siglos de nuestra vida de civilización, y desde que aparecíamos encadenados al Ibérico, cuando rompimos sus cadenas, y cantábamos nombres y heroicos triunfos, y el mundo entero resonaba del gripo que daban los libres de América destrozando inmoles cetros y quebrando la dura lanza de nuestros opresores, sacudiendo sucesivamente la doble ignominia de colosos y de siervos, jamás hemos sido tan grandes, jamás nos rodeará un hecho que reúna tantos bienes, que arroje una gloria mas positiva y nos prometa mas dichas que el que hoy motiva nuestra alegría, y nos hace postrar agradecidos ante el Dios de las Naciones. Un Gobierno, que en vez de cetro, tiene en la mano la carta de nuestros derechos y cuya persona se anonada ante la ley y sus deberes, cuya única base es la justicia he ahí, Señores, el inmenso beneficio de que os hablo, y que me propongo explanarlo en la manera que pueda. Lo haré Señores, para que lo apreciéis, y apreciándolo se conserve estadme atentos.
La existencia de los Gobiernos, de la autoridad que anuda como quiera que sea los lazos sociales, es un hecho inevitable, que ni los sacudimientos más recios, ni la fuerza más disolvente de la demagogia en la altura de la civilización, ni la abyección petrificada del estado salvaje, nada lo destruye, ni puede alejarlo siquiera; en el hombre hay sumisión y hay autoridad, porque es esencialmente social y como quiera que al hombre le sea concedida la tremenda facultad de extraviarse, pero no le ha sido dada la de aniquilarse en su nobilísima naturaleza de un ser con amor y con conocimiento; su libertad tiene términos en el orden moral, y también en el orden físico. Acaso en la historia de la humanidad no se ofrece un fenómeno más constante, que el de una fuerza que tiende a la destrucción del poder público, como hay en lo subterráneo esa pujanza que conmueve nuestros continentes. Por los embates del orgullo individual contra la liga nacional en un solo poder, cuantos aspectos no ofrece la vida de la humanidad en la extensión del globo y en la prolongación de los tiempos! Dividida en un millón de fracciones que varían hasta lo infinito, por el temperamento, por su situación, por el predominio del espíritu ó de la materia en una escala inmensa, por la explosión múltiple de variadísimas combinaciones, circunstancias y necesidades por la variedad de latitudes, de civilizaciones, de formas en todos los aspectos, un abismo, Señores, de variedades... y sin embargo, no hay situación, no hay estado, jamás están juntos tres hombres, en cualquier punto de la tierra, que no descuelle entre ellos el poder, la autoridad que manda! Toca el hombre, degradándose los términos que lo separan del bruto... ni ciencias, ni costumbres, ni habitación que lo defienda de las destempladas estaciones, sus pocas necesidades satisfechas por un puro instinto animal, y no obstante allí veréis gobiernos! Las hordas del desierto, ora vaguen por los bosques, ora estén de asecho en nuestros caminos, tienen su cacique que manda y que gobierna como cualquiera otra autoridad! El asiático se diferencia del demócrata Europeo, como se opone una afirmación a la negación; y ambos engendran por rumbos opuestos ese poder público que los conserva. Si en un momento inexplicable frenesí se aúnan los hombres para conculcar todo gobierno, y se presentan las masas, sin mas guía ni cabeza que su furor individual, en el momento mismo saltan como rayo las Convenciones, las Dictaduras, que con la irresponsabilidad del más fiero déspota guillotinan, despedazan, imponen un yugo que aterroriza con horrible espanto; y consultando nuestra historia contemporánea, el momento de las agonías de nuestros gobiernos, no era sino el síntoma de un cambio en que por una horrible transformación, el poder sería la dictadura de un hombre sin conciencia y astuto que nos chupa la sangre y nuestros derechos sin piedad. Es decir, Señores, que la existencia del poder público es un hecho inevitable, que se destaca de todos los puntos en que se coloque el hombre; que va con él a todas las latitudes, y que sabe en sus abismos al salvaje degradado; es la sombra de la sociedad que la sigue en todas partes.
Ahora bien, si esto es una ley irrecusable si es un hecho invencible, ¿qué hay pues de nuevo, en que el 5 de Marzo se inaugure un Presidente de la República Argentina, para que califiquemos este hecho como el más venturoso, que registraremos en nuestra historia de colonos y de libres, para que lo reputemos un beneficio de valor y trascendencia incalculables? Oíd, cuando erais colonos, erais sociales, y por lo tanto había sobre vosotros el poder público; pero un poder público que había absorto al nacional, y que en vez de ser sostén, un protector, el fundamento de vuestros bienes, era el explotador de toda vuestra nacionalidad en beneficio propio. Debiendo surgir y estar en el seno de vosotros, como que erais verdadera y cumplida sociedad, fuisteis arrebatados de vuestras propiedades mas caras y llevado en tristísimo trasmigración a formar los escalones de un trono a quien no sirvieron nuestros padres, y cuyos actos gubernativos en la travesía de todo el Océano, se convertían en resortes de provecho individual, erais la presa de la ambición y de la codicia, que explotaban vuestro territorio, vuestras riquezas, vuestras personas, mientras que vuestros derechos yacían aherrojados y condenados a eterno silencio; es decir, Señores, que el Gobierno Español era para nosotros una verdadera calamidad, y tan tremenda, que solo por una calamidad mayor podía destruirse, tal es la que comenzamos a arrostrar con pecho de bronce el año de 1810. ¡De qué horrores no ha sido testigo el Sol de Mayo! ¡Cuanta sangre y cuantos crímenes no han brotado de nuestros corazones!! La Patria quedó tendida en el suelo, plagada de hondas heridas, que maleficiadas con el calor de la anarquía y de la rebelión se han convertido en un cáncer pestilente, que hacia caer a pedazos el cuerpo de la sociedad argentina; nos quedó por único resultado la feroz manía de destruir sin mas política que la de pulverizar toda entidad política y crearnos con nuestras mismas manos, un poder horrible a mas déspota, un tirano que había socavado todo nuestro republicanismo: cuarenta años después de trescientos mas se han pasado entre la anarquía y del despotismo, entre la acción contra los gobiernos y la reacción abusiva de poder... Un justo medio, Señores, una transacción equitativa y honrosa entre las grandes necesidades y los grandes derechos y los intereses más vitales; he aquí el hecho por el que nos cumple hoy felicitarnos cordialísimamente. Un Gobierno que se funda sobre el establecimiento inconcuso de nuestros derechos en la Constitución fundamental del país, y un gobierno que recae en la persona de nuestras mayores obligaciones, tal es lo singularmente plausible de este hecho.
Para los argentinos que hemos probado en tan horrible manera el amargor del absolutismo, nada difícil debe sernos presentir las ventajas de un gobierno, que no es meramente un hecho necesario, sino una emanación de la ley y de la justicia; pero semejante maravilla, reluciéndose a nuestra actualidad, no podría verificarse sino bajo la influencia de un héroe virtual y patriotismo. Cuando la Divina Providencia concede este beneficio a los pueblos, que aspecto el que ellos ofrecen en su política! Para que lo percibamos, contrastémoslo con el de un pueblo que soporta su gobierno con antelación a la Constitución y garantías de sus derechos. En este caso la persona en quien se expresa el poder público, tiene tan vasto campo al poder de su autoridad, cuanto el mismo se quiere señalar en el horizonte de sus dominios, y esto lo hace ó con perpetua arbitrariedad ó dictaminando a la vez leyes estables, pero que siempre asientan sobre una palanca que las vuelca a discreción de su voluntad; en el primer caso tenemos un déspota de todo el rigor de la palabra; en el segundo está el mismo en embrión que paulatinamente va desarrollándose, engendrándose hasta tanto que desaparece todo su aspecto de autoridad social, y queda nada mas que un grandísimo personaje, en cuyo alrededor viene a condenarse para bien de él y de sus hijos todos los bienes que brotan de la sociedad: el labrador suda para los reyes, el militar sirve a su ambición y conquistas, el literato se afana en mantener siempre embalsamada su atmósfera, y a esta seña de ojos van gratuitamente a la muerte los malhadados ciudadanos, que en vida no salieran de la aérea que ocupaban sus cuerpos. La historia, Señores, y la revelación nos avisan de consumo, que los reyes son una calamidad para los pueblos. Como un castigo de la dureza de corazón concedió el Señor un rey al Pueblo de Israel que se los pedía con impía tenacidad. Haz lo que ellos dicen, ordenada Dios a Samuel; pero diles primero el derecho del rey que loa ha de mandar. Tomará hijos y los pondrá para que gobiernen sus carros; los hará labradores de sus campos y segadores de sus mieses; se apropiará lo mejor de vuestras viñas y olivares, y diezmará el producto de vuestras mieses; vosotros seréis sus siervos, y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey. Consultad ahora lo que enseña la historia y vuestro corazón gemirá a la contemplación de las ruinas que hacen en la humanidad esos gobiernos absolutos aquí levantan pirámides que en su mole imitan la naturaleza; allá inmensos palacios, que hacen ventajas a las ciudades, sin mas trabajo de su parte, que el querer, aquellos llevan la guerra a todo lo conocido, emprendiendo conquistas, que cuestan millones de vidas sin mas frutos que el de que el conquistador sentado en un altísimo trono vea de hinojos a los hombres allá hasta donde el horizonte los oculta; los otros pueblan desiertos horrorosísimos de millares de familias sacrificadas a su política suspicaz! Pero, qué queréis, Señores, si el pueblo cayó en un letargo de muerte por efecto de su disolución, y este advenedizo llena cruelmente es ley de la existencia de los gobiernos? El pueblo ha venido a ser propiedad suya, sin mas recurso para este que la paciencia nada mas que el duro recurso del sufrimiento por que si se me señala la rebelión como un remedio de ese mal, ved que esta es una calamidad mayor que todos los tiranos y que con ella no se haría mas que tocar someramente la desgracia, quedando esta integra cuando no aumentada para que la ponga en juego un sucesor cualquier; a más de que si los pueblos han un sucesor cualquiera; a más de si los pueblos han de caminar por la noble senda de lo justo y de lo recto, casi nunca puede tocarse esa persona que abusa de su poder, sin poner manos sacrílegas a al autoridad que se funda en el derecho natural y que importa romper el nudo que liga en un manojo toda la sociedad, seria un crimen de la lesa Patria. Ved ahí, Señores, la tremenda situación de un pueblo prevenido por el hecho. Gobierno, la horrible expiación de sus desórdenes anárquicos, el duro y prolongado martirio a que se halla condenado, pero que, en justo homenaje a la Divina Providencia, si soporta con valor su padecimiento bajo la influencia de la religión, es cierto a la luz filosófica é histórica, que ese pueblo mejorará, y poco a poco entrará en el deseadísimo punto, en que se concilian los grandes derechos y las grandes necesidades, combinando en la mejor proporción posible, la balanza del poder, y la inviolabilidad de otros derechos igualmente sagrados. Cuando un pueblo se coloca en esa situación, es entonces que yo he dicho, que sus legítimos intereses, y su noble libertad han prevenido al gobierno, y que la sociedad comienza a irradiar en todo sentido las clarísimas preciosidades con que la dotara la Providencia. Se asemeja al sol que atraviesa los ciclos con rápida y ordenada carrera, derramando la luz, la fecundidad, el bienestar por todas las partes, y disolviendo de paso las nubecillas que levantan desquiciados vapores.
Argentinos! Veis esa luz tenue pero tranquil que se levanta sobre vuestro magnifico Plata y que va a reflexionarse en las nueves de los Andes? Oís ese rumor que viene desde el Santuario de vuestros legisladores, suave, melodioso, como los gorjeos de los pajarillos en la madrugada? Os anuncio, que eso es la aurora del bellísimo día, que os preparó la Providencia en galardón de vuestros inefables padecimiento! Dios había verificado en el fondeo de la República Argentina un solemne reposo, como quiere que su faz haya conservado las huellas de la turbación, así como algunas olas rugen en la superficie de las aguas después de pasada la tempestad; y al favor de esa calma dichosa, protegida por un héroe de patriotismo se han consagrado en el augusto templo de la razón, nuestras leyes y nuestros derechos. Removidos los escombros de la tiranía, se han puesto los fundamentos inmobles de nuestra sociedad regenerada: esta es la ley, esto es lo justo, hemos dicho; y han venido las cosas y las personas a amoldarse en ese molde sagrado. Las bases del gobierno no son el apiñamiento de todas las personas, de todas las vidas, de todos los intereses, que haría el trono de un Dictador, sino las mismas garantías del ejercicio de nuestras facultades, el uso libre y cumplido de todos nuestros derechos: ese es el único camino de llegar al recinto de la autoridad, este derecho existe, porque existen los nuestros; aquel se desenvolverá en una vasta órbita, cual necesite, pero sin menoscabar esa otra en que se desarrollan los nuestros; y del movimiento libre de aquel y de los nuestros, resulta ese todo regular y armonioso que hace la magnífica ilusión de los pueblos modernos, que contienen mas bellezas y encantos que cuanto hay en la naturaleza. Esta es la gran realidad que con valor incontrastable buscaban los héroes de la independencia; el que habla en nombre de ella, habla en nombre de la Patria y de la única y verdadera, por quien suspirábamos tantos años, y en cuyos altares, inmolaban sus vidas nuestros mayores cuando esta existe, aparece todo lo bueno de que es capaz el hombre en la tierra, cuando ella desaparece, se desquicia, se rompe y cae con espantoso ruido el edificio social.
Ved ahí grandiosa perspectiva de vuestra organización que esencialmente consta de sus leyes y del poder público, que las hace ejecutar. Respetad uno y otro, sofocando pasiones mezquinas de antipatías personales y de espíritu de partido. Sed justos, y Dios que es la vida de todas las cosas la dará muy larga y gloriosa a nuestra amada Patria. DIOS BENDIGA A LA REPÚBLICA ARGENTINA Y A SU DIGNÍSIMO PRESIDENTE Y VICEPRESIDENTE CONSTITUCIONALES.”
Pronunciado en le iglesia Matriz de Catamarca, el 27 de Octubre
de 1861, con motivo de las preces por la paz de la República
Secundum magnitudimen brachii tui posside
Filios mortificatorum
(PS LXXVIII)
“Las calamidades públicas son grandes voces con que el Señor nos llama al arrepentimiento, y al mismo tiempo una amenaza de exterminio si despreciamos ese último recurso de su bondad. Después que el Señor ha puesto el bien delante de nuestros ojos, y nos ha invitado a su amor con las maneras más suaves y hermosas, transformándose la Eterna majestad en las personas de padre, de esposo, de pastor, de amigo del hombre, y usando de expresiones tan amorosas como esta de los Cantares: Ábreme , hermana mía, ábreme la puerta, por que mi cabeza está empapada de rocío, y mis cabellos destilan las gotas de la noche (Cant. V); y de aquellas que en alta voz decía Jesús: El que tenga sed, venga a mí, y beba (Juan VII); y de esas otras de inefable dulzura; Venid a mi todos los que padecéis y estáis oprimidos, que yo os confortaré (Matth XI); después que el Señor agota tesoros infinitos de piedad, prometiéndonos recompensas eternas, valiéndose de dulces y amorosísima voces, y sin que por anda de esto se dé por vencida nuestra malicia; recurre entonces al dolor, a la calamidad, a grandes y terribles desventuras que nos derriben, y postren nuestro orgullo, y ablanden nuestra dureza. ¡Ay del hombre! Ay de los pueblos que no escucharon ese último llamamiento de Dios! Si no me oyereis y me provocáis á ira, dice el Señor por Isaías (I.2), el cuchillo os devorará.
Vosotros, hermanos míos, habéis temido este Dios fuerte y terrible como la eternidad y os inclináis bajo el trueno de su indignación. Vuestra Fe en la Divina Providencia, que tiene contados los cabellos de nuestra cabeza (Luc. XII), ha reconocido la mano de Dios en el súbito desaparecimiento de toda una ciudad, en el azote de horribles incendios, en las pestes que como en Egipto han devorado hombres y animales; en todo ello reconocisteis la voz de Dios, los avisos de su Providencia, un misericordioso castigo de nuestras culpas; ¿pero hemos sido dóciles y humildes, hemos enmendado nuestra vida? La ira de Dios nos visitaba terrible, espantadora paseábase en alas de torbellinos de fuego, hacia estremecer la tierra con horribles convulsiones, recorría la ancha faz de nuestro suelo, precedida del Ángel exterminador pero ¡ay! Nuestras costumbres han permanecido siempre las mismas! El orgullo, la crueldad, el odio, la voluptuosidad siguieron dominando nuestras ciudades y campañas; todas las lenguas rebosaban sensualidad, los tribunales injusticia, las prensas enviaban al oído de todos palabras de mentira e impiedad, las piedras del santuario yacían disipadas, los pequeñitos pedían pan, y no había quien se lo diese; cruel como el avestruz, la hija de mi pueblo deja morir en la corrupción e ignorancia a todos sus hijos! ¡Ay de mí! El error, los sacrilegios, la injusticia, la más abyecta sensualidad siguieron dominando en nuestras costumbres, hasta que por fin ha llegado el día de la guerra, el azote de los réprobos, por que en la guerra medran todos los vicios, y desaparecen todas las virtudes! Sordos por largo tiempo a los avisos de la Providencia, palpáis por fin la terrible amenaza gladius devorabit vos, el cuchillo os tragará. Huyendo siempre de Dios hemos caído en las implacables y cruelísimas manos de los hombres! Vosotros lo veis: nuestros campos humean de sangre de hermanos militares de inocentes perecen, nuestras fuerzas se consumen en la lucha fraticida! Y después de tanta ruina y desolación, todavía se pide más guerra y más sangre! Los combatientes casi exámenes piden más sangre! Sangre pide el ciudadano que tiene hijos! El mozo imberbe pide sangre! Y hasta la mujer cristiana a quien el Señor dio en herencia el amor la ternura y la compasión hasta ella pide sangre con sus palabras de discordia y rebelión! ¡Gran Dios! Yo no veo sino sangre, no oigo sino gritos de sangre que solo interrumpen algunas horas de baile y de orgía, cual risotada de presitos!.
Espantados de nuestra horrible situación hemos venido a implorar la misericordia de Dios, recurriendo a la intercesión de María, con el devoto novenario que acaba hoy; como Jeremías hemos hundido en el polvo nuestros rostros, por si acaso haya esperanza. Ah! El mal está demasiado adelantado, la cuchilla de muerte está ebria de sangre, y el furor e ira de los hombres suben todavía como un negro torbellino lanzado por el mismo infierno! Pero María, la tierna y poderosa María, brazo bendito del poder y de la misericordia de Dios, se compadecerá de nuestras miserias si no presentamos ante ella, oirá nuestros ruegos si se los hacemos, y nos alcanzará que se salven las reliquias de la destrucción; confiemos, pues, y pidamos a Dios que según el poder de este Brazo conserve y salve los hijos de los que han sido muertos: secundum magnitudinem brachii tui posside filios mortificatorum. Confiemos, sí, en la bondad de Maria tan acreditada en toda la Iglesia y en este venerable santuario; pero también propongamos enmendar nuestra vida; si nos convertimos al Señor, el Señor se convertirá a nosotros: convertimini ad me, et ego convertad ad vos, dice él por su Profeta (Zach. I).
Hasta ahora, Señores, nunca os hable desde esta cátedra sino vencido por precepto o por el respeto, en esta vez no tengo otro estímulo para hacerlo que el del dolor y amargura que despedazan mi alma a la presencia de tantos males como afligen esta República de nuestro eterno amor a quien saludamos tan llenos de esperanzas en otro tiempo más feliz. El celo de vuestro bien hace que yo no repare en mi ineptitud, y que tenga bastante resolución para no temer las recriminaciones de los partidos que os dividen. Yo no tengo parcialidad; ni soy, ni quiero ser de los hombres, sino de Jesucristo que es el Bien, la Verdad, y la eterna Justicia; lo que hable pues de vosotros, hijos de muertos, y de la confianza en María, brazo bendito de Dios, lo he bebido no en la mezquina inspiración de los bandos, sino en el cristianismo y en vuestra propia historia.
Oh! Siquiera en la casa de Dios suprimamos todo rencor, acordándonos que somos hermanos de Jesucristo.
Pidamos esta gracia a la que es madre del amor hermoso, saludándola con el Ángel.
AVE GRATIA PLENA
La plegaria de David: Secundum magnitudinem órachii tui posside filios morificatorum, comprende muy bien el doble objeto de ese discurso, que es conocer la causa de nuestras calamidades y llamar vuestra atención sobre el poder de Maria en su inmaculada Concepción y en esta venerable imagen a quien habéis recurrido; para que de esa doble consideración saquemos por fruto hacer continuas y fervientes súplicas a la Madre de Dios pidiéndole que aleje de nosotros el horrible azote de la guerra, cegando la fuente que la produce ya tan larga y desastrosa. Trataré pues lo primero de nosotros, hijos de muertos, y después de María, Brazo de Dios, para que con Fe y humildad levantemos nuestro clamor hasta el trono del Altísimo, diciendo con el Profeta: Según la grandeza y poderío de vuestro brazo, salvad, Señor, a los hijos de los que han sido muertos.”
I
Las alegrías en medio de la horrible calamidad que nos devora son la risa del necio que el Eclesiástico compara al ruido que hacen las espinas al arder: sicud sonitus spinarum ardentium sub olla, sie risus stulti (Ecci. VII), su llama seca el corazón y su humo apaga la vista. Tal insensibilidad y ceguera fruto de nuestras alegrías frenéticas, deben ser sin duda alguna la causa de que no se examine el origen de nuestras luchas, ni se haga caso de mil combustibles que casi todos van allegando a ese fuego devorador de la guerra que todo lo devasta, vida, riquezas, crédito, honor, virtual y esperanzas. Merced a esa estúpida necedad, cuando llegan los días de este azote, solo consideramos nombres insignificativos respecto de la masa del pueblo, solo miramos la lucha como sostenida por los jefes de bandos, sin descender jamás al verdadero teatro y causa de la guerra que son nuestras costumbres e ideas dominantes. Sí en la guerra se despedazan los cuerpos pero lo estaban ya mucho antes los espíritus.
Y en verdad que si nuestra historia debía enseñarnos algo, y nosotros sacar alguna experiencia de un pasado solo rico en desastres, esta debía ser el conocimiento de la causa por que se vive en perpetua guerra en las antiguas colonias de España, desde Méjico hasta el Río de la Plata.
Por el espacio de casi tres siglos, ese dilatado país apenas ofrece alguna vez el hecho de la guerra en su parte civilizada; pero a contar desde el momento de nuestra independencia es como una ley de ese mismo país el hecho tremendo de guerras casi salvajes que no conocen mas tregua que la indispensable para continuar más sangriento y encarnizado el combate. En todas ellas se invoca por una parte la libertad, y por la otra el título de Gobiernos de hecho o legales. Siempre el mismo síntoma: allí donde pudo establecerse un gobierno legal bajo un sistema de centralización se da pretexto a la guerra aspirando a formas federales; acá donde ya están aceptadas las formas federales se vuelve por un círculo vicioso a invocar otra vez la libertad; por ahí se denominan rotos y pelucones los beligerantes, por aquí clericales y liberales, en otra parte federales y unitarios: nombres diferentes, pero en el fondo una misma farsa de feroz gusto que para el bien común ni para el más remoto porvenir no promete la más pequeña ventaja en cambio de los incalculables males que produce la guerra.
Si nuestro país hubiera títulos de nobleza, privilegios que excluyan al pueblo de los bienes y derechos propios de todo hombre, ya me explicaría lo que significa ese esfuerzo de libertad por una parte y el interés de conservar los títulos y privilegios por la otra; significarían entonces nuestras luchas lo que significaron en Europa; aspiración a la igualdad de derechos, a la participación común de la libertad; y en ese caso podríamos esperar algún bien, como la Edad Media adquiría el establecimiento del Común que proteja ciertos derechos propios de todos, ó el escribir una línea mas en la Carta que aseguraba ciertas libertades al pueblo. Pero aquí en América después de haber peleado un siglo, dos siglos, ó lo que querías, ¿Podremos ser mas libres, más republicanos que lo que somos desde el momento de nuestra emancipación de España? Que libertad política, que licencia nos falta? Queréis haceros Turcos? Nadie en este mundo os lo impedirá ¿Queréis dar a luz una obra satánica como has de Proudhon? Escribidla, negociad su impresión, y el libro fatal volará libremente hasta los últimos ángulos de la República. ¿Queréis ser legisladores? Haceos ricos, y tenéis todo lo que se requiere.
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¿Queréis que una pobre Independencia de Gobierno tenga una soberanía casi igual a la de Francia? Ya nos veis a nosotros en posesión de una perfecta soberanía política! Que libertad es pues, la que se busca, si tenemos la licencia de todos los cultos los que solo somos católicos; si tenemos libertad de toda enseñanza los que carecemos de bastantes escuelas primarias; si tenemos libertad de asociaciones secretas, los que no podemos recibir a Comunidades religiosas sin permiso de la autoridad, y que no hemos hecho todavía la unión Nacional? Si tenemos licencia para el insulto, para las doctrinas subversivas, para el error e impiedad; que libertad buscáis todavía? Hasta cuando seréis hipócritas? Hasta cuando pedís sangre y oro al miserable pueblo con ese espantoso de libertad, de derechos e independencia? No bastan acaso cincuenta años de guerra y desolación, para que se dé por bien probado que toda esa hecatombe al ídolo del derecho no es mas que una farsa e muy mal gusto que va preparando tiranías que os pesen como un mundo de crímenes, y que no volcareis jamás, o solo después de siglos dolor y esclavitud?
No es ciertamente la libertad ni buena ni mala lo que se busca en nuestras guerras no es ella la causa, pues que abundamos en la más desenfrenada licencia, y mal puede bracear por desligarse quien no lleva en sí atadura de ninguna clase.
Tampoco pueden ser causa de nuestras guerras algunos nombres individuales; no es buena lógica buscar en cosas pequeñas la causa de las grandes; y una guerra de medio siglo por todo el suelo americano es un hecho demasiado vasta para que pueda explicarse por el capricho de algunos caudillos.
Los digamos de una vez con la santa libertad del cristiano; el espíritu de impiedad y de la rebelión es la verdadera furia que agita el corazón y las manos del pueblo Americano para que esté en perpetua guerra consigo mismo. Careciendo de bastante espacio y siendo poco menos que imposible examinar esta triste verdad a la luz de los mil hechos a que se refiere, notemos siquiera que nuestra ejecución fue en mucho inspirada por las doctrinas y hombres de la filosofía del siglo pasado; notad que las cartas de libertad que se dieron todas las Repúblicas Americanas son plagios hechos a la Constituyentes de Francia, y que así como se han copiado sus palabras, así se ha procurado imitar las hipocresías, los excesos y furores de la revolución francesa, sobre todo en su odio al cristianismo! Vosotros estáis viendo que no hay cosa sagrada que no se hay atacado doctrinas, instituciones y personas; por el sable del soldado, por la puma del periodista por las leyes y por su administración; en todo y por todos los medios posibles se ha hecho guerra a Dios y se le está haciendo todavía; ¿Cómo pues podríamos tener paz entre nosotros mismos?
De aquella doctrina disolvente, de esa atmósfera de impiedad en que nació y vive la política americana, ha resultado un hecho en la conciencia del pueblo que podía llamarse el terreno propio de la guerra; tal es el espíritu de inobediencia a la autoridad pública, al magistrado y a las leyes, que se ha infiltrado en casi todos los ánimos con solo suprimir el deber cristiano que todos tenemos de obediencia a los que nos mandan con autoridad legitima. Hoy se ve sin horror una revolución que sacrifica fortunas y millares de vidas, ataca y derriba las autoridades legitimas para hacer sentar sobre ese trofeo de sangre y de injusticias a la ambición y al capricho; se le ve sin horror, sin sentir la justa, indignación de un alma honrada ante un crimen atroz. ¿De dónde es que somos insensibles, sino de que ya no se cree en el mérito divino, en la razón cristiana de la obediencia, de la que hablando el príncipe de los Apóstoles, decía: subjecti igitur estote omni humana creature propler Dcum sive regi pracellenti sive ducibus tamguam ab eo missis; sed sumisos y obedientes a todos sea al príncipe sea a sus empleados y esto por causa de la obediencia que debéis a Dios (I Petr.II). Que sentido, que valor tiene hoy entre nosotros este mandado de Dios por boca del Apóstol San Pablo (Rom.XIII) subditi estote non solum propter iram sed etiam propter conscientiam: obedeced no solo por temor sino también por deber de conciencia?
Pero en ese estado de perpetua rebelión a las autoridades legitimas en que nos hallamos, con la piedad cristiana ha desaparecido igualmente todo patriotismo, desde que no se respetan las leyes, las instituciones, los representantes de esa Patria tan desgarrada y envilecida por sus propios hijos. Oh! Si se nos concediera que, en estos países tan singularmente enriquecidos de toda suerte de bienes por la divina Providencia, como malogrados por causa de la impiedad y del espíritu de rebelión, no creciera mas aquella y que nuestros ánimos comenzasen a vivir notablemente sometidos a la autoridad legitima, ah! La América española no podría envidiar la suerte del pueblo más feliz del mundo!
Mas, ¡ay de mí! ¿Quién es el que no ve el olvido y menosprecio que por todas partes se hace Dios? Quién no oye a donde quiera que se vuelva, palabras de insolencia y rebelión contra toda ley y autoridad si por acaso no fueron medios de propia granjería? ¿Quién no siente el vacío espantoso de la conciencia pública? Quién puede medir la sima tenebrosa de impiedad, orgullo y sensualidad que nos traga? Ah! La grandeza y profundidad de estos nuestros males solo son comparables al horror, a la multiplicación y ferocidad de nuestras guerras! Tanta sangre no cansa! Tanta ferocidad no horroriza! Es tan insaciable esa sed de destruir! Dios mío! Que imagen mas viva del infierno que la que presentan nuestros pueblos, respirando iras y rencores que no mueren, despedazándote como fieras entre sí mismos, y legando a sus hijos el espíritu infernal de una guerra interminable?
En esta tristísima y desesperada situación a que nos han conducido nuestras culpas no teníamos otro recurso que el de Dios. Para llegar a este nuestro Padre celestial, y encontrarlo propicio, hemos implorado la protección de María, el Brazo de su misericordia, de quien hablare ya con más gusto que el que de horribles tinieblas pasa a contemplar el hermoso cielo iluminado por sus mil lumbreras.
II
Brazo de Dios se le llama propiamente en la sagrada Escritura el Verbo humanado, porque en cuanto Dios en él y por él fueron criadas todas las cosas (Joann I), y hecho hombre es nuestra sabiduría, nuestra justicia, santificación y redención (I Cor. I) Jesu Cristo es el Príncipe de los reyes de la tierra (Apoc. I); el primogénito de Dios, y heredero de todas las criaturas (Coloss. I); es el Juez universal que levantará los humildes a la gloria de la eternidad, y hará de los impíos la espantable peana de la eterna Justicia. Verbo de sabiduría, y magnificencia infinita! Toda criatura te alaba y confiesa a su modo causa y ejemplar eterno de todo lo que es y vive en el abismo de la nada eterno de todo lo que es y vive en el abismo de la nada. Brazo de Dios! A tu nombre doblan la rodilla todos cuantos viven en el cielo, en la tierra y en el infierno?
Pero sin menoscabo de esta muestra de Fe, y sin negar, antes aceptando mas el sentido inmediato y literal de las Escrituras, cuadra muy bien llamar Brazo de Dios a María, Océano de las Divinas gracias, como la saluda s. Buenaventura; medio por el que quiso Dios que obtuviésemos todos los bienes, qui voluit totum nos liabere per Mariam, como dice el P.S. Bernardo; a quien invoca S. Efrén diciendo. Después de la Trinidad, Vos, ó María, sois dueña de todo; después del Paralítico, Vos sois otro Paralítico; después del Mediador, Vos sois otra Mediadora del mundo entero. De esta manera, María es verdaderamente el Brazo de la Bondad y Misericordia de Dios, que tiene el ejercicio de su infinita ternura: S. Alfonso Ligorio explicando el salmo, Deus judicium tuum Regi da, et justitiam tuam filio Regis, ó Dios da al Rey tu juicio, y tu santidad al hijo del Rey, aplica lo primero a Jesu-Cristo que tiene de su Padre derecho de juzgar a todos, y lo postrero a María que ha recibido de su Hijo la gracia de ejercitar la Divina Misericordia.
Según estas bellas y consoladoras revelaciones, cuando necesitamos que la Divina Bondad se derrame inmensa poderosísima cual es, para salvarnos de muy grandes males, de las calamidades muy terribles que nacen del pecado, y se ejercitan por el pecado, y se producen innumerables pecados como es la guerra, ¿a quién habíamos de recurrir sino a MARÍA, Brazo de la Misericordia de Dios sin mezcla de justicia? A quién habíamos de ir sino a la que tiene un corazón de MADRE DE DIOS, y que por consiguiente solo desea la salvación de los que por su amor y sus dolores somos también sus hijos?
A estos motivos generales de confianza en María Santísima añadid los especiales que tenemos en ella por el culto a esta Venerable Imagen. Ay! Cuánta ternura para sus devotos! Cuántos prodigios, cuántos consuelos ha derramado en los corazones Nuestra Señora del Valle! La que libró a un infeliz del poder del demonio en este mismo Templo no arrancará de nuestros pechos el fiero demonio de la discordia? La que salvó tantas veces a nuestros Padres de la ferocidad de los Calchaquíes, no hará cesar este ruido de armas fraticidas? Oh! Virgen del Valle! Oh! Madre nuestra amantísima! Haced que este tu Pueblo, y que todos tus devotos muestren en la paz y en la concordia en que vivan, que son hijos vuestros, y que en ti moran contentos y alegres! Desterrad de nosotros y de todos nuestros hermanos el espantoso azote de la guerra, en que perecen eternamente tantas almas, y se cometen tantos crímenes, y nos cuesta tanta sangre y tan amargas lágrimas! Mostrad en esta obra que sois verdaderamente el brazo de la Divina misericordia y Madre nuestra!
Pero aun tenemos otro motivo especialísimo de confianza en María. El culto es que ella se ha complacido y por el que ha dispensado tantos favores a los que se los tributaban en este augusto Santuario ha sido nuestra Fe en su Inmaculada Concepción; hemos creído siempre con todas las veras del alma en este dulcísimo misterio; y más de una vez nuestro Pueblo puesto de pié como si fuera un solo hombre le ha jurado adhesión y fidelidad eterna! La América toda le rendía este homenaje. Cuando ha llegado pues el gran día de su Declaración Dogmática, tenemos derecho a los favores que el Cielo debe hacer a la tierra por el honor y gloria que esta le envía; en el solemne día de gracias tenemos derecho a ellas los que por trescientos años lo hemos esperado con la Fe, el amor, y la confianza más tierra, y que con la Iglesia hemos creído que este glorioso hecho sería el principio de grandes bienes, de la exaltación de la Fe católica y del aumento de la Religión cristiana. Ah! La Fe de la Iglesia no puede ser defraudada en su piadosa esperanza! María pues, la estrella de mar, nos visitará: ella nos volverá el espíritu de Fe que hemos perdido, y cegadas estas fuentes de la guerra, será nuestra herencia la paz, así como la guerra es un comienzo de la reprobación eterna.
Llenos pues de la más grande confianza en María, Brazo del poder y misericordia de Dios, porque es el órgano de todos los bienes que se distribuyen a las criaturas, porque es Madre y Señora especial de los Vallistas, y porque estamos en el período de las gracias, pidámosle siempre por la paz de este Pueblo, de todos nuestros hermanos de la República Argentina y de toda la América; pidamos siempre, la oración continua lo alcanza todo, y al mismo tiempo que oramos trabajemos todos por pacificar los ánimos, por desterrar cruelísimos rencores, por tener nosotros, y procurar que haya en todos espíritu de obediencia y sumisión a las leyes y a las autoridades creadas por ellas. En este ejercicio de oración y de caridad hallareis la paz de la vida presente y la eterna de la Bienaventuranza en el gozo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. AMÉN.”
Pronunciado en le iglesia Matriz de Catamarca, el 24 de Octubre de 1875, con motivo de la reforma de la Constitución Provincial.
Omnia in ipso constant
(COLOSS I. 17)
“La vida, ese hecho múltiple y variadísimo que nos rodea por todas partes y que se siente en cada uno de nosotros como si cada uno fuera el centro a que converge todo lo que vive sobre la tierra, ese hecho se ve, se toca, se siente y sin embargo es inaccesible a la inteligencia y a las fuerzas humanas. La vida es un misterio que nos lleva como por la mano al reconocimiento y adoración del gran misterio, el Ser por excelencia, de Aquel que dijo en sus inefables comunicaciones con el hombre: YO SOY QUIEN SOY (Ex.III, 13); de Aquel que es la misma eternidad y toda perfección infinita y causa y razón de todo cuando existen fuera de Él; según el Apóstol, la tierra ha sido dada en habitación a los hombres para que busquen a Dios y puedan llegar como a tocarlo, quoerere Deum si forte attrectent eum (Act. XVII, 27); y en efecto, Línneo, aplicándose a la consideración de una hoja de yerba, exclama atónito “he quedado mudo, herido de espanto: he visto a Dios, como otro Moisés, por las espaldas”.
Sí; el misterio de la vida desafía a todo el orgullo humano. En nuestro siglo se ha dicho que “por la ciencia llegará el hombre a la omnipotencia, y que ha si vendrá a ser Dios”; exactamente como en el principio de la historia humana había dicho el padre de la mentira: critis sicut diis, sientes bonum et malum (Gén. III, 5). Yo no conozco, Señores, los dominios de este imperio de sabiduría que se dice haber conquistado nuestro siglo; no sabré deciros lo que hay de positivamente ganado en el terreno de verdades filosóficas y sociales; pero, sí, quiero tributar el homenaje de mi asombro a la poderosísima actividad que despliega su ingenio: suscribo a la valiente frase de que “el hombre del siglo XIX, ha arrebatado de las manos de Júpiter sus temibles rayos”; reconozco lleno de admiración, que ante él desaparecen las distancias; que su palabra recorre la tierra con la prontitud que se recibe una orden del amo de la casa; que él dispone y se sirve de mares, de fluidos impalpables e invisibles con la precisión que yo muevo mi mano; que ha hallado ser el globo de la tierra un libro de inefables caracteres, que va ya deletreando; que; en fin; se ha aproximado a los planetas, los ha medido y pesado, y descubre que solo el planeta que habitamos tiene condiciones para la vida, y aún más que todo eso, ha llegado a sorprender la formación de estrellas todavía en embrión! Ah! El hombre sabe y puede mucho! Y con todo que nos olvidábamos de esos pinceles de pura luz que manejaban sus diestras manos, y de tantas obras maravillosas cuya fama llena la tierra. Esta gloria no puede ser materia de envidia para nosotros sencillos hombres de la Fe antigua, sino de viva y sincera felicitación al hallar en el hombre del siglo XIX el perpetuo cumplimiento de aquella palabra del Señor en el principio de los tiempos: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza y tenga dominio sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, y sobre las bestias, y sobre toda la tierra. (Gén. I, 26). Oh! hombre! aunque te hayas declarado enemigo de aquel Dios que adora mi fe, aún te saludo imagen de la eterna sabiduría, rey del mundo, y el más noble y digno adelantado de toda la creación en presencia de su autor.
Pues ello es tan triste como cierto que en el siglo XIX se ha cumplido lo que dijo Moisés en su cántico de muerte: incrssatus est dilectus et recalcitravit: engordó el amado y dio de coces (Deut. XXXII, 15). Se ha visto grande y abandonó a Dios su criador y se apartó del Señor su salvador (ib), y todavía más hinchado que sabio, más estúpido que grande, ha llegado a decir como frenético: in calum conscendam super astra Dei exaltado, solium meum... similis ero Altísimo: escalaré el cielo, pondré mi trono sobre los astros más elevados, seré igual Altísimo (Isai. XIV, 13, 14)! Pero ante ese monstruo de poder y de fatuidad, de orgullo y de ciencia, está en pie el misterio de la vida pronto a derribar todo su poder y aniquilar su presuntuosa sabiduría. Poned a la vista del nuevo Titán una semilla de yerba, el insecto que pisáis, y preguntadle: ¿qué es aquello que vive en ese átomo? Tú te paseas por las alturas del cielo y registras las profundidades de la tierra. ¿podrías decirme lo que hay en un grano de trigo, y por qué brota, y cómo se multiplica en cien granos, y cada uno de estos en otros cien más, tantas veces como primaveras han pasado desde que se le cultiva sobre la tierra? Oh! Dime lo que es la vida, prodúceme una sola semilla, un solo insecto y yo caigo de rodillas delante de ti, y te adoro por mi Dios!
Pero sin nada puede decirnos acerca del misterio de la vida que hay en una semilla, en un insecto, ¿ qué podrá acerca de ese microcosmos, de ese gran mundo en pequeño, del hombre, digo, considerado en sí y en sus misteriosas relaciones con los demás hombres? El hombre habla, entiende, goza de libertad, es un ser racional porque nace y vive en sociedad. ¿ Cuál es el fin de esa sociedad después de dar la racionalidad de hecho a cada individuo? ¿Cuál es su origen; cuántas y cuáles las leyes de su progreso a ese fin desconocido? ¿ Qué cosas son efecto y qué son causa de su progreso en el triple aspecto humano de ser moral, inteligente y físico? ¿Puede el hombre disolver la sociedad humana? ¿ Puede acaso rehacerla si se disolviera? He aquí no uno sino muchos misterios que descuellan sobre la cúspide altísima del misterio de la vida! Y de abordar esa cima inaccesible se trata cuando se trata de la Constitución de un pueblo, es decir, del fundamento de las relaciones que dan vida y orden a la sociedad!
Habéis hecho bien, Honorables Señores Convencionales, en venir a este templo a implorar la protección del DIOS de las naciones, cuyos cooperadores sois en esta grande obra. Hacéis bien en pedir a esta cátedra de la verdad cristiana las inspiraciones de la fe en auxilio de vuestra razón. Por mi parte, Señores, proponiéndome ser fiel a Jesucristo, en cuyo nombre hablo, y corresponder del modo posible al alto honor de llamarme hoy a esta cátedra, debo decir y repetir siempre esta sola palabra del Apóstol de las naciones: Omnia in ipso constant:todo lo que es estable, todo bien, toda verdad, la justicia, el derecho, el deber, el orden, la vida, todo subsiste en Jesucristo. Omnia in ipso constant: ¿ Tratáis de la Constitución de este pueblo? Pues su fundamento es Jesucristo.
Desde su misma cuna el pueblo de Catamarca ha estado bajo la guarda de la Inmaculada Concepción, sensibilizada en esa imagen sagrada que lleva el dulce y hermoso nombre de VIRGEN DEL VALLE. Esta fue para Catamarca el objeto de su fe y de su amor, repetidas veces fue jurada patrona de la capital y provincia; y a través de tantos trastornos como se han sucedido de medio siglo a esta parte, ese amor aún subsiste, nuestra devoción y confianza en la Inmaculada Madre de Dios no han desmayado, y mucho menos su bondad y misericordia con nosotros. Hoy, pues, que se trata de un acto tan importante de la vida de este pueblo, os invito, Señores, a que renovemos nuestro antiguo juramento de fe y amor a la Virgen del Valle, a que invoquemos su protección y la confesemos llena de gracia como es: AVE MARIA
I.
Mientras vive el hombre, sea cual fuere el estado de su vida, aunque no sea sino de agonía y dolor, hay que suponía que se conservan unidos el alma y el cuerpo de que está formado. A este modo, Señores, mientras hay sociedad, cualquiera que ella sea, debe admitirse que ahí subsiste unido su doble elemento de vida, esto es, el agregado exterior de individuo que es como el cuerpo, y el principio o alma que los mantiene unidos y les da la acción de un solo ser moral. Ahora, pues, en ningún tiempo, en ningún lugar, jamás el hombre ha dejado de hallarse en estado de sociedad; ni podría dejar de hallarse sin dejar de ser hombre, pues en ese caso perdería el don de la palabra y con esto el uso de la razón. O no se admite que el hombre sea una creación directamente intentada por el autor del universo, o se le reconoce tal como es, esencialmente social.
Pero ved como en este hecho inquebrantablemente de la vida social del hombre juegan la libertad humana y la ley física de su existencia. O presiden en él la razón y la justicia; ó la necesidad y fuerza bruta lo dominan, el estado social es una ley indestructible, como la ley de gravitación ó arriba ó abajo, pero siempre pensando sobre su centro.
O reconocemos juntos lo que es deber, lo que es derecho, obligaciones comunes sobre el principio de autoridad legítima, y seremos un pueblo libre y feliz; ó la fatal necesidad de la constitución humana, la fuerza de las pasiones, la prepotencia de uno y la desunión y discordia de los otros, echarán sobre todos la lazada que constituye un pueblo abyecto y desgraciado. De esta última fabricación son los grandes imperios que abren el campo de la historia en la ciudad del mundo de que habla S. Agustín en sus inmortales libros: De civitale Dei. De ella son esas tribus de salvajes que veis errar en el desierto sin patria, sin historia y sin porvenir, pero con un jefe que los tiene siempre en guerra implacable contra todo hombre que no pertenece a su sociedad; a esa misma fabricación pertenecen muchas de nuestras modernas sociedades que, no reconociendo principio de autoridad superior al pueblo, son víctimas por eso mismo de multiplicados y terribles dominadores hijos de la violencia ó de la estafa. Por la razón ó la fuerza, por deber ó por necesidad, el estado social es un hecho constante de la humanidad, es su ley y naturaleza. Juzgad vosotros ahora sí la naturaleza, la ley, el modo de ser de la humanidad emanan de la cabeza de Rousseau, ó de Dios, autor del universo y tipo y autor amorosísimo del hombre; juzgad, os digo, si esa verdad tan grande como el universo: omnia in ipso constant, es aplicable, ó no, a la organización de un pueblo y si para darle su constitución os bastará el contrato social, ó deberéis fundaros sobre Dios, única base de la idea y de la realidad del derecho, del deber.
De tantas y tan horribles blasfemias como se repiten en nuestro siglo, ninguna me hace más dolorosa impresión que la de llamar demócrata a N. S. Jesu-Cristo, reduciendo el valor infinito de su persona a la mezquina esfera de la política humana asentando con esto el ateísmo, y presentando además al Hijo de Dios como afiliado en la informal conspiración. Pero si rechazo con todo el horror de mi fe y de la conciencia pública esa blasfemia peor que el ateísmo, reconozco y confieso con la voz de toda la historia que el Verbo de Dios, hecho hombre es el alma, la vida de toda nación civilizada que sea su forma política. Yo confieso que Jesu-Cristo por medio de la gracia y verdad de que ha hecho depositaría a su Iglesia ha elevado la libertad del deber hasta la altura de su misma adorable persona; Jesu-Cristo ha hecho desaparecer la fuerza como título de derecho, y al derecho verdadero lo ha realizado con la hermosura de la modestia de que absolutamente carecía; Jesu-Cristo ha reducido a polvo las vallas que dividían radicalmente al linaje humano; Jesu-Cristo ha ennoblecido inmensamente los primeros elementos de la sociedad una firmeza que es superior a todo, y a la sumisión y obediencia un mérito divino; por ÉL y en ÉL todos los hombres somos iguales en nobleza y destinación; por ÉL invocamos Padre a Dios y somos hermanos entre nosotros y en toda condición podemos ser libres con libertad nobilísima! Igualdad, fraternidad, libertad! ¿Habrán invocado estas palabras los enemigos de Dios y aborrecedores del hombre, si hubieran creído que era posible destruirlas? Nos hablarían de luces los perpetuos forjadores de mentira, si pudiesen apagar el eterno sol de justicia y verdad que brilla en el mundo? Trazarían sobre el papel la lista de los derechos del hombre los Convencionales del 92 y los de la Commune del 71, si el Evangelio no fuese una realidad siempre viva en la Iglesia? Esta absoluta necesidad de hipocresía prueba mas que cuanto pudiera decirse la verdad de que Jesu-Cristo es a la sociedad civil lo que el alma es para el cuerpo, la forma de su vida. Resumamos: la civilización, la única verdadera civilización viene de Jesu-Cristo; y los grandes principios de esa civilización deben ser el alma de vuestra carta constitucional: he ahí pues que Verbo de Dios es el fundamento de vuestra obra: Omnia in ipso constant.
Si hay justicia, si hay verdad, si se quiere establecer sobre buen fundamento los derechos del hombre y dar base a la paz y prosperidad del pueblo, comenzad vuestra carta por el reconocimiento y adoración del Verbo de Dios. Las leyes humanas, dice el sabio Martinet, que no toman su fuerza de la ley divina ni se regulan por ella, son verdaderas cadenas de la servidumbre, sea que se den por uno como en la monarquía, ó por varios como en la oligarquía, ó por muchos como en la democracia. Por que el que se sujeta a ellas, no obedece, a la verdad, a la justicia y a la virtud que constituyen la verdadera libertad, sino que vive del capricho de otro, lo que es verdadera servidumbre sea uno ó sean muchos los amos (Instit, Teolog. Tomo 1º pág. 459). Si queréis oh pueblo, ser libre, y que la libertad e independencia de que tanto se os habla, no sean una cruelísima farsa, haced lo que dice como inspirado Augusto Nicolás en su libro, el Estado sin Dios y cuyo estudio me atrevo a recomendaros, SS.CC. Las naciones, dice, el ilustre abogado, deben regularse según el Evangelio y hacer de él, no su ley misma, sino la ley de sus leyes, el espíritu de sus instituciones, el aroma de sus costumbres, el alma de su existencia, el principio regulador de sus destinos. Cristo es Rey, es el Príncipe espiritual de los reyes de la tierra, el Gobernador moral de los gobiernos, el conductor celestial de las sociedades (S. IX).
II
Contra ese deber religioso y civil al mismo tiempo se alegan dos cosas: la primera que esta declaración de fe cristiana es perjudicial a la misma Iglesia por el derecho de intervención que ella daría al Estado sobre la Iglesia; la segunda es que las leyes consecuentes a tal profesión de fe serían incompatibles con la tolerancia o libertad de cultos, como la llaman, reconocida por la Constitución general del país. Oíd con calma, Señores, y juzgad vosotros mismos del valor de estas objeciones.
La primera que se hace de la intervención autorizada del Estado sobre la Iglesia es un contrasentido que no se creería posible que ande en boca de gente ilustrada, si no estuviéramos acostumbrados a tomar el contrasentido por clave para entender el lenguaje de nuestro siglo. La acción despótica que a la vez se arroga el Estado sobre la Iglesia, confiscando sus bienes, proscribiendo los institutos religiosos, impidiendo la comunión de obediencia con el Pastor supremo de la Iglesia y pretendiendo coartar su jurisdicción divina, estos y otros actos que se ejercen con el nombre de patronato, lejos de provenir de la provenir de la profesión de fe, católica del Estado, proviene del espíritu contrario a ella. Tal patronato había en los emperadores romanos, precisamente porque no eran cristianos; tal patronato ejerce hoy el gobierno de Prusia, precisamente porque se ha propuesto derrocar la Iglesia Católica como ha humillada a la noble Francia; tal patronato comenzaron a ejercer los que recogieron los laureles de nuestros soldados de la Independencia, precisamente por haber tomado por programa de la nueva, campañas las ideas y las obras de la Revolución Francesa. De aquí resulta que el único medio de libertad a la Iglesia de ese odioso despotismo es reconocerla sinceramente y prestar entera obediencia a este mandato de Jesucristo: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios -Reddite ergo qua sunt Casaris Casari, et qua sunt Dei Deo”.
¿Y las leyes religiosas? Me dirá alguno; y la feroz intolerancia? Y nuestra carta federal? Vamos por partes, Señores.
La carta federal, es cierto, ha proclamado la libertad de cultos para toda la República; yo no quiero pensar que nuestros legisladores se hayan creído autorizados para acordar igual derecho a la verdad y al error bien conocidos, ni que su ánimo fue establecer la irreligión por principio, sino que por libertad querían decir tolerancia, esto es, que profesando todo el país el culto católico se prescribía tolerar o sufrir la privada y pública profesión de los demás cultos sin excepción ninguna. Que eso esté bien hecho, no lo digo; Dios y la historia lo juzgarán; lo que digo y confieso es que dar a par del culto católico se toleran los cultos falsos, y que en virtud de esa declaración, el judío y el Mahometano y el Budista, y el Fetichista, tienen derecho político a ser tolerados privada y públicamente en el ejercicio de sus respectivos cultos. Y si ellos lo tienen, pregunto yo: ¿no podrá la Provincia de Catamarca cumplir el deber de hacer profesión pública de su fe católica? No podrá exigir de sus mandatarios en el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial la condición de católicos, como acaso exige otras condiciones menos importantes al sistema representativo?
Por aquí puede verse lo que significa la palabra tolerancia en el lenguaje en el personaje de ciertos hombres; y en efecto; con la mano sobre mi pecho os juro que en el siglo XIX yo no veo tolerancia sino en los católicos respecto de sus disidentes, salvo el único caso de la recíproca tolerancia de los Estados Unidos, donde persecuciones comunes é intereses comunes se la impusieron. Por lo demás, si bien reconozco que en pueblas católicos ha habidos épocas de intolerancia, de lo que, así absolutamente, no me avergüenza, pues nadie dice que sufre ó tolera sino lo que no es bueno; sin embargo, la Iglesia Católica ha acreditado siempre que aunque no transige con el error, y tiene vivo en su corazón el voto de Pablo ante el tribunal de Agripa: “Opto apud Deum... non tantum te, se etiem omnes qui me audiuni, hodie fieri talis, qualis et ego sum, exceptis vinculis his: pido a Dios... que no solo tú sino también todos los que me oyen, hoy mismo sean tales, cual soy yo, pero sin estas cadenas (Act. Ap. XXVI, 29); a pesar de esto, digo, la Iglesia sabe tolerar y compadecerse de las personas que están en el error; aun más, es la única que ama y enseña a amar a todos los hombres. En prueba de la tolerancia de los católicos mencionaré dos hechos que por sus circunstancias revelan el espíritu que nos anima. En Roma, desde que la cruz en que murió S. Pedro se convirtió en trono de reyes, han sido tolerados siempre los Judíos; y notadlo que digo siempre, porque desde que existe la aristocracia del dinero no es extraño que sean muy considerados; pero no hoy solamente sino siempre, cuando ese misterioso pueblo era el blanco de cruelísimas persecuciones por todo el mundo, Roma los toleró y San Gregorio el Grande reclamaba de otras naciones de Europa esa misma tolerancia y prohibía que se demoliesen sus sinagogas. El otro hecho que debo citaros ha tenido lugar en esta misma ciudad de Catamarca, y en un tiempo en el que nuestros novelistas no saben ver en los católicos sino odio a muerte a los herejes; el año 1807 vivieron vecinos a esta misma Iglesia los ingleses confinados después de la reconquista de Buenos Aires; al retirarse de aquí esos individuos de la comunión anglicana, verdugo secular de la noble Irlanda, dirigieron al Alcalde de primer voto de esta ciudad una carta colectiva en la que entre otras expresiones de gratitud y reconocimiento se leen estas palabras. De todo individuo hemos experimentado sumo cariño. (1)
Para acriminar a la Iglesia es preciso desfigurar toda la historia; pero si bien son de sentir las calumnias que se le hacen, no debemos extrañarlas desde que la Iglesia no es cosa que la continuación mística de la adorable persona de Nuestro Señor Jesucristo.”
1807: carta de oficiales ingleses tras permanencia en Catamarca...
(1) He aquí la carta fielmente copiada de la impresa en Buenos Aires por la Real Imprenta de Niños Expósitos año de 1807: “Catamarca, 1º de Agosto de 1807”
“Muy Señor nuestro: estando en vísperas de despedirnos los Oficiales Británicos, no podemos pensar en salir de Catamarca sin manifestar públicamente nuestros agradecimientos vivios para con un Señor Cabeza y Gobernador de este Pueblo, por su mucha política y consideración personal respecto a nosotros en quanto ha podido; como igualmente para con los vecinos en general, de qualquier clase, con quienes hemos tenido el honor y el gusto de tratar. De todo individuo hemos experimentado el sumo cariño: todos han seguido como a porfia el exemplar honrado de Vd, y de aquel excelente caballero D. Feliciano de la Mota, y los demás moradores de esta Ciudad. Por tanto no hay súbito británico desde el primero hasta el último de nosotros, que no quedará para siempre agradecido; y todos somos igualmente deseosos que Vd. tuviere la bondad de participar del modo más conveniente estos nuestros sentimientos al Público. Que Dios guarde a Vd. muchos años y felices; y que el mismo Dios haga florecer a esta Ciudad de Catamarca en sus jiros y comercio, y que altamente llegue a levantar la cabeza entre las Ciudades más principales de América; este es el ruego de los muy agradecidos y muy humildes servidores de Vd.; de y los Vallistas – ROBERTO GUILLERMO PATRICK, Capitán de Infantería – ALEXANDER FORBES, Mayor de brigada – ROBERTO ARBURTHNOT, Capitán del 20 de Dragones –ALEXANDER MACDONALD, Teniente de artillería – EDMUNDO L’ESTRANGE, Teniente del 71 – JAMES EVANS, Cirujano.
- P.D. Vd Dispensará los muchos errores de dicción que se encontrarán en esta carta, pues no somos muy ladinos; pero esperamos que bastante quedará inteligible para echar a ver nuestro afecto.
- Al Sr.Alcalde de primer voto. D. Nicolás de Sosa y Soria, Teniente de milicias etc. etc. etc.
Viniendo por último al temor de que en virtud de que en virtud de nuestra pública profesión de fé católica se den leyes tan religiosas que sean incompatibles con la tolerancia política ó libertad de cultos, como la llaman, debía el haber desaparecido ante la dolorosa experiencia de 60 años de irreligión. A pesar de esto, tengamos en cuenta ese cargo.
El Senado y Cámara de los Estados Unidos han dado poco tiempo a una ley que prescribe la santificación del Domingo hasta con mas rigor que lo hace la Iglesia, y además impone multa de diez chelines a “los que no hallándose enfermos o con otro motivo suficiente no concurran a la Iglesia por espacio de tres meses”. No creo que ningún católico se atreva a esperar y exijir tanto de nuestros legisladores; pero se debería pedir o reclamar que por toda legislación religiosa, y como la garantía mas preciosa que puede desearse de la verdadera libertad de conciencia y de la paz pública, se prescribiera en todas las Constituciones del país el siguiente artículo:
NO PODRÁ DARSE LEY ALGUNA NI EXPEDIRSE ACTO OFICIAL CONTRARIOS A LA AUTORIDAD DE LA IGLESIA O A SU DOCTRINA EN MATERIA DE FE Y DE COSTUMBRES
Yo bien sé que para ciertos espíritus esto importa la temible hoguera de la Inquisición; pero ese juicio gratuito, ni ningún calificado que se quiera dar a esta doctrina no quita la rigorosa justicia de esa prescripción constitucional ni su sencillez inofensiva a todas las exigencias posibles de la tolerancia de cultos. Por que ¿ quién puede negar que contra la Iglesia no hay jurisdicción alguna en la materias que le son propias; y que si se diera una ley contraria a ella nos pondrían en el deber, que es mas que el derecho, de contestar con San Pedro y los demás Apóstoles: “Obedire oportet Deo magis , quam hominibus- Se debe obedecer a Dios antes que a los hombres (Act. V. 29)” ¿Cuál es el culto que a fuer de tolerancia ó libertad si se quiere, tenga derecho a exijirnos que en su obsequio apostatemos nosotros de nuestra religión, que dejemos de ser hijos de la Santa Iglesia Católica, la única que en el mundo lleva los divinos caracteres de verdadera Iglesia de Jesucristo? Y sí se dejará de ser católico para ser protestante ó cismático menos mal; pero hoy eso es posible: el precipicio de la Iglesia Católica no para ya en esas gradas artificiales hechas por Lucero ó Enrique VIII, cae el abismo sin fondo ateísmo, y deja ver el horror y los incendios de la cominune; todo el mundo sabe que la Argentina no dista mucho de los horrores de Paris! ¿Temeis acaso que la iglesia se extralimite de su jurisdicción ó que nos enseñe una doctrina irracional? Pero entonces hablad claro; por que un católico cree y profesa que la Iglesia es SANTA E INFALIBLE.
He oído muchas veces una tercera objeción fundada en que el cristianismo es asunto de las conciencias privadas y que en el orden público no hay sujeto religioso. Si el orden público fuese una mera abstracción me esforzaría, Señores, por colocarme en esa rejión de lo abstracto y estudiar allí sus propios principios y relaciones; pero yo veo, y no puedo dejar de ver, que el orden público no es sinó el agregado de los derechos, intereses y deberes de las conciencias privadas, elevado todo a una rejión mas alta que la del individuo y de la familia, pero siempre es inferior a Dios, a la soberana causa del orden social; yo veo y veis vosotros también que el orden público es al individuo lo que la circunferencia al centro, por que todo el recae sobre el derecho y el deber de cada conciencia; vemos esto y mucho mas ¿y podremos aceptar ese abismo entre la conciencia privada y la conciencia del orden público? En mí yo no siento sino una sola conciencia de católico, sea que cumpla la modesta y santa misión de hablar desde esta cátedra, sea que me hubiese tocado el honor de ocupar vuestra Tribuna. Comprendo demasiado que puede uno faltar a su conciencia según los tiempos y oficios, o que, salva la honradez, pueda echar un paño mortuorio sobre la única que tiene cuando penetra en la Sala de Legisladores. Esto no comprende nadie.
¡Triste cosa que en este día de universal importancia para el pueblo debiera ocuparme de resolver objeciones que no sufren ni la mirada del sentido común, mucho menos que el examen de la razón; después de haber consumido la otra parte del tiempo en probar una verdad fundamental, reconocida por todos los pueblos de la tierra, y viva y radiante como el sol que nos alumbra, en los pueblos católicos! ¿He perdido mi tiempo? ¿ He abusado, Señores, de vuestra atención? Gran Dios! ¿Es un crimen acaso que me haya propuesto demostrar en medio de tu mismo pueblo que Vos, Criador y Señor de todas las cosas, sois el nobilísimo fundamento del hombre, y la única causa del bien, de la verdad, de la justicia y de cuanto hay en el hombre fuera de la ignorancia y el pecado? Quizá, Señores, hubiera sido un abuso en otro tiempo; pero hoy desgraciadamente no lo es; hoy es el día de la conjuración de que habló el Salmista: “Fremuerunt gentes et populí meditati, sunt inania. Astilerunt reges terra et príncipes convenerunt in unum adversus Dominu et adversus Christum ejus. Las naciones y los pueblos poseídos de extraño furor proyectan cosas vanas; los reyes y los poderosos han hecho alianza de guerra contra el Señor y su Ungido! (Ps. II. 1)” En todas partes, no digo aquí, se pretende pasar sin Dios, en nombre de no sé qué libertad, hija de aquel nom serviam que resuena en el lugar de horror y desorden eterno; en todas partes, la Iglesia se halla ante las naciones que civilizó ella misma como Jesú-Cristo ante el Sanedrín de los Judíos; los pueblos, las naciones se creen inmortales como Dios, se reputan ellas mismas la regla suprema de lo justo y la razón primera del derecho; por esto era preciso recordar que las naciones y los pueblos también son hombres ( Ps. IX), y que si os reunís para dar leyes, y lo que es más, para dar la fundamental de todas las demás leyes, debéis ante todo reconocer al Supremo Legislador de quien solo se deriva la fuerza de la ley y del derecho y la razón del deber y de la obediencia. ¿ Amáis la libertad y el progreso? Queréis prosperidad en el pueblo? Reconoced al que es la luz del mundo, y el dador de todo bien y el fundador de la verdadera paz y libertad. Adorad a Jesú-Cristo. Señores Legisladores. De EL está escrito, que reinará en el mundo, y que dominará las naciones: Domini est regnum et ipse dominabitur gentium (Ps. XXI, 29). Reconocedlo, EL, reinará por su bondad y habrá paz y ventura y la libertad de hijos de Dios. Si no reconocéis a Jesú-Cristo, si no le adoráis con el homenaje que le es debido, también reinará, pero reinará por su justicia; la miseria, la guerra, la tiranía y el desorden son sus terribles ministros. Pero justo o misericordioso, premiador del bien o castigador del mal, en todo, es siempre santo y de todos modos a EL, es debido el honor, la bendición y la gloria por los siglos de los siglos AMEN”. ´(*)
(* ) “Habiendo este sermón dado lugar a erróneas apreciaciones de parte de un periódico de la localidad que se editaba a la sazón, el P. Esquiú envió a su redactor la siguiente vindicación, que es el complemento de la doctrina sostenida por él.
SEÑORES REDACTORES DE “.....”.
“En este periódico se ha puesto en tela de juicio, o más bien se ha dado fallo sobre el sermón del domingo 24 de octubre, después de haberlo dado sobre las aptitudes del predicador, séame, pues, permitido hacer en el mismo un reclamo.
Las diversas apreciaciones del auditorio, tan varias que, al decir del periódico no se han hallado dos personas que formen un mismo juicio acerca del sermón, pueden versar enhorabuena sobre el predicador y la parte personal de su OBRA; sobre esto no reclamo. Mientras que el periódico se ocupa del ORADOR y de su obra, reconozco hallarse en su triste derecho, y no resisto a que se me tenga en el banco de las hablillas; pero no me es posible esta prescindencia cuando se trata de LAS IDEAS o sea, de la materia misma del sermón.
Como es claro, ésta debe tomarse de la doctrina sagrada, esto es, del tesoro de las verdades reveladas por Dios, y propuesta a los fieles por la Iglesia; ésta es la primera y principal fuente de la predicación a cualquier objeto que ésta se aplique, salvo el único caso de tener por oyentes a gentes descreídas, con quienes es preciso descender hasta un terreno común de verdades, o la Escritura hablando con Protestantes, o la pura razón y las ciencias humanas si se habla con deístas o incrédulos.
En el sermón de que se trata se hablaba a un pueblo católico, y sobre un asunto profundamente ligado con las verdades e intereses católicos; si el predicador no quería ser infiel a su misión, e inferir un verdadero agravio a la concurrencia católica que le escuchaba, debía pues entrar de lleno en el campo católico, y aprovecharse en cuanto le fuese posible, de todas sus verdades, haciéndolas servir al grande objeto de la buena organización de un pueblo.
El que hizo ese sermón pudo faltar a su deber, como por desgracia faltamos en muchas cosas, pero mientras tanto no contaba o no se le esclarecía de haber fallado a EL, debía suponerse hecho lo que era obligación.”
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