Página católica

miércoles, 30 de junio de 2021

Mes de la Preciosísima Sangre de Cristo DÍA 1

 


I. Vencida y encadenada por el enemigo infernal la desdichada humanidad, gemía en las tinieblas de la muerte. Por sí misma no podía levantarse del estado en que se veía caída, ni vencer al horrible enemigo que por medio del pecado la había hecho su esclava; únicamente del Cielo esperaban los pobres mortales el poderoso vencedor del infierno y de la muerte de que Él solo podía librarlos, cuando, llegada en fin la plenitud delos tiempos, Jesús apareció en el mundo para triunfar de todas las potestades de las tinieblas y librar a la miserable humanidad del yugo tiránico que la oprimía: Exivit vincens, ut vinceret.

¿Y cómo lo consiguió? ¡Ah! ¿No lo sé yo? Jesús mío, esta victoria no la debéis sino a la efusión de vuestra Preciosísima Sangre, cuyas primicias derramasteis a los ocho días de vuestro nacimiento, para hacerlo más tarde hasta la última gota sobre el Altar de la Cruz; así habéis triunfado del infierno y de todo el poder de las tinieblas.

II. Considera además, alma mía, cómo Jesús con esta Sangre nos ha armado para el combate. Nuestra vida sobre la tierra es enteramente una vida de combates: militia est vita hominis super terram.Tenemos que combatir con un mundo engañoso que, con sus vanidades e ilusiones, busca el modo de seducirnos y hacernos caer en sus lazos; tenemos que vencer una carne rebelde que hace al espíritu una guerra incesante; tenemos que aterrar un dragón infernal que, semejante a un león furioso, está siempre tratando de devorarnos.

¿Cómo, pues, podremos vencer enemigos tan poderosos y fieros? ¿Cómo conseguir cada día victorias tan difíciles, a no estar defendidos por esta Sangre, que nos hará terribles al infierno todo desencadenado contra nosotros?

Comprendamos la necesidad de despertar en nuestros corazones una ferviente devoción a la prenda de nuestra Redención y causa de nuestras victorias, y poner en ella la más viva confianza del triunfo. In hoc signo vinces, se dijo al grande emperador Constantino, y en virtud del signo adorable de la Cruz debía disipar los innumerables ejércitos de sus enemigos. Pues bien, nosotros también sabremos vencer por la virtud de esta Cruz santísima rociada con la Sangre del Cordero Inmaculado; nosotros celebraremos los más gloriosos triunfos sobre todos nuestros enemigos, y acaecerá en nosotros lo que se dice en el Apocalipsis (XII, 11): «han vencido al dragón por la Sangre del Cordero.»

COLOQUIO

Oh Jesús Omnipotente, que habéis triunfado completamente del dragón malo, que le habéis encadenado por la efusión de vuestra Preciosísima Sangre, y nos habéis preparado además poderosas armas para los continuos combates de esta vida miserable; ¡ah! ¡y qué confianza despertáis hoy en nuestros corazones seguros del triunfo y libres del temor! Vos sois el brazo todopoderoso de vuestro Eterno Padre que nos da la victoria en virtud de los méritos de vuestra Sangre derramada por nosotros; de aquí hay que sacar la fuerza y el valor para vencer al dragón infernal, al cual se vence con vos: Et ipsi vincerunt eum (draconem) per sanguinem Agni. ¡Oh! ¡Qué bien se está cerca de vuestra Cruz! ¡Qué felicidad fortalecer el alma con vuestra Sangre y sumergirla toda en ella! Ella es la que nos fortifica para vencer las tentaciones y nos hace adquirir esa corona de gloria inmortal que vuestro amor nos tiene preparada en el Cielo.

EJEMPLO

Sabido es el siguiente pasaje de la vida de San Edmundo; atormentado este Santo y tentado por el demonio, se armó valerosamente de los méritos de la Sangre de Jesucristo para pelear, y por la virtud de la Pasión y de la Sangre de Jesucristo obligó al demonio a confesar qué era lo que más temía, y aquel respondió: «lo que acabas de nombrar;» esto es, la Sangre Preciosísima de Jesucristo. Tan cierto es aquel dicho de San Juan Crisóstomo que esta Sangre omnipotente ahuyenta los demonios: Hic sanguis daemones procul pellit (Vida de San Edmundo.)

JACULATORIA

Padre Eterno os ofrezco la Sangre de Jesucristo en rescate de mis pecados y por las necesidades de vuestra Iglesia.

INDULGENCIA

El Soberano Pontífice Pío VII concedió cien días de Indulgencia por cada vez que se diga la anterior jaculatoria. Así consta del rescripto que se conserva en los archivos de los Padres Pasionistas de Roma.

Julio: mes de la PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO



Una devoción particular en la Iglesia Católica relacionada con la Pasión de Jesucristo consiste en honrar su Preciosa Sangre. Es un reconocimiento del sacrificio de Jesús y de cómo derramó su sangre para la salvación de la humanidad. Además, esta sangre se hace presente a través del don de la Eucaristía y es algo que podemos consumir en la misa, junto con el cuerpo de Cristo, bajo la apariencia de pan y vino.

Con el tiempo, la Iglesia desarrolló varias fiestas de la Preciosa Sangre, pero no fue hasta el siglo XIX cuando se estableció una fiesta universal.

Durante la Primera Guerra Italiana por la Independencia en 1849, el Papa Pío IX se exilió a Gaeta. Fue allí con Don Giovanni Merlini, tercer superior general de los Padres de la Preciosa Sangre.

Mientras la guerra seguía en su apogeo, Merlini le sugirió al Papa Pío IX que creara una fiesta universal a la Preciosa Sangre para rogar a la ayuda celestial de Dios para que terminara la guerra y llevar la paz a Roma. Pío IX posteriormente hizo una declaración el 30 de junio de 1849 de que tenía la intención de crear una fiesta en honor de la Preciosa Sangre. La guerra pronto terminó y regresó a Roma poco después.

El 10 de agosto lo hizo oficial, y proclamó que el primer domingo de julio se dedicará a la Preciosa Sangre de Jesucristo. Más tarde, el Papa Pío X asignó el 1 de julio como la fecha fija de esta celebración.

Después del Concilio Vaticano II, la fiesta se eliminó del calendario, pero se estableció una Misa votiva en honor de la Preciosa Sangre que se puede celebrar en el mes de julio (como en la mayoría de los otros meses del año).

Por estas razones, todo el mes de julio se dedica tradicionalmente a la Preciosa Sangre, y se alienta a los católicos a meditar en el sacrificio profundo de Jesús y el derramamiento de su sangre por la humanidad.

A continuación se muestra la oración de apertura de la Misa votiva, así como una oración adicional que puede usarse como nuestra propia meditación u oración personal durante el mes de julio.

Oh Dios, que por la Preciosa Sangre de tu Unigénito has redimido al mundo entero,
conserva en nosotros la obra de tu misericordia,
para que, honrando siempre el misterio de nuestra salvación,
podamos merecer la obtención de sus frutos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

Admitido a tu mesa sagrada, oh Señor, hemos sacado con alegría el agua de las fuentes del Salvador: oh, Sangre, te suplicamos, te conviertas en una fuente que brota de la Vida eterna.

DILUVIO UNIVERSAL Y LA EPOPEYA DE GILGAMESH


En la Epopeya de Gilgamesh existe  un informe  sobre el diluvio, muy anterior al que conocemos en la biblia hebrea. Así, entonces, en Nínive se encontró quizás el informe más antiguo sobre una catástrofe provocada por enormes inundaciones.


Pero en los informes de otros pueblos, existe información muy parecida. Necesariamente este hecho nos lleva a plantearnos las siguientes preguntas: ¿quedó antiguamente la tierra cubierta por un solo enorme diluvio, del que cada pueblo informó según sus observaciones? o ¿Hubo más bien varias catástrofes provocadas por inundaciones, una de las cuales se convirtió en el objeto de este estudio?


El relato del diluvio no sólo se ha encontrado en relatos egipcios, japoneses o africanos, sino también en Irán, la India, Siberia, Indonesia, Australia, incluso, los griegos. Estos últimos tenían una leyenda en la que un tal Deucalión sobrevivió al diluvio gracias a una barca.


Alexander Von Humboldt informó que los indios del Orinoco, en América del Sur, aseguraron que sus antepasados llegaron a las cumbres más altas de las montañas montados en canoas, “en la época de las grandes aguas”.


El informe más moderno procede del siglo III a.C. y corresponde al del sacerdote caldeo Berosso, quien, bajo el reinado del rey sirio Antíoco Soter (280-270 a.C.), escribió tres libros en griego; la leyenda más antigua corresponde a la babilónica que surgió aproximadamente hacia el año 1700 a.C.


El informe  más conocido sobre una gran inundación procede de la narración babilónica, y está incluida en la conocida epopeya de Gilgamesh, una antigua leyenda babilónica que lleva el nombre de su capital. En ella se observa la elaboración poética y la línea mitológica de un material de origen sumerio.


El texto de la undécima  tablilla de la epopeya de Gilgamesh dice, más o menos así: 

«El rey Gilgamesh de Uruk (el héroe de la narración) tenía miedo de morir, y buscaba una posibilidad de sustraerse a la muerte. Durante sus incansables peregrinaciones venció difíciles montañas y llegó a traspasar el agua de la muerte’.


Entonces se encontró con su antepasado Utanapistim, ‘el día de la vida’. Éste le contó cómo, gracias a su obediencia a Ea, el dios de la sabiduría, le había salvado del diluvio, alcanzando así la inmortalidad.


Los dioses habían decidido destruir a la humanidad por medio de un diluvio. Como estaba prohibido dar a conocer las decisiones tomadas por los dioses, Ea habló al cañaveral tras el que se había ocultado Utanapistim.


‘Destruye la casa, construye una barca, mete en ella todas las cosas, todas tus riquezas y busca la vida…’. Así, entonces, Utanapistim construyó una enorme barca cuadrangular de ciento veinte codos de lado, que distribuyó en siete pisos, cada uno de los cuales tenía nueve estancias. Tapó todas las junturas y las grietas con betún.

Cargó en la barca el oro y la plata, toda clase de animales y provisiones, y finalmente montó en la barca junto con su familia y los artesanos que construyeron la barca.


Estalló entonces una terrible tempestad, el viento azotó los mares y la tierra, y un enorme diluvio inundó todo el territorio, de tal modo que hasta los dioses se asustaron. El diluvio cesó el séptimo día y la tormenta amainó.


Utanapistim  abrió una portilla. La barca quedó encallada en el monte Nisir, situado posiblemente al sur de Nínive, en la cadena de montañas enclavadas hacia el sur. Entonces Utanapistim soltó pájaros para ver si el agua había bajado. La paloma y la golondrina regresaron pero el cuervo no».


Ésta es una traducción libre, pero dejemos ahora que sea la propia epopeya de Gilgamesh la que siga informándonos: 

«Solté a los animales a los cuatro vientos, hice una libación  y construí un altar en la cumbre de la montaña.


Los dioses se reunieron para percibir el olor, y las moscas se arrimaron en seguida sobre el sacrificio… Antes, Utanapistim era un hombre, pero a partir de ahora sería igual a los dioses». (Gilgamesh 11, 202-203).


Esta narración babilónica tiene una asombrosa semejanza con el informe bíblico. Y, sin embargo, la tradición del Génesis no puede derivarse de la babilónica, dejando aparte el hecho de que la narración babilónica trata de una cultura posterior, ya que habla de artesanos, de oro y plata.


Aquí es donde surge la cuestión de si el informe babilónico no procedería de la propia biblia. Pero eso también sería imposible, ya que la confección de la biblia corresponde con una fecha más reciente que la narración sumeria.

 Ante esta cuestión se puede plantear la hipótesis de que quizás ambos informes, tanto el de la biblia como el babilónico tuvieran una fuente común.


Actualmente se acepta que en la literatura de los babilónicos y sumerios había algunos informes sobre el diluvio, que éstos se extendieron por el norte, el este y el sur de Mesopotamia, llegando con ello, a los lejanos antepasados de los hebreos. El hecho de que existe estrechos paralelismos entre ambos informes lo vemos en Génesis 11. Allí se dice que, después del gran diluvio se establecieron en el país de Senaar, al sur de Babilonia. Y según los resultados de las investigaciones modernas, ésta debió ser una zona que en otro tiempo tuvo que quedar cubierta por las aguas.


Entre los especialistas no hay acuerdo sobre si la gran catástrofe bíblica que inundó Mesopotamia correspondió con el gran diluvio (6.000- 5.000 a.C.) o el pequeño diluvio (3.000 a.C.).

Aun cuando no se ha aclarado la fecha  histórica del castigo divino, no queda la menor duda sobre su causa: “La tierra estaba corrompida en la presencia de Yahveh: la tierra se llenó de violencia. Dios miró la tierra, y he aquí que estaba viciada, porque toda carne tenía una conducta viciosa sobre la tierra” (Gn 6, 11-12).


Actualmente los investigadores están de acuerdo en que en todas las leyendas, informes y tradiciones, etc., no fueron un simple producto de la imaginación, mitológicos, sino que siempre contenían un verdadero núcleo histórico que era revestido de aspectos de acuerdo con el círculo cultural en el que vivía el narrador. 

El diluvio de 6.000 a 5.000 a.C. fue de enormes consecuencias.


Unos mundos se hundieron y otros surgieron. Estos milenios estuvieron repletos de catástrofes ocasionadas por el agua que dieron a la tierra su aspecto o configuración actual. En efecto, este gran diluvio, tuvo efectos incluso en América central y en los mares del sur. 


Víctor Gamboa Delgado

Teología Histórica 

Instituto Internacional de Teología 


Imagen: La tablilla sobre el diluvio de la epopeya de Gilgamesh, escrita en acadio (Museo Británico).

Fuente: El Misterio Bíblico, Hans Einsle